Capítulo 15

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~POV Anaís

Sentí como que aquel abrazo era el primero desde hacía mucho tiempo. A los pocos segundos sentí como el agua llegaba a mi piel, erizando mis bellos. Dante se separó de mí al darse cuenta.

- Vamos a cambiarnos. Puedes enfermar. - Agarró mi mano y ambos fuimos a su habitación.


- Tengo que ir a mi habitación a por ropa. - Le dije pero me paró para evitar que me fuese.

- Ya he mando a alguien a por ella. Espero que desde ahora puedas quedarte aquí. - Sus palabras me sorprendieron. ¿Quería que me quedase con él en su habitación? No me negué. - Voy a darme una ducha. ¿Me acompañas? - Le dí un pequeño golpe en el hombro y éste se fue hacia su baño.

Aproveché que Dante estaba en la ducha y que unos hombres traían ropa y joyas que nunca había visto a su habitación  para ir a por un vaso de agua. Bajé las escaleras lentamente para encontrarme con la puerta de la cocina a unos pasos. Aquel sitio donde había trabajado hacía unas semanas. Cómo habían cambiado las cosas en mi vida.
Pero todos mis pensamientos del momento fueron interrumpidos por unos golpes y unos gritos que provenían del piso de abajo. Nunca desde que había llegado aquí había visto que había abajo.

Reuní un poco de valor y con mi curiosidad tirando de mí, bajé más escalones para ver de dónde provenían aquellos golpes. Al no tener más donde bajar me dirigí hacia donde el ruido era mayor, llegando a una especie de celda con unos barrotes de madera muy gordos. ¿Que demonios hacía eso aquí?

Dentro había un hombre al que reconocí al instante. Era aquel que me atacó en el invernadero.

- Anaís, eres tú. Por favor dame un poco de agua, te lo pido. - Me suplicaba aquel hombre encerrado. Tenía los labios tan secos que sangraban. Mi nombre sonaba tan mal en su boca.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - Pregunté a una distancia considerable. Vi como al otro lado del sótano había un barril lleno de agua. Me acerqué buscando algún recipiente con el cuál darle agua. - Responde.

Con un pequeño cuenco que había cerca me acerqué a su celda sin darle el agua que tenía.

- ¡Dámelo zorra! - Gritó casi echando espuma por la boca de la ira. Su cuerpo estaba totalmente pegado a las maderas que nos separaban. Me asusté tanto que solté el cuenco con agua. El hombre al verlo trató de calmarse.

- Como no saber tu nombre. Vives con el mismísimo anticristo siendo la hija de una bruja. Nadie entiende tus intereses. - Comentó ya más calmado pero con aires de superioridad.

- ¿De qué hablas? ¿Que es eso de las brujas y que tienen que ver?

- Sabes que hay un anticristo y piensas que es lo único que hay. Brujas, fantasmas y hasta vampiros si buscas bien. Vamos, no me digas que a estas alturas no sabes quién fue tu madre. - Aquel hombre se reía cínicamente. Parecía que ya no necesitaba el agua.

- No hables de ese modo de mi madre. Ella no tenía nada que ver con este mundo. Siempre cuidó de mi y jamás habló nada acerca de algo extraño. - Recogí el cuenco del suelo enfadada. Ese hombre se reía de mis palabras de forma muy siniestra.

- Que ingenua. Tú madre Verónica fue una de las brujas más poderosas de su época. ¿Cómo crees que te protegía de todo el mal que os rodeaba? - Sus palabras salían como si conociera nuestras vidas. - Otra cosa que deberías ya saber es que murió por culpa de Dante, tú amado. Tú madre no estaría nada orgullosa de ti Anaís.

- ¡Cállate! ¡No tienes ni idea de lo que estás hablando! - Tire el cuenco que tenía en las manos muy lejos de su celda. - Espero que te mueras aquí deshidratado, o peor, espero que Dante te haga sufrir.

Medio enfadada y medio asustada subí las escaleras dejando atrás a aquel aterrador hombre que no apartó su mirada de mí. Al encontrarme en el gran salón las piernas me fallaron y caí al suelo recuperando mis fuerzas. ¿Aquello era cierto?

- Anaís te he estado buscando. Perdona e pasado más tiempo en la ducha, estarías aburrida. - Dante se aproximó a mí con una toalla en su pelo. Al verme se acercó corriendo. - ¿Estás bien? ¿Donde estas herida? - Con un rápido movimiento me levantó y me llevó en sus brazos.

Subió las escaleras cargando mi cuerpo en sus brazos pero mi mente no estaba allí.

- Dante ¿tú conocías a mi madre? - Aquella pregunta congeló a chico que me sujetaba. Éste me bajó una vez habíamos llegado a su habitación, ahora mía también.

- Parece que ya lo sabes, no entiendo porque me lo preguntas. - Apartó su mirada de mí. - He matado mucha gente, muchas brujas, ya deberías saberlo. Pero no fue hasta semanas después de que llegases que lo supe.

Realmente sabía quién era pero aún así estaba decepcionada. No tenía porque ya que no me conocía en aquel entonces pero estaba triste conmigo misma. Era verdad que estaría decepcionando a mi madre. Y eso me rompía el corazón. Una lágrima calló por mi mejilla y tras aquella otra. Pero el silencio seguía en el aire de aquella habitación.

- No puedo verte así. Cada lágrima es una daga que perfora mi corazón. Y me merezco cada una de ellas. Si me pides que me marché lo haré. 
Mis palabras no podían salir. Mi garganta las tenía presas. Y al ver que yo no respondía, Dante como un rayo desapareció de la habitación dejándome sola una vez más.

 Y al ver que yo no respondía, Dante como un rayo desapareció de la habitación dejándome sola una vez más

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