CAPÍTULO 13

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Al final logré concentrarme en la conversación que se desarrollaba en la mesa mientras no paraba de observar, aunque fuera de reojo, a una Elizabeth que se removía de tanto en tanto.

Mamá le pidió que realizara un agradecimiento por los alimentos sin importar de quién era creyente, todos cerramos los ojos, nos tomamos de la mano y dimos gracias después de unas bonitas palabras.

—Hoy, agradezco a Dios el estar aquí, compartir con personas maravillosas que han puesto ante mí un plato de comida de manera desinteresada, alimento brindado por la naturaleza que tanto cuidan en este bonito hogar; donde se respira amor, paz y tranquilidad. Bendícelos siempre para que nunca falte el pan sobre la mesa y con quién poder compartirlo, Amén.

—Qué bonita oración, muchas gracias —señala mi progenitora y yo no paro de mirar a Eli con adoración.

Todos nos disponemos a comer sin evitar las risas por las anécdotas que cuenta mamá apoyada por Tomás, conozco miles de versiones de una misma historia, ya no sé cuál es la real.

Después de ver a Anna mover su cuello en repetidas ocasiones la obligo a irse a descansar, todos hemos tenido un día largo y mañana podremos compartir más si nos vamos todos a la cama.

Me ofrezco a lavar los platos teniendo una pequeña discusión con Elizabeth que insiste en ayudarme, al final logra que ceda después de picar mis costillas, darme besos, mordiscos y hacer pucheros.

Al terminar, guardamos silencio sintiendo la casa sin un murmullo, así que la tomo rápidamente por la cintura sentándola en la alacena. Suelta un gritico y tuerzo la boca en una mueca picara.

—Quiero mi postre. —Ataco su cuello sin previo aviso.

—Carl, por favor —jadea—, aquí no.

Recorro el pequeño escote de la blusa con mi lengua y ella se estremece. La tomo en brazos provocando que enrolle sus piernas en mi cadera sin dejar de besar y lamer su cuello. Subo las escalas directo a la habitación de huéspedes.

Cruzo la puerta cerrándola con el talón y deposito una Eli extasiada por toda la atención que le estoy dando a puntos débiles en su cuerpo.

—No puedo mantener mis manos alejadas de ti por mucho tiempo, Caperucita.

—Entonces no lo hagas —señala eclipsada por la situación.

Le tomo la palabra y llevo ambas manos hasta sus pechos amasándolos con ímpetu sobre la blusa, la respiración se le entrecorta obligándola abrir su boca, aprovecho para robarle el aliento de manera desesperada.

Todo se vuelve pequeños gemidos entre besos, caricias y atenciones. La ropa desaparece, así que aprovecho la completa oscuridad para deshacerme de todo hasta quedar en bóxer. No pretendo que hoy sea el día para impulsarla a romper su mayor miedo, es sólo de la manera en la que duermo.

Delineo su ropa interior fascinado por la sensación en la yema de mis dedos, gruño al sentir la pequeña montaña prominente en cada uno de sus senos. Están erectos, dispuestos. Sin quitar su sostén atrapo uno entre mis dientes, la tela es tan delicada que se siente muy palpable, gime desesperada intentando no gritar.

—Muerde algo, cariño. —Pido con la voz enronquecida.

Alucino en el momento que toma una de mis manos introduciendo dos dedos en su boca, los muerde y chupa con ahínco. A pesar que produce algo de dolor, causa corrientes eléctricas cargadas de excitación, provocando que el elástico de mi ropa interior apriete con desesperación.

Doy atención al otro que se encuentra desamparado sin ningún cariño al tener una mano en su boca y la otra sosteniendo parte de mi peso. Antes de tomarlo jugueteo con él, soplo, lleno el alrededor de pequeños besos casi imperceptibles. Suelta el agarre que tiene en mis dedos.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora