~POV AnaísTras más de una hora en el coche de Byron, por fin llegamos al castillo. Era extraño pero ya era como mi casa, habían pasado ya dos meses, pero como el tiempo allí pasaba tan despacio sentía que eran años. Entre los dos acostamos a Dante en su cama mientras él solo soltaba quejidos.
- Bueno Anaís, si no te importa debo ir a encontrar al individuo que ha escapado. No olvides tratarte tú también el corte que tienes. - Me dedicó una bonita sonrisa, que tras aquella situación, calentaba un poco el ambiente. - Te encargo a Dante, estoy seguro de que él quiere que solo tú te ocupes de él. Le diré a Merediz que te traiga todo lo necesario. - Y se despidió de mí con un abrazo. Una muestra de cariño que no esperaba de nadie de esta casa.
Pocos minutos después, Merediz tocó la puerta, y yo me acerqué hasta ella. No permitiré que esa mujer entre en el cuarto de Dante. Él ha dicho que no todas las mujeres pueden hacerlo, y quiero conservar mi privilegio únicamente para mí. Abrí la puerta y me encontré con Merediz y con una bandeja en sus manos. Ella parecía calmada, no como normalmente que solo me miraba con enfado.
- Aquí tienes todo para hacerle pasar esta noche mejor. Mañana ya no estará así, por lo que mejor cura tu propia herida antes. - Me dijo dejando la bandeja en mis manos. Aquella era la conversación más normal que había tenido con ella hasta ahora. Algo había cambiado en su actitud.
Cerré la puerta y me dirigí a la cama donde el cuerpo de Dante respiraba rápido. Mojé un trapo con agua y comencé a limpiar la sangre seca que tenía.
- Duele. - Masculló Dante aún con los ojos cerrados. Por fin se despertó. - Pero sigue, tengo tus manos tocando mi cuerpo, no es algo que pase todos los días.
- ¿Aún tienes ganas de hacer bromas después de esto? Mírate. A ver cuándo te recuperas de esto, y sin ir a ningún médico. - Estaba preocupada, no sabía si tendría una costilla rota o cualquier cosa internamente.
- Veo que estás muy preocupada. Olvídalo, para mañana mi cuerpo estará perfectamente. A mí es más bien el tuyo el que me importa. - Y soltando quejidos se sentó en la cama apoyando su espalda en las almohadas que traté de colocarle. - Acercarme aquella medicina de allí. - Y yo sin decir nada seguí su orden. - Ven, siéntate aquí a mi lado. Quiero ver esa herida. Parece que siempre tienes algo que curar, eres demasiado delicada.
Dante apartó mi cabello hacia atrás y lo ató con una cinta. Después pasó sus dedos delicadamente al rededor de mi cuello, produciéndome escalofríos por todo el cuerpo. Cogió un pequeño pañuelo y con cuidado lo mojó y limpió mi herida, la desinfectó y después mi cuello fue envuelto con una venda.
- Gracias. - Le dije aún sentada a su lado. - Deberías tumbarte, estar así solo hará que todo te duela más. - Y le ayudé a tumbarse de nuevo.
Una vez que terminé de limpiar todas sus heridas, no me dejó hacer nada más. Al ser alta hora de la noche decidí ir a descansar un poco a mi habitación, pero cuando me levanté Dante no me lo permitió.
- Quédate aquí esta noche. Puedes dormir aquí. - Me dijo aún sujetando mi muñeca. No podría ser capaz de dejarle en esa situación así, por lo que me quedaría con él. Aproximé un pequeño sillón al lado de la cama. -A esto no es a lo que me refería, pero por ahora me conformare con ello. -Y dicho esto caí rendida del cansancio.
~POV Dante
Anaís se encontraba sentada en el sillón durmiendo con la cabeza encima de mi cama.
Todo lo que había pasado hoy por aquella chica no lo había pasado antes en la vida. Cuando me enteré de que desapareció, mi mundo calló a doscientos por hora en picado al vacío y supe de seguro de Kith era el culpable, y sabía dónde encontrarle. Su casa se encontraba a poco más de una hora del castillo, y de seguro que Anaís estaría allí.
Pero conozco al cobarde de Kith, sabía que no estaría allí solo enfrentándose a mi, porque si no moriría. Por eso cuando pude, ya de camino hacia allí, avisé a Byron para que viniera en mi ayuda con refuerzos, y llegaron justo a tiempo.Y ahora tenía a la hermosa Anaís durmiendo en mi cama, bueno o solo mitad de su cuerpo dormía en ella. Las heridas de mi cuerpo ya sanaron completamente, desde siempre mi cuerpo se cura mucho más rápido que un cuerpo de un humano normal.
Me levanté y me acerqué al cuerpo cansado de aquella chica. Con cuidado de no despertarla, conseguí ponerla en mis brazos, y la llevé a mi cama, donde la puse a mi lado con cuidado, parecía tan delicada que temía que se rompiera en mis manos. Tras eso me tumbé yo también observándola, cuando de repente se acurrucó en mi pecho. Ella solo seguía durmiendo por lo que no sabía lo que eso había provocado en mí. Nunca antes había dormido con una mujer, y mucho menos una que me hiciese sentir así.
Esa noche no dormí ni un solo minuto. Aproveché al máximo cada segundo para sentir la tranquilidad que Anaís desprendía. Podía sentir que era mía y que no permitiría que nada ni nadie le hiciese daño.
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Anticristo
RomanceEn un mundo lleno de brujas, fantasmas y todo tipo de criaturas imaginables vive Anaís, una chica ingenua al margen de todo ese inexistente mundo para muchos. Hasta que un día el destino hace que se tope con Dante, el mismísimo hijo del anticristo...