CAPÍTULO 21

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—Te encanta.

—Hablas como si no me conocieras —bufa Mario y gira sus ojos con exasperación.

—Porque te conozco es que estoy seguro de eso.

—Estás mal bastardo, no me estás escuchando. Es insoportable, rebelde, insípida, petulante, altanera, amable con los demás y un demonio conmigo.

—¿Se supone que esos son sus defectos?

—Los principales.

—Ahora háblame de sus cualidades.

—No intentes hacer terapia conmigo.

—Sólo responde, Mario.

Bebe de su cerveza en nuestro bar favorito para la noche matutina de amigos y me observa intrigado, como si verdaderamente no supiera que estoy viendo y el no.

—Sus ojos son más impresionantes de frente, con su pequeño rostro y facciones delgadas, tiene descendencia rusa y es así de frívola.

—Cualidades —interrumpo provocando que ruede sus ojos.

—Es inteligente, tiene un don con los niños. —Hace una mueca extraña debatiéndose si eso es bueno o malo—. Es bastante madura para su edad, aunque su cuerpo parezca menor, realiza cortes y sutura perfecto. Es meticulosa, perfeccionista, detallista, tiene bonita sonrisa. —Su tono ha disminuido y pareciera que se pierde en algún recuerdo.

No puedo evitar reír, lo cual intento ocultar con una tos mal disimulada.

—Lo dicho, te encanta.

—Vete a la mierda. Cuéntame que tal tu nuevo puesto, el de las mismas gilipolleces, mejor salario.

Llevo un poco más de una semana trabajando en Yourself y apenas estoy comenzando acoplarme a los cambios. Fue duro despedirme de todos en ese lugar, de Luis, Lía y...Bianca.

Al lunes siguiente después de la fiesta estaba esperándome en la puerta del consultorio con rostro de aflicción que haría derrumbar hasta la persona más frívola. Me explicó que sabía trabajaba en ello, pero nunca se imaginó que fuera en ese lugar, era el más costoso de la ciudad y por ende recurrió al mismo buscando obtener las mejores bailarinas. Vi honestidad en su rostro, al igual que su desesperación porque le creyera, simplemente zanjé el tema ignorando el hecho de como Mónica no se mostró para nada sorprendida de verme allí.

Todo estuvo bien hasta el día que me despedí, lloraba como si le estuviera diciendo que me iría del país y jamás me volvería a ver, me hice prometerle ciento un mil veces estar en contacto, no dejar que la amistad se desvaneciera. Me pareció demasiada extraña su actitud, somos amigos cercanos, sé cuánto me quiere, pero nunca me imaginé verla así, incluso ella se sentía extrañada y desconocía cuanta cantidad de lágrimas podían salir de sus ojos por algo tan mínimo.

De quién más me dolió despedirme fue de Lía, soltar sus manos regordetas y dejar de ver su sonrisa maternal todas las mañanas es de las cosas que más extraño.

Le cuento todo a groso modo y el reprime una carcajada.

—Si no la conociera diría que Bianca te ama, pero esa mujer sólo se ama a sí misma.

—No quiero hablar de eso.

Lo menos que deseo es matarme la cabeza con algo que tiene mínima importancia para mí, si duré siete años manteniéndola a raya de nuestra amistad por más atractiva que me pareciera, ahora más que estoy con Elizabeth y he dejado la empresa. En algún momento encontrará otro capricho si es el caso.

—¿Tu novia sigue yendo a terapia con ella?

—Sí, ha avanzado mucho. Hace poco tuvo una terapia cognitiva conductual que la ayudó bastante. La verdad, es que eso tengo que reconocerlo: Bianca es excelente en su especialidad y me siento un poco culpable de no haberla remitido antes.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora