Capítulo 10

171 12 9
                                        


~POV Anaís

Notaba como su respiración estaba cerca de mi piel. Estaba nerviosa, no sabía que es lo que pasaría.

- Sabes, nunca ninguna mujer ha entrado aquí, a mi habitación, al único sitio donde estoy realmente solo con mis pensamientos, pero desde que tú estás en ellos, he decidido dejarte entrar, estás en tu derecho. - Y dio un paso más.- ¿Tienes miedo?- Me miraba a los ojos y se alejó.

- No. - Y decidí dar un paso hacia él. Mis piernas pensaron solas para cuando me di cuenta de lo que había hecho. Pero era verdad, no tenía miedo, eran más nervios.

- Pues espero que no cambie. - Y sin que pudiese verlo venir agarró mi cara con sus manos y sus labios se juntaron con los míos. Fue extraño, no sabía si quería pararlo o debería seguirle el ritmo.

Estaba besando al mal. ¿En que me convertía a mi eso? No estaba bien, eso debía parar.

- Basta, esto no es lo que quiero. - Y lo alejé de un pequeño empujón. Él me miraba sorprendido. Yo también lo estaba. - No te tengo miedo, pero nunca podré quererte por lo que eres. - Y salí corriendo de aquel baño que había sido testigo de aquel beso que nunca debió pasar.

Sentimientos y cosas pasaban por mi cabeza. ¿Qué clase de persona soy si me permito el lujo de sentir cosas por él? Él solo quería hacer daño a las personas y yo no podría estar nunca con nadie así.

Me metí en la cama rápidamente con la intención de caer rendida y poder dejar de pensar en todo, cosa que no pasó y los pensamientos atemorizaron mi mente toda aquella noche.

Ya por la mañana desperté más cansada que por la noche. Me preparé para comenzar mis tareas. Pero nada más que salí de mi habitación y me topé con Dante, que me miraba con una cara indescifrable. Pensé que no me diría nada pero fallé en mi deducción.

- ¿Realmente no sientes nada por mí? ¿En todo este tiempo no has sentido nada? - Seguía sin cambiar su expresión facial. Negué con la cabeza. Mentí descaradamente. Se mantuvo en silencio unos segundos. - Desde hoy no hace falta que trabajes más como sirvienta. No soporto la idea de verte por el castillo en cualquier momento. Desgraciadamente no te puedes ir de aquí, todavía eres mía. - Y finalmente pude ver una nueva expresión, enfado.

¿Ya no trabajaría de sirvienta? No me quejo, pero si no hago algo me moriré del asco. Además pretende no verme por el castillo, eso quiere decir que me pasaré el resto de mi vida encerrada en mi cuarto. Aunque suene a locura, prefería limpiar a no hacer nada.

.............

Cuando me encontraba traquilmente en mi habitación, Merediz entró en mi habitación enfadada. Cerró la puerta y se acercó a mí desafiante. En un momento rápido alzó la mano contra mí y la precipitó en mi cara, dejando un pequeño rastro de sangre en ella debido a un anillo que ella llevaba.

- ¿Qué has hecho para que Dante te deje vivir aquí gratis y sin trabajar? Eres una zorra. Seguro que a cambio le vendes tú cuerpo, me das asco. - Me llevé la mano a mi mejilla, me dolía. Pero no me iba a dejar pisar por aquella chica envidiosa.

- ¿Cómo te atreves a levantarme la mano? Puedes hablar lo que quieras, pero ni te atrevas a tocarme. - Y con seguridad, la palma de mi mano fue directamente a su cara con tanta fuerza que esta calló al suelo. Ella me miró furiosa.

- Esto no va a quedar así. Ya verás quien realmente merece quedarse aquí. - Y se levantó para irse, dando un portazo. Había pasado por muchas cosas como para dejar que culaquier chica se atreviese a agredirme. Si me podía defender, lo haría.

................

Decidí ir a por algo para curar mi mejilla. No quería que curase mal o se me infectada así que fui a la cocina a ver si alguna de las chicas tenía algo de medicina.
De camino me encontré con Byron, que se dirigía a ver a Dante.

- Hola Anaís, ha pasado un tiempo. Vaya ¿qué te ha ocurrido, acaso alguien te trata mal? Dímelo y yo me encargo. - Decía Byron mientras miraba mi herida. Era muy amable a pesar de que es uno más de aquí.

- La estupenda Merediz, ha decidido golpearme por envidia. - Le dije a Byron y vi como se reía. Era un chico muy normal y simpático, no entendía que hacía aquí.

- ¿Qué estáis haciendo vosotros dos juntos aquí? - Bajaba las escaleras Dante y se paró frente a nosotros. A los pocos segundos noté como sus ojos no dejaban de mirarme. - ¿Qué te has hecho?

- Merediz amigo mío. Todos los que estamos en esta casas conocemos su carácter. Tú el primero. - Le decía Byron a Dante mientras subía las escaleras. - Bueno Anaís, me ha encantado verte. Espero que esa herida cure rápido y que la próxima vez que te vea no esté. - Y me lanzó un guiño, cosa que a Dante le cambió la cara.

- ¿Se puede saber cómo es que ahora te llevas tan bien con él? Justo después de lo que ha pasado, parece que nada te importe. - Me molestaba que dijera eso cuando había recibido un golpe por su culpa. Estaba enfadada.

- Déjame. - Y yo también decidí irme a mi habitación, pero una mano me lo impidió.

- No te vayas. Yo me encargo de eso. - Y tiró de mí hasta su habitación, donde me sentó en la cama y me quitó la pomada que tenía en la mano.

Lentamente quitó el tapón que tenía y aplicó un poco de hunguento en su dedo que después aplicó a mi herida. Estaba frío, pero era agradable, al igual que él. Aquellos labios que tenía delante de mí me volvían loca y a la vez culpable de mis sentimientos. Y al parecer, el tenía lo mismo en mente.

 Y al parecer, el tenía lo mismo en mente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora