22. Reencuentros no casuales 2/2.

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Todos en algún momento hemos pasado por cosas difíciles, unas cosas menos difíciles que otras, u otras que ni siquiera tienen comparación, pero siempre hay una manera de escapar de ahí, siempre hay una salida. En este caso, yo no encontraba la salida, no la encuentro, me siento como uno de esos canarios que teníamos de pequeños y los metíamos en una jaula, ahora ya entiendo porque movían sus alas con desesperación. Usted, lector, persona que me esté leyendo en este momento, seguro se siente igual de algún modo, se siente preso de algo, no literalmente, pero si figurativamente. A usted solo le aconsejo que haga lo que quiera mientras esté en su disposición de hacerlo; sea feliz, viva, disfrute, goce su vida como nunca y vívala como siempre, porque siempre solo es temporal. Haga lo que tanto teme hacer, porque sino, mañana será muy tarde, quiera tanto, ame tanto, pero sobretodo, hágalo ya, no hay un mañana en este mundo en el que solo somos prestados. Solo quería unos brazos para recostarme y que me dijeran que todo estaría bien, solo quería el afecto de alguien, ese alguien era Zack, que tanto había estado conmigo cuando más le necesitaba, pero él no respondía a mis llamadas y en otros casos salía fuera de servicio. Algo preocupante. Cuando me detuve afuera de la casa de Leo para tocar la puerta estaba pensando en llamar a Zack una vez más, o decirle a Leo que me llevara a su casa, cerré mi puño y golpee la puerta dos veces. Nadie salió. Lo hice tres veces más un poco más fuerte. No respondían, cuando estuve a punto de sacar mi teléfono y llamar a Leonard, la puerta se abrió dejando ver a mi amigo algo nervioso y preocupado. No abrió mucho la puerta, estaba ahí parado, como si tapara algo que estuviese atrás.

-¿Me puedes abrir? Necesito hablar con alguien...-Le dije algo cansada, y es que lo estaba, el incomodo momento que había vivido hace unos minutos no era muy agradable.

-Sara, no me mates por favor.- Me pedía Leo, cerrando sus ojos y frunciendo el ceño.

-¿Por qué lo haría? Leonard, en otro momento te hubiese seguido el juego pero ahora solo quiero...-Y dejo abrir la puerta de par en par. Y justo ahí, al final del pasillo se encontraba él. La persona que menos quería ver en estos momentos. No pude decir más nada, pero recordé esa frase que me digo siempre antes de ponerme débil, vulnerable; "no dejes que sepan que te hirieron".- No tendría por qué matarte, es tu casa-Me encogí de hombros.-Vendré en otro momento...

Pero cuando me giré para irme, el brazo de Leo tomo mi codo haciendo que me detenga, rodeé los ojos. 

-Quédate, creo que tenemos mucho de que hablar.-Negué con la cabeza, luego me gire.

-No hoy, lo siento. No tengo tiempo para personas estúpidas que no saben lo que quieren, adiós.

Entonces me fui, y él no se tomó la molestia de seguirme, ni yo de esperarlo. Creo que ya no estoy para estas cosas, descubrí que no ando en condiciones de rogarle a nadie, ni de esperar a que alguien haga algo por mi, el que se quiera ir está bien y el que se quiera quedar mucho mejor. Que se aleje todo lo que no es para mi, así estoy mejor. Me sentía como uno de esos perritos que están perdidos en la calle que no saben para donde irse, andaba de casa en casa, pero en ninguna me daba paz estar, entonces me detuve ya muy lejos de la casa de Leo para llamar a Zack una vez, esperando a que por fin contestara, y lo hizo.

-¡Zack! ¿Dónde estás?-Dije entusiasmada.

-En mi casa, dónde andas tú, hoy fui a tu casa pero nadie salio.

-Veámonos ahí, voy para allá.

-Esta bien.

Colgué y fui rumbo a mi casa, pero justo cuando estaba pasando por el lago Crombeel, el bolsillo opuesto de dónde estaba mi teléfono, comenzó a vibrar. Era él. Maldita sea. Observé todo el lago y también el parque, todo estaba absolutamente solo. Eran casi las dos de la tarde y no había nadie en este lugar. Al tercer pitido del teléfono, conteste. 

Anna DallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora