CAPÍTULO 9

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Estoy esperándote en el consultorio junto con una sorpresa para ti. No se te olvide pasar por este idiota que no para de pensarte y desea saber de tu día.

Un beso... mejor muchos.


Envío el mensaje a Elizabeth, del cual no espero respuesta. Supongo que está llegando al edificio para la cita que tiene con Bianca, sé que le será de ayuda porque es muy buena en lo que hace.

Además, disfrutaré bastante ayudándola con las terapias sexuales. Bi puede llegar a ser bastante ocurrente, espero no se contenga con Eli.

La hora y media restante para verla pasa rápido, organizando papeleo y recibiendo una pareja que me ha sorprendido. Es demasiado raro encontrar un par abuelos, que llevan más de 35 años de casados y han hablado de la idea de separarse, pero, primero decidieron buscar ayuda con un psicoterapeuta.

La idea fue de ella y a él se le nota en los ojos el miedo a perderla, por eso ha aceptado. Fue evidente que no deseaba estar frente a mi contando sus problemas, al parecer es demasiado orgulloso, egoísta y machista, lo cual está provocando que ella colapse a pesar de los años, principalmente por la manera en la que él actúa con la hija mayor por su posición retrograda. No teme a quedarse sola, luchando con garras y dientes al lado de sus hijos, si el no decide darle su lugar por fin. La ama, se le nota en la mirada, sólo que no sabe cómo demostrárselo de la manera correcta, es de la única que conoce.

Escucho la puerta ser aporreada suavemente unas tres veces. Rosalía ya se había despedido así que debe ser Elizabeth. Guardo el documento que redactaba y me apresuro abrir.

Ansío su boca con unas ganas casi primitivas.

Abro y la decepciona palpable se refleja en mi rostro. Es Bianca. Está maquillada y su aroma llega fuertemente a mis fosas nasales. Al parecer su tarde apenas comienza.

—Quema en mi pecho esa cara que tienes, corazón. ¿A quién esperabas?

—No, no es por ti, sólo creí que... olvídalo.

La dejo pasar mientras recojo las cosas para irme a casa. Tomo el celular y noto que no se ha conectado hace más de dos horas.

—Si esperabas a tu muñequita de cristal, se ha ido a casa. Tuvimos una buena primera sesión, necesitaba recomponerse, pero está bien.

—¿Le dijiste algo malo, fuiste dura con ella? —Mi tono suena más amenazante de lo que pretendía.

—Oye no, me ofendes. Soy profesional y muy buena en lo que hago.

—Perdón Bi, tienes razón. Sólo... no sé qué me pasa con ella. Siento la necesidad de protegerla todo el tiempo.

—No pasa nada, supongamos que no lo insinuaste y que tampoco escuché eso. —Lo último lo dice en un murmullo, pero llega a mis oídos.

—¿Qué pasa con ella, Bianca? —La observo acusador.

—Nada, no es con tu chica. Sabes que repelo un poco eso del enamoramiento y entrega excesiva. —Le creo porque sé que es así y su mirada se siente trasparente.

Termino de recoger todo y pienso en llamarla, habíamos quedado que al terminar sus secciones nos veríamos, lo pactamos desde el primer día. Así que supongo necesitaba espacio y me buscará si lo desea.

Quería hablar con ella, escucharla, hacerla reír, besarla, contarle mi día y que haga lo mismo. No la veo hace cuatro días y cada espacio de mi la añora. Desconozco toda esta especie de necesidad que estoy sintiendo por tenerla cerca.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora