~POV AnaísNuestras manos agarrándose una a la otra no se separaron hasta que llegamos a nuestra habitación. Ya toda mi ropa compartía sitio en aquel gran armario con la ropa de Dante.
Todo eran vestidos de época muy bonitos y joyas que parecían ser muy valiosas.
- Todo estos es tuyo. Desde ahora me gustaría que disfrutaras de todas estas cosas. Cosas valiosas que te mereces. - Me dijo besando mi mano. - Tengo algo que contarte. Mañana habrá en el castillo un gran baile. Muchos de mis aliados vendrán a mostrarme respeto. Te presentaré a ellos como mi amada. ¿Que me dices?
Yo apenas me lo podía creer. Su amada. Aquellas palabras que quería escuchar por fin salieron de su boca. Yo sin dudarlo salté a sus brazos y Dante al instante en el que estuve en sus brazos me elevó para besarme.
- ¿Eso es que estás de acuerdo? - Sonrió como un niño. Yo asentí con la cabeza y bajé de sus brazos.
Aquella noche íbamos a dormir juntos por fin. Nuestras ropas se volvieron unas más cómodas y ambos nos encontramos en la habitación en silencio. No era un silencio incómodo, más bien era un silencio que me daba tranquilidad.
- Te queda bien este tipo de ropa. - Me dijo Dante señalando mi camisón. Aquella prenda que me llegaba hasta los pies, de color blanco y muy cómoda. - Prefiero la ropa de antes, me parece más elegante que la ropa que se lleva estos días. Nunca entenderé porque se usan esos vaqueros rotos. - Yo me reí ante su comentario. Ya entendía porque mi armario había cambiado de época totalmente.
- Es cómoda por lo menos. Me gusta. - Decía mientras acariciaba la tela.
- Me alegro. Solo quería que te gustara. - Dante se acercó a mí con pasos lentos, su mano me guío hacia nuestra cama. Una vez allí me senté. No sabía cómo actuar en aquella circunstancia. Nunca había estado con un hombre y menos con uno como Dante.
- Tranquila. Haremos lo que tú quieras. - Dante se sentó al otro lado se la cama. Parecía bastante cómodo, sin presionarme. Yo miraba la gran cama en la que estábamos, era preciosa, de una fuerte madera que aguantaba nuestro peso. Las sábanas eran de una seda teñida de rojo que al tocar, mi mano se deslizaba sin problemas.
Sin pensarlo me acerqué a Dante y le besé. El aún estaba sentado pero yo ya me encontraba de rodillas en la cama a su lado. Él al ver mi primer paso me tumbó con cuidado dejando mi espalda pegaba al colchón y él se posicionó encima de mi.
Los besos volaban. Nuestros labios tenían demasiado trabajo como para tener un respiro de aire.
Poco a poco Dante bajó sus manos de mis mejillas para ir a mis pechos, que aún estaban ocultos gracias a mi camisón, que Dante rompió de un tirón. Los besos cesaron para encontrarme con un hermoso hombre encima de mí mirando mi desnudo busto.
Mi cara estaría seguramente roja por todas aquellas emociones y por el calor que mi piel desprendía. Dante solo sonrió viendo como me tapaba la cara con las manos.- No te tapes. Eres hermosa. - Sujetaba mis manos gentilmente para que pudiera mirarle a la cara. Sus ojos parecían brillantes mirándome. - Te amo.
Dicho eso nuestros labios volvieron a su trabajo de antes. Dante decidió besar mi cuello y comenzar un viaje hacia mis pechos. Cada beso quemaba mi piel. No mentía.
- Quema. - Le dije viendo que no cesaba aquella sensación de calor donde sus labios estaban. No exageraba. - Me duele.
Dante al notar mi molestia paró. Yo solo vi como con su dedo recorría mi vientre donde había dejado su rastro de besos. Me miró preocupado. Al ver su cara me levanté y vi como mi piel estaba marcada en cada sitio que Dante besó. Marcas de quemaduras que ardían. Me levanté de la cama nerviosa.
- ¿Que significa esto? - Pregunté confusa tocando la piel que no estaba herida cerca de las quemaduras. Dante no respondió. - ¿Te ha pasado esto alguna otra vez? - Le pregunté aunque aquello supusiera que tendría que decirme si había hecho las mismas cosas que hizo conmigo en aquella habitación con otra mujer.
- No, nunca he visto algo así. Pero supongo que sé el porqué. Nunca he estado con alguien con sangre de bruja en las venas. - Dante se acercó a mí y se puso de rodillas en frente de mí, con la cabeza casi a la altura de mis pechos. Éste me abrazó con cuidado.
- ¿Pero porque ahora? Ya nos habíamos besado hasta ahora. - Pregunté tocando su pelo rubio. Era suave y pasaba entre mis dedos con facilidad. Su cercanía me tranquilizaba.
- No lo sé. - Dante se levantó y ambos nos miramos. Despacio sin hacerme daño cerró mi camisón roto y me llevó hasta el baño, donde me senté en una pequeña butaca que tenía allí. Dante sacó una caja de un armario y de ésta todo lo necesario para curar una herida. ¿Porque tenía todo aquello allí si sus heridas curaban tan rápido que no lo necesitaba?
- Es para ti. Sé lo que piensas. Sabía que algún día le daría uso conociéndote. - La tapa de una pomada cayó al suelo rebotando varias veces. Dante apretó el recipiente y de él salió una pomada blanca que con cuidado puso por todas las quemaduras. No pude evitar quejarme.
- Sé que eres más fuerte que esto. Estas heridas se irán y descubriré la razón de ellas. - Al acabar de curar mis heridas y ya en la habitación Dante pasó sus dedos por mis labios.
- Tendrán que esperar por mi. Y cuando pueda besarlos no los volveré a dejar ir.
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Anticristo
RomanceEn un mundo lleno de brujas, fantasmas y todo tipo de criaturas imaginables vive Anaís, una chica ingenua al margen de todo ese inexistente mundo para muchos. Hasta que un día el destino hace que se tope con Dante, el mismísimo hijo del anticristo...