Capítulo 2

236 17 1
                                        


~POV Anaís

No sé cómo había llegado a aquella situación. De un momento a otro pase de estar bailado con mis amigas a perderlas de vista y tener a un desconocido pegado a mi. No dejaba de tocar mi cuerpo como un baboso, cosa que no podía permitir, por lo que le pegué un empujón. Aquello enfureció al hombre, quien de un golpe me hizo caer al suelo y tras eso mi copa encima. Yo solo me encontraba perpleja ante la situación, y me percaté de que nadie a mi alrededor presenció aquella escena. Lo siguiente que pasó es que agarró mis muñecas con gran fuerza para levantarme y me arrastro hacia el callejón de la siguiente calle agarrando fuertemente mi brazo, el cuál me dolía más por momentos. Era ya alta hora de la noche por lo que no había ningún transeúnte fuera. Todo el mundo se encontraba en el local.

- Cómo te atreves zorra. Si ves que me acerco a ti, ni se te ocurra apartarte, y menos apartarme de esa puta forma. Creo que te voy a tener de dar una lección pequeña. - Susurraba aquel hombre muy cerca de mi cara. Yo me encontraba sentada en el suelo con una de sus manos tapándome la boca. Me era imposible gritar. Solo podía intentar salir de allí, algo imposible ya que su gran cuerpo en encontraba delante de mí y por el tamaño, no podía plantarle cara.

Gritaba ante la situación y lágrimas salían de mis ojos, aquel asqueroso hombre estaba deslizando su fría mano por mi torso, levantando mi jersey. Una ráfaga de aire frío recorrió mi vientre estremecido. De un tirón vi como mi jersey estaba en el suelo y yo me encontraba en sujetador, que en pocos segundos desapareció también. Mis gritos de súplica parecieron dar sus frutos ya que lejos pude ver la figura de un hombre.

-¡Ayuda! ¡Socorro! ¡Por favor, ayúdeme!- Gritaba, pero poco se llegaba a entender ya que las palabras se distorsionaban debido a la mano de aquel hombre.

Pude ver cómo la figura se acercaba con paso lento, pero en ningún momento hizo ni dijo nada. La situación no cambió, aquel hombre se dedicaba a tocar mi cuerpo y a reír de forma alocada. Por un momento pensé que había perdido la cordura hasta el punto que pensé que mi mente había creado aquella figura que se encontraba a pocos pasos de nosotros, pero no, era real. Había perdido la fuerza por forcejear tanto rato contra aquel gran hombre frente a mi que solo me quedaba rendirme, no sin antes lanzar una mirada de súplica a aquella figura que se paró en seco por un instante.

Lo siguiente que recuerdo fue a aquella figura agarrar a mi agresor y de un simple empujón hacerle caer a varios metros de mi, chocando con unas papeleras que había a lo lejos.

-¿Quien demonios te crees que eres estúpido niñato? - Una vez se levantó, se abalanzó hacia el muchacho que había salido en mi ayuda. El joven muy fácilmente esquivo el golpe del hombre y en un movimiento casi inmediato su mano agarraba con fuerza el gran cuello de su contrincante impidiéndole respirar. 

-¿Demonios? Ellos no llegan a mi nivel, no me hagas reír. Ahora puedes irte, ya has hecho suficiente , aunque me guste tu actitud, hoy no has elegido bien a tu presa. - Vi como sus ojos desprendían una intensidad que era adictiva pero a la vez terrorífica.

El hombre sin decir nada más, calló al soltarle el joven y salió corriendo por aquel callejón sin mirar atrás hasta que lo perdí de vista.

Mi cuerpo empezó a sufrir el frío de la noche, que desgraciadamente se encontraba desnudo y desprotegido ante todo. Mi jersey junto con mi sostén se encontraban mojado y echo jirones debido al forcejeo, en el frío suelo de piedra. Pero todo lo que aquella noche pasó no iba a hundirme, me levanté abrazándome a mi misma.

- Gr-gracias, no sé que habría pasado si no me hubiese ayudado, de verdad, gracias. - Le dije a aquel chico que se encontraba de espalda a mi, yo solo podía tartamudear por el frío que sentía. Mi cuerpo temblaba descontroladamente.

Él no dijo nada. El silencio reino entre nosotros, por lo que supuse que no iba a dirigirme la palabra. Decidí recoger mi jersey colocándolo por mis hombros intentando taparme un poco. Solo quería llegar a mi casa, abrazar a mis amigas y olvidarme de lo ocurrido.

Mis pasos eran rápidos pero a los pocos segundos noté como un gran peso se dejó caer encima de mi cabeza. Al tocarlo pude ver de qué se trataba. Era un gran abrigo que pesaba bastante.

- No te he ayudado porque quería, no te equivoques, yo no ayudo a nadie. Simplemente no podía soportar esa mirada de antes. Me ha puesto de mal humor. - Me decía el muchacho acercándose a mi, por lo que pude observar su rostro con más detalle. Era hermoso, tenía un rostro fuerte y unos bonitos ojos azules. - Te daré un consejo. Vete. Escapa lejos. No me gustaría ver esa mirada tuya de nuevo, y a ti mucho menos lo que haría si la viera. - Y desapareció sin dejar que mis ojos pudiesen seguirle.

Aquella noche llegué a casa con mis amigas encima de mi, abrazándome y bombardeando mi mente con preguntas. Les explique todo y eso ayudó a mi cuerpo a relajarse un poco, aunque eso solo pasaría totalmente con el paso del tiempo ya que seguía tensa. Extrañamente no podía dejar de pensar en esos fríos ojos que me amenazaron después de ayudarme. Fue tan contradictorio. ¿Acaso soy masoquista?

 ¿Acaso soy masoquista?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora