CAPÍTULO 14

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Aunque intenté mantenerme despierto y controlar las ganas de llamarla, al final el sueño me venció y sólo desperté con la alarma programa para mi hora de ejercicio.

Ahora con la ropa adecuando para salir a trotar y hacer algo de barras, tomo las llaves junto con los auriculares y el iPod, el celular ha muerto gracias a que ayer me dormí sin conectarlo al cargador.

Después de 3 km a paso acelerado y casi una hora más de quemar mis músculos en el gimnasio del parque intentando drenar algo de mi molestia y preocupación, decido que ha sido suficiente. Regreso al apartamento para ducharme de forma rápida, tomar todo lo que necesito y engullir algo de fruta, café y omelette. Sin tiempo de revisar el celular, lo desconecto y salgo apresurado para la empresa. Perdí un poco la noción del tiempo mientras me ejercitaba y estoy a punto de llegar tarde a la primera cita.

Me espera una semana atareada por haber faltado el día de ayer y tengo un absurdo sinsabor instalado en mi mente que a veces parecía que oprime una parte de mi pecho.

¿Verdaderamente quiere esto? Se siente perturbador cuando crees estar luchando solo.

Me disculpo con las personas que llevan esperándome por lo menos unos cinco minutos, respiro profundamente mientras acomodo lo necesario para hacerlos pasar. A pesar que es difícil intento olvidarme unas horas de todo, de mis pensamientos negativos, para centrarme en los de los demás.

A la hora del almuerzo en el cual apenas tengo un respiro, por fin tomo el celular que inconscientemente estaba evitando ver, tal vez por evitar llamarla o darme cuenta de que ella no lo ha hecho. Parezco un estúpido adolescente primerizo y dramático que le afecta algo tan insignificante como ella ocultándome con su padre y olvidando lo que mamá le ha dado en mi auto. Continúa en el maletero y presiento que parte de las flores comenzarán a marchitarse por la falta de oxígeno.

Allí no entran rayos de sol y mucho menos agua, me molesta un poco saber que algo tan preciado para mamá, como lo es haberle dado materas con sus flores y plantas favoritas, estén muriendo de esa manera, sé que le dolería si lo supiera.

Llevo el dedo índice y el pulgar hasta mis ojos aprisionándolos. Creo que debo sacarla de allí para cuidarlas hasta que Elizabeth decida darles su atención.

El celular se enciende y vibra en mi mano, llegan varios mensajes de llamadas perdidas, avisos de las noticias, y otros de la aplicación de mensajería instantánea. Algunos son de ella.

Elizabeth: Perdón por haberme ido así, te debo una explicación. Descansa y... de nuevo, perdón.

Ese fue de ayer casi a media noche, pero no me fijé esta mañana que apagué la alarma y al salir del baño ya estaba completamente descargado.

Elizabeth: Te he llamado unas cuentas veces, me siento acosadora.

Elizabeth: Tu celular permanece apagado. Por favor habla conmigo.

Elizabeth: Estoy comenzando a preocuparme, dame una señal de que estás bien y quieres escucharme. Creo que no es para tanto, por favor hablemos... Te lo suplico.

Elizabeth: Cuida de las flores, las dejé a propósito y tengo una razón, aunque parezca estúpida. No las dejes morir... No me dejes, por favor.


Para el último mensaje, que fue hace más de media hora, el disgusto que tenía se ha disipado; incluso desde la primera oración, ahora sonrío como estúpido. No podría estar enojado con ella, en realidad no lo estuve nunca.

Todo con Elizabeth se siente tan grande, tan apabullante. Es extraño, aterrador y me gusta, me encanta la cantidad de emociones nuevas que experimento con ella al mínimo detalle, lo bueno se siente demasiado maravilloso y lo malo, por pequeño que sea, se siente aplastante, desgarrador.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora