CAPÍTULO 31

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CARLSON

—¿Por qué no esperan unos meses más para?...

—Usted sabe que no hay posibilidades de recuperarse completamente de esto y, si sucede, lo más probable es que quede con discapacidades representativas. Ya van dos meses, el pronóstico de ser reversibles es casi nulo, no soporto verla más postrada en una cama.

—Puede suceder un milagro, tal vez...

—No me quedaría esperando un milagro mientras la miro a los ojos, con su cuerpo casi inerte. Usted como médico sabe que no sucederá y no es lo que mamá quiere para su muerte.

—Es lo único que puedo hacer por ustedes, señor. Lo siento.

—No puedo creer que tengamos que viajar hasta Suiza para darle una muerte digna, es su voluntad decidir sobre su vida. ¿Qué le ve de digno mantenerse postrada en una cama de manera indefinida mientras no puedes controlar ni tus propios esfínteres?

—Lo siento señor, son las leyes de este país. —Gruño levantándome de la silla.

—Este país continúa bajo la falda de la iglesia opresora que no permite al hombre ser libre. —Doy media vuelta y salgo cerrando de un portazo.

—¿Qué te dijo? —pregunta Tomás al verme cruzar el pasillo, demasiado furioso para detenerme.

—Lo que ya sabíamos, debemos viajar a Suiza. Allí es posible aplicarle la eutanasia a un extranjero. —Lo último lo digo en un susurro desgarrador, debo tragar fuerte para no volver a derrumbarme aquí.

Mis ojos escuecen de tanto llorar, ya no puedo seguir así.

Han sido los dos peores meses de mi vida. No encuentro sosiego, no puedo dormir, incluso he estado a punto de renunciar en el trabajo por toda mi inestabilidad emocional y el tiempo para viajar cada día desde la casa de mamá hasta la empresa y viceversa. No quiero volver al apartamento, no quiero separarme de ella.

No puedo negar que una parte de mí, en lo más profundo de mi corazón, quisiera creer que un milagro podría suceder para mamá o que con sus súper poderes lucharía contra todo para levantarse de esa cama y volver a caminar, abrazarme, decirme cuanto me ama.

Como ese niño que le contaba historias a sus amigos de cómo su mamá era una heroína real y tenía poderes para sanar, para hacerme reír, para enseñarme, para mantenerse fuerte, que, aunque se veía un poco loca hablando con las flores, de alguna forma sabía que la escuchaban.

Siempre me han gustado los súper héroes y Hulk era mi favorito, después de mamá. Ella es más fuerte que Hulk y ahora puedo darme cuenta que no me equivoqué. Siempre fue feliz, incluso criando un hijo inquieto, completamente sola; siempre sonreía y era buena con cualquier ser vivo. Es tan fuerte que fue feliz, incluso sabiendo que se estaba jugando sus últimos días de vida.

Aunque quisiera esperar y mantener la esperanza, no puedo pasar por encima de su voluntad. Ella ya lo decidió.

No sé si seré lo suficientemente valiente para dejarla ir, sin que termine de destrozarme el mundo.

***

Me recuesto en su cama mientras Tomás termina de despedir a las personas que asistieron para darle un adiós. No tengo fuerzas ni ganas para continuar allí.

Esparcir las cenizas sobre su jardín, como ella así lo deseaba, fue la peor parte de todo esto y no pude evitar quebrarme. Estuve entumido desde que viajábamos a Suiza, hasta que regresamos con su cuerpo ya incinerado. No había pasado tantos días sin modular palabra.

Ahora la realidad aplastante me ha golpeado con fuerza, saber que jamás la volvería a ver o sentirla de manera física... fue devastador.

Tomo la carta que escribió para mí y una sonrisa se me escapa. Es tan cínica que dejó todo preparado para el día de su muerte, tan libre para saber que moriría por decisión propia, justo en el momento que lo deseaba.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora