CAPÍTULO 34

4K 411 15
                                    

ELIZABETH

—Deja de darme sermones, hermanito. Me cuido y ya no soy una niña.

—Vas a sufrir si vuelven a separarse, Elizabeth. Es obvio y evidente lo mucho que sienten el uno por el otro y acabas de asegurarme que te mantendrás firme en tu deseo de volver.

—No puedo dejar mi vida en este momento, pero ahora que todo se ha esclarecido y lo he vuelto a ver, tampoco me imagino una vida sin él. Podríamos hacer funcionar una relación a distancia, o, tal vez... no lo sé.

—Estás en un gran dilema, Eli. Debes pensarlo bien —Muerdo mi labio inferior y observo a la nada mientras termino el café del desayuno.

—Iré a cambiarme para hacer algo de ejercicio.

—Bien. ¿No quieres ir a saludar a nuestros padres? —Niego con la cabeza sintiéndome un poco mal por eso.

—Están furiosos por haberme visto en televisión hablando de mi relación con Carl. No quiero más comentarios sobre lo que se ve bien o mal en una mujer "decente".

—Lo entiendo. Entonces hablamos más tarde, ¿Almorzamos en algún restaurante a las afueras?

—El que tú quieras. —Estiro el brazo sobra la mesa y acuno su mano bajo mi palma—. Gracias por todo, gracias por entenderme, por cuidarme, por estar aquí apoyándome. Sabes que te amo.

—Es lo que siempre debí hacer por mi hermana menor, al igual que con Mery, me perdí de verlas crecer felices al lado de las personas que verdaderamente quieren por segarme en la crianza déspota de nuestros padres. Perdóname, y también te amo, mocosa. —Se levanta, da un beso sobre mi frente y luego desaparece por la entrada del restaurante.

Subo a la habitación para cambiarme y dirigirme al gimnasio. Me apetece despejar la marea de dudas que hay en mi mente, haciendo que mis músculos ardan mientras mis pulmones buscan aire.

Salto el lazo, realizo abdominales, trabajo el área de los hombros que intercalo con ejercicios de cardio hit, quince minutos en la escaladora y termino con otros quince en la corredora. Estoy jadeante y cansada, pero satisfecha por la descarga de energía que me impide pensar durante un par de horas mientras ejercito mi cuerpo.

El celular que está protegido y adherido a una banda en mi bícep izquierdo para facilitar la música que me motiva, suena con una llamada. Es Avery.

Va asesinarme por el teléfono, no le avisé que vendría y tampoco le conté que ese hombre del que hablaba era el mismo por el que lloraba en sus brazos. Todo fue tan rápido y arrollador que no había terminado de digerirlo todo y ya estaba en tierras españolas de nuevo.

—¿Por qué jodidos no me dijiste que era tu chico y dónde te has metido, traicionera? —Rio a causa de su tono dramático.

—Perdóname Avy, volé a España sin pensarlo y cuando supe que era Carl del que hablabas ya estaba en casa.

—Tuviste que llamarme, hubiera ido contigo.

—Mi hermano insistió en acompañarme. Regresaré esta misma noche y te contaré todo.

Salgo del gimnasio en dirección a la habitación.

—Con razón estabas tan loquita por él, cualquiera lo estaría. Es todo un bombón.

—Lo sé —vuelvo a reír—, pero lo mejor que tiene no es su físico.

—Lo imagino... hay fotos de ustedes casi besándose en el lobby de un hotel.

—¡Oh Dios, qué horror! —Llevo mi mano libre a la frente, presionando en desesperación y vergüenza.

Esto de nosotros siendo tan públicos, no me agrada para nada.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora