26. Como todo ocurrió 1/2.

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No sabía dónde estaba, no sabía por qué había en mi nariz una sonda nasogástrica, ni por qué estaba acostada en una camilla, ni el hecho de que estaba vestida de blanco, ¿dónde estaba mi ropa? ¿dónde estaba yo? Una pequeña e irritante punzada paso por mi cabeza para nunca más irse, quise mover mis manos para tocarme el cabello, pero no podía, en mi brazo izquierdo tenía unos bajantes de suero junto con una pequeña gasa que tapaba la aguja, tenía el brazo dormido, el derecho, en cambio, no lo sentía en absoluto, ¿que pasaba? Comencé a observar toda la habitación, no lograba diferenciar nada, mi vista borrosa no dejaba que detallara cada parte de esas paredes dónde yo me encontraba. Escuché una gota, un segundo después otra, y luego otra más... La busqué, estaba justo arriba mío, enfoqué mi vista, era el suero cayendo y entrando por los bajantes, me concentré en como hacía su trabajo y me quede observando como entraba en mi brazo, pero entró alguien, no vi quien era, no me interesaba saber quien era, solo quería ver como las gotas bajaban y entraban en mi cuerpo, otra gota, después una más y otra, no sentía mi cuerpo, es decir, no sentía que estaba en la tierra, a lo lejos podía escuchar mi nombre, pero no quería voltear, las malditas gotas era lo único que me importaba, ni siquiera huir, pero y  ¿para dónde? Otra gota bajó, luego otra la siguió, después de haberse hecho pequeña y luego más grande, y así otra le hizo competencia... Una vez más esa misma voz me interrumpió, pero no presté atención, las malditas gotas era lo único que me importaba, otra más, otra y otra, entonces una mano no me dejó ver más.

-¿Te gusta ver como bajan?- Un señor de unos ochenta años me hablaba, su cabello blanco, sus dientes blancos, su bata blanca, sus zapatos blancos y lo único negro que había en él era su tono de piel y su reloj en su mano izquierda. Quise hablar, pero no pude. Quise moverme y tampoco pude. Me limite a ver su mano ya que me habían quitado la dicha de ver las gotas.- Supongo que te preguntaras dónde estás, yo te voy a responder, pero primero tienes que colaborarme,-le miré, me equivoque con respecto a que lo único negro eran su reloj y su tono de piel; sus ojos también lo eran, estaba a  medio metro de distancia de mi cara- tú madre me pidió que te cuidara.-fruncí el ceño.

-Si mi Sally, aquí estoy para ti, te amo eterna y completamente mi cielo, no te preocupes.-Su mano tocó la mía y sentí su calor, aún cuando antes no había sentido nada, comencé a ver borroso, las lagrimas se comenzaban a adueñar de mis ojos, pero luego de mis mejillas y mi madre de mi mente, ¿estoy muerta?- Prometo cuidar de ti, como tú cuidaste de nuestro brazalete y de todas nuestras promesas... No es él, no confíes en él, no lo hagas. Te amo, te amo, te amo mi Sally. No le creas. No es él.-Sus te amo sonaban más lejos que el anterior, al igual que cualquier otra cosa que saliera de su boca, igual que su piel, igual que su ropa, todo se desvanecía, igual que el doctor que ya no estaba en la habitación, igual que las malditas gotas del suero, igual que yo en esa cama, y solo podía escuchar su amor, sentirlo incluso, pero ya no la veía, pero yo no veía nada. 

***

Entonces desperté, una olada de calor invadía mi cuerpo, ya no tenía la camiseta de hombre, y el short de mujer que mi ángel guardián me había prestado estaba desabrochado, me senté muy asustada en la cama, estaba en una habitación diferente a todas, mi cuaderno no estaba, parecía ser de día, un rayo de sol entro por una pequeña abertura, quise pararme, me dolía tanto el vientre que solo me limite a llorar y llevar mi mano hasta allá, no se qué ocurrió, no se dónde estoy, la sangre que había a mi al rededor puede ser mi regla, ya que no sabía que día era y no sabía si estaba en mis fechas de menstruación, pero yo nunca había sangrado tanto y mi zona intima nunca había dolido de esa manera, mi cuerpo duele como si un tractor me fuese aplastado y me hubiesen revivido, al bajar la mirada pude observar en mi brazo un moretón, y en el izquierdo otro, mi rostro duele y en mi boca siento el sabor metálico de la sangre, tengo sed, tengo mucha sed, seguí llorando, me detuve cuando escuche pasos cerca y el cerrojo tratando de abrir. Varios hombres vestidos de negro entraron y me tomaron de los brazos, entonces fue donde comencé a llorar más fuertes, estoy tan débil y a ellos les vale mierda, me sacaron de allí, y cuando vi la claridad mi vista comenzó a doler. La voz de mi madre diciendo que me ama me hace llorar aún más fuerte, nuevamente recordé que habló sobre un hombre, ¿a que se refería con que no confiara en él?, todo es tan confuso, escuche un disparo que me hizo entrar en la realidad, al mismo tiempo me soltaron cayendo en el suelo frío, supuse que era el suelo por lo duro que estaba, pero nunca separe mis manos de mi cara. 

Anna DallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora