CAPÍTULO 33

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ELIZABETH.

Sus manos llegan hasta mis hombros y comienza a descender suavemente hasta mis codos. Me envuelve en un abrazo desde atrás, que, en vez de hacerme sentir mejor, causa todo lo contrario.

No puedo creer que esté dispuesta a perderlo de nuevo. ¿Cómo dejar mi vida por volver a su lado si me ha costado tanto sentirme tan plena? Pero él... es lo único que me hace falta para sentirme la mujer más feliz y completa.

Shhh. No llores más, cariño —Da un beso en la piel expuesta de mi hombro, me estremezco.

—Lo siento tanto, Carl. Yo no... puedo —sollozo.

—No lo sientas, Eli. Estoy orgulloso de que te estés amando primero a ti por encima de todo, que te sientas suficiente para hacerte feliz, que quieras seguir adelante con tu vida. Eso te hace aún más excepcional ante mis ojos.

Este hombre no deja de decir palabras perfectas, de hacerme sentir bien, incluso en estos momentos en los que acabo de rechazar la idea de volver a España. No quiero mi vida antes de Canadá, pero tampoco quiero una sin él, no ahora que ya todo está tan claro.

Ahora su beso está en mi cuello y el escalofrió que me recorre el cuerpo se instala en la parte baja de mi abdomen.

—Te amo, Elizabeth Reynolds. Cada segundo que pasa te amo más, aunque parezca imposible.

—No dudes que también lo hago, Carl —Me giro sin apartarme de sus brazos. Necesito verlo a los ojos, aunque me destroce el alma—. Te amo muchísimo, no he dejado de hacerlo ni siquiera cuando sufría pensando en que podías haberme lastimado y herido sin cura alguna. Pero yo ya no pertenezco aquí, no quiero ser infeliz regresando cuando me siento tan bien donde estoy. Me he encariñado de una manera extraordinaria con Julieth, esa pequeña me ha robado parte de mi alma y quiero seguir siendo parte de su crecimiento. Por primera vez en la vida tengo una mejor amiga, salgo más a menudo, el clima frio me agrada, todo de allí me tiene atrapada. Encontré mi lugar.

—Me hace muy feliz escucharte decir eso. Y sé que me amas, siempre lo he sabido, Caperucita. —Su agarre se afianza en mi cintura apretándome contra su anatomía—. ¿Me dejas demostrarte cuánto te amo? Me estoy volviendo loco por besarte.

Sus palabras logran cosquilleos en todo mi cuerpo que reacciona por completo ante su cercanía. Aunque me parece un poco extraña su tranquilidad ante el hecho de que continuaremos a kilómetros de distancia, sólo por hoy lo dejo estar. También me estoy muriendo por besarlo.

Tomo la iniciativa enredando mi mano en su cabello y lo pego a mi boca sin intención alguna de ser tierna, paciente o cariñosa. El beso es completamente desesperado, con sabor a: te extrañé cada minuto que pasó, cada kilómetro de distancia o lágrimas derramadas, disminuida en este preciso momento.

Se siente como si una parte que se mantenía robótica y completamente descargada, volviera a llenarse de energía que electrifica todo mi cuerpo. Incluso se me escapa un suspiro de alivio, como si estuviera muriendo de sed y por fin encontré el poso de agua más cristalino en un amplio desierto.

Nuestras manos se tocan impotentes e intranquilas, cada punto se siente que arder ante su tacto. Estoy completamente derretida entre sus brazos, vuelta un charco de deseo, añoranza y despojo.

Quiero sentirlo, quiero que reclame mi cuerpo y me haga temblar como lo hacía antes, quiero revivir todas las sensaciones explosivas cuando éramos uno.

Nuestras lenguas se rosan, masajean y juguetean, amasa mis labios, muerde y hala. Los mima con anhelo y dedicación provocando que suelte pequeños gemidos a causa de ser tan buen besador.

LIBÉRAME [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora