12. Ángel de la guarda, nueva habitación.

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Después de un rato pude notar que en realidad era un chico el que estaba conmigo, no aquel hombre, la mujer entra a la habitación algo fastidiada y se para a un lado de él, no soporto si quiera mirarla, lo único que inspira es terror, me acurruqué aún más.

-Ay por favor, ella está exagerando.- El chico la toma muy fuerte del brazo y la mira fijamente.- No olvides del trato que tenemos tu padre y yo y si me lastimas, te mueres.

-Ese maldito trato no me importa, prometiste mantener a Sara a salvo y ahora la lastimas- Él la toma más fuerte del brazo, se nota que está algo nerviosa, pero sin embargo soltó una carcajada.- No quiero que la toques más.- La suelta y ella lo mira desafiante.

-Sólo espera a que tu padre llegue y verás.- Desapareció por la puerta. Yo me siento en la cama aún temblorosa, y él me tiende su mano para ayudarme a levantarme.

-Vamos, tienes que bañarte.- Ya llevaba casi un mes aquí, y no sabía lo que eso significaba "bañarse", cuando tenía ganas de hacer mis necesidades tomaba una esquina de la habitación con un periódico en el suelo, como si fuese un perro. Le tome la mano y él me ayudó a levantarme de allí, mi pantalón ya estaba mucho más  que rasgado y mi franela de tirantes roja ya se estaba desgastando. Mis converse negras ni siquiera sé donde están, estoy descalza desde que llegué a este lugar. Saque disimuladamente mi cuaderno, tirándolo detrás de la cama, él se dio cuenta, pero no dijo ni una palabra, caminamos hasta la puerta, arrugué los ojos cuando la claridad se comenzó a ver, me tape con una mano los ojos hasta que mi vista se acostumbró a aquella luz, caminamos por un largo pasillo hasta que nos detuvimos por frente a un puerta a la izquierda.- Iré a buscar ropa para que te cambies y una toalla para que te seques, no tardo.- Lo tomé por la muñeca cuando dijo que se iría, me hizo un ademán de que tomo estaría bien. Me dio cierta seguridad en su rostro, no tenía máscara ni nada, no lo había visto nunca. Tomé la perilla de la puerta y la abrí, cuando entré la cerré detrás mío y me senté en el inodoro a esperar a que llegara, tres minutos más tarde tocan la puerta pero yo no respondo, el chico abre sin decir nada, su cabello marrón y ondulado, sus ojos color ámbar y sus labios carnosos y rojizos y piel morena, es muy apuesto. En sus manos traía una toalla blanca, una camiseta de hombre y unos shorts de mujer que me llegaban hasta las rodillas, colocó todo arriba del tanque del inodoro y arriba del lavamos, en una repisa, bajo un jabón y champú.

-Aquí está para que te bañes, y lo que te pondrás cuando termines.- Dijo señalando lo que estaba en el inodoro.- Oh, y por si no te diste cuenta, al lado tuyo, detrás de esas puertas corredizas está la ducha.- Soltó irónicamente con una sonrisa.

-Estoy esperando a que salgas, no me cambiaré frente a ti,-hablé por fin cruzándome de brazos y poniéndome de pie.

-Pues lo harás, porque no te puedo dejar sola.

-¡Entonces no me cambiaré!- Le grité, me toma del brazo algo fuerte y me mira a los ojos.

-Mira niña, gracias a mi estás aquí ahora, te saqué de esa habitación para que te dieras un buen baño después de mucho tiempo, así que hazme el favor de cooperar y de hacer todo lo que se te ordena.

-¿Por qué me tienen aquí, quienes son todos ustedes?

 - Lo único que te puedo asegurar, es que si sigues de terca y haciendo tantas preguntas te cortaran la cabeza como quien corta leña, ¿entiendes? Ahora ve a bañarte y haz silencio. Tenemos mucho trabajo el día de hoy.-Me soltó el brazo.

Bufé ante su respuesta, él negó con la cabeza divertido y se dio vuelta, abrí la puerta de la ducha y entré, Dios, por fin tocaré el agua. Cerré la puerta y comencé a quitarme cada prenda tendiéndolas en la parte de arriba éstas. Luego abrí la ducha y con muchas ansias esperé el chorro de agua fría que en menos de un segundo bajó y mojo mi cuerpo entero, se siente bien, libre. Me quedé ahí paralizada por unos minutos mientras que las lagrimas bajaron, cerré mis ojos para contemplar el agua fría, después de un rato di un paso hacía atrás, saliendo del chorro para buscar el jabón, pero recordé que lo dejé afuera, así que deslice cuidadosamente la puerta para pedírselo a aquel chico, él aún se encontraba de espaldas.

-Hey...- Mira por encima de su hombro y me pareció ver una sonrisa,- ¿me pasas el jabón?- Tomo el jabón y el champú, se dio la vuelta y me los pasó, yo cerré de inmediato cuando los agarré, cuando me saqué el jabón, el champú y terminé de bañarme, me di una cachetada mentalmente por ser tan torpe, se me quedó la toalla. Iba a hablarle cuando mi vista se dirige hacía arriba y ahí estaba recién puesta aquel trapo blanco.- Gracias...- Le dije nerviosa.

-Eres algo distraída, ¿no?-Después de vestirme salgo descalza y con el cabello enrollado en la toalla, quiero escapar de aquí, necesito irme, este chico no se ve tan malo, pero no sé como hacer para convencerlo de que me ayude a escapar.-¿Lista? tenemos que irnos.

-Otra vez me encerrarán en esa habitación...- Le dije más como una afirmación que como una pregunta.

-No, iremos al otro lado, ellos te quieren mostrar algo.- Responde él, mirándome.

-¿Ellos, quienes son ellos?- Él me toma del brazo y me lleva hasta la puerta para saber si alguien nos está escuchando.

-Te daré un consejo niña, si quieres seguir con vida debes de cerrar tu boca y, como ya te lo dije antes, hacer caso a lo que todos te dicen. No todos somos como aquellas persona que te han querido hacer daño. Así que desde ahora, sólo obedece.- Salimos del baño y me lleva a la habitación dónde estaba.

-¿No me llevarás a otro lado?- Le pregunto confundida cuando abrió la puerta.

-Si, pero tienes que recoger tu cuaderno, ¿o como pretendes pedir ayuda?- Abrí mis ojos como plato y él pone cara de fastidio.- Sé que escribes, Sara, toma tu cuaderno antes que alguien nos vea, estarás mucho tiempo en otro lugar y tienes que salir de aquí. Te voy a ayudar.

Le sonreí, tome mi cuaderno rápidamente, lo guarde debajo de mi nueva vestimenta, y salimos de allí . No pude ver nada luego porque me vendaron los ojos, me hicieron subir a un auto hasta que llegamos al destino unos veinte minutos después, nos detuvimos en un lugar donde no se escuchaba la ciudad, sólo ruidos de aves, parecía estar en un bosque. Alguien me tomo del brazo, haciendo que me bajara del auto, camine aún descalza hasta dónde ellos me llevaron; otra habitación.

-Te puedes ir, se quedara conmigo.- Le dice el chico a alguien que estaba con él, luego escucho como se cierra la puerta y a su vez él me quita la venda.- Sólo te traerán comida en las noches, yo sólo podré venir cada tres días y lo que sé es que te interrogarán en una semana, hay una alarma que indica que alguien viene, lo que significa que tienes que guardar el cuaderno.-Mi respiración se aceleró, mis nervios y mi corazón ante la despedida que el chico me estaba dando.

-No te vayas...- Él me abrazó, y mis lagrimas cayeron. Me daba tanta seguridad, y tanta confianza. Después de un rato lo solté y me sequé el rostro con las manos.- No entendí la parte dónde dices que me interrogarán, ¿quienes lo harán?

-No te puedo decir nada de eso, sólo te puedo ayudar a sobrevivir. Esta gente es mala, Sara, quieren culparte de una muerte que no causaste, y tienes que escapar. Al terminar ese cuaderno- lo señaló- me lo das, yo te ayudaré. Pero no puedo dejarte en libertad así porque sí, eso costaría la mía, créeme, yo también me quiero largar de aquí.

-Sí... Está bien, sí.- Fue lo único que dije, todo lo que preguntara sería en vano, no me iba a responder nada, sólo asintió y se fue. Y ahí estaba yo, una vez más en una nueva habitación blanca y menos terrorífica, tratando de entender que pasa conmigo, con ella, con esto. La habitación se alumbraba con un solo bombillo, podía, por lo menos, ver con claridad, por fin, aunque sea un poco. Estaba vacía, no tanto la habitación, yo también, no contaba con ningún tipo de claridad solar, porque no tenía una ventana, solo estaba yo en una esquina de esta abrazando a mi misma, con tan solo un ventilador en el techo, que giraba tan lento. Y sin más, tomo mi cuaderno y escribo, porque es lo único que sé hacer cuando el mundo se cae conmigo.



Anna DallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora