CAPÍTULO 4

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5 meses atrás...

Tomo bocanadas de aire intentando relajar mi cuerpo. Ha sido un día extenuante y eso que apenas estoy a mitad de él. A comparación de otros días no leeré, en cambio tomaré una siesta en el mullido y cómodo sofá del consultorio.

Después de cerrar mis ojos y de lo que creo ser unos 10 minutos en los que ya me había logrado quedar dormido, escucho a lo lejos como golpean la puerta de manera repetitiva. En el momento que reacciono me levanto de inmediato creyendo que algo malo le ha sucedido a Lía, quien normalmente a esta hora no debería de estar aquí.

Acorto la distancia entre el sofá y la puerta en rápidas zancadas, pero justo antes de abrir reconozco unos sollozos suaves, unos que he escuchado en varias ocasiones:

Elizabeth.

Siento una sensación extraña relacionada al miedo y la preocupación que no debería de estar ocurriendo. Intento ignorarlo diciéndome que soy humano, es mi paciente y como cualquier otro no desearía que le pasara algo grave.

En menos de un instante que me toma abrir la puerta, ella se abraza a mi cintura y sus sollozos incrementan. Mi cuerpo se vuelve rígido sin saber cómo reaccionar, le tarda un segundo salir del impacto, pero luego, la rodeo con mis brazos fuertemente de manera casi involuntaria.

Tiembla desarmada en lágrimas. No parece adecuado preguntarle qué sucede cuando es notable que sólo busca liberarse, como si tuviera una sensación de estarse ahogando. La abrazo con más fuerza y eso parece hacerla reaccionar, se aparta rápidamente con la cabeza gacha.

—Dis-discúlpame. No...debí. —Le cuesta hablar mientras hipea.

No puedo evitar recorrerla con la mirada para asegurarme que físicamente se encuentra bien, todo parece en orden e impoluta con su bonito cuerpo envuelto en un vestido café pálido que le llega un poco más arriba de las rodillas.

—No te preocupes. ¿Deseas pasar, quieres hablar, te duele algo? —pregunto a la vez que me hago a un lado invitándola a seguir. Si ha venido hasta aquí es porque necesitaba de mí y no la dejaré ir hasta que se haya calmado un poco.

Alza su rostro que está completamente rojo y empapado por las lágrimas, el poco maquillaje que maneja se ha corrido manchando sus ojos y mejillas. Aun así, sigue siendo hermosa, cualquier persona con vista lo notaría.

Me pasa por un lado de manera tímida, le brindo una sonrisa tranquilizadora. Se sienta en el sofá donde acabo de levantarme y cierro la puerta tras de mí sin despegar la vista de sus movimientos.

››¿Quieres algo de beber? —Espero una respuesta mientras me acerco al escritorio para tomar pañitos, luego los extiendo para que limpie sus lágrimas. En este momento sólo salen silenciosas, ha dejado de sollozar.

—Agua, gracias. —Toma un pañito de la caja y emite una pequeña mueca que parece ser un intento de sonrisa.

Asiento y le doy la espalda para servir la bebida, regreso para entregársela y observar como la bebe en pequeños sorbos. Estoy esperando que esté lo suficientemente tranquila y dispuesta hablar en el momento que lo considere. Para mi sorpresa no tarda mucho.

››Acabo de terminar con Anthony —Juega con el vaso prestándole toda su atención mientras se encoge de hombros—, o eso creo.

—¿Qué sucedió? —pregunto aparentando neutralidad, pero la verdad es que dentro de mi algo se ha regocijado con sus palabras.

—Vengo de su oficina, y —Se detiene unos segundos mientras suelta un leve sollozo—, lo vi con su secretaria.

—¿De qué manera lo viste? —Mi quijada se aprieta involuntariamente imaginándome a que se refiere.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora