CAP 1 ¿QUIÉN ES ÉL?

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Base secreta de la KGB, Rusia

-Eres una idiota e incompetente, Natalia. Padre estará furioso por tu misión fallida. No debiste dejar con vida a nadie en esta misión.

-Cállate Yelena y no te entrometas más en esto.

-Lo siento hermana, padre ya lo sabe. Yo me encargué de contarle cada detalle de tu incompetencia y esta vez ser la favorita no te salvara. -Le dijo la rubia riéndose a carcajadas.

-¡Que maldita!

Respondió la pelirroja dándole un puñetazo en el rostro y abalanzándose sobre ésta para partirle la cara.

La rubia intentó evitar los golpes, pero Natalia eras más ágil y astuta. Una guerra de puñetazos, y patadas se desató en el pasillo de la base.

-Nunca ha importado que tanto me esfuerce en ser la mejor, siempre termino bajo la sombra de tu supuesta grandeza, pero eso se acabará muy pronto Natalia. Seré yo quien ocupe tú lugar muy pronto, la mejor viuda negra que ha existido en la KGB.

-Ja, quisiera vivir tanto como para ver eso, maldita. -Soltó La pelirroja en un tono sarcástico y burlón.

Las chicas siguieron en su pelea personal, hasta que un estruendoso disparo las trajo a ambas a la realidad.

-Vladimir... -Dijo la rubia.

Vladimir les apuntó a ambas con su arma sin expresión en su rostro. Él había sido uno de sus tantos entrenadores de la habitación roja, pero ahora era la mano derecha de su padre. Por lo que ambas debían respetar aquél hombre y quizá temerle también...

-Natalia, tu padre espera por ti en su despacho. No lo hagas esperar. -Le dijo con un ceño duro y frío, mirando con repudio a ambas chicas.

Natalia asintió con la cabeza y se separó abruptamente de la rubia para dirigirse al pasillo que la llevaría hasta su padre. Ivan Petrovich.

-Buena suerte querida hermana. -Dijo Yelena riendo a carcajadas.

Natalia sentía como el aire comenzaba a faltarle, las manos le sudaban y temblaban sin poder evitarlo. Si había algo a lo que temía era a su padre y quizá su descuido le costaría muy caro esta vez.

Mientras caminaba, la rusa iba recordando la última vez que una misión había salido mal por culpa de la estúpida de Yelena. Ya que por querer superarla en todo para quedar bien con Iván, había arruinado los planes de su misión, provocando que la tropa infiltrada fuese descubierta y emboscada. Apenas lograron salir con vida aquélla vez y escapar de los eternos enemigos de su padre, Hydra. Natalia había pagado por aquel error ya que era quién dirigía la misión.

La pelirroja fue torturada y azotada por lo soldados de Iván, permaneciendo encerrada en total oscuridad, sin comida ni agua por una semana. Aquella vez creyó que la dejarían morir, estaba preparada para hacerlo, pero su padre se compadeció de ella al perdonarle la vida.

Los recuerdos le erizaban la piel, pero estaba dispuesta igual que siempre a aceptar las consecuencias con la frente en alto. Ser la favorita de su padre no incluía ninguna ventaja o beneficio a como creía Yelena. Era todo lo contrario, debía ser perfecta en todo, evitar errores, dirigir y controlar cada detalle siempre.

La exigencia, responsabilidad, lealtad y compromiso eran más pesados de lo que podía cargar sobre sus hombros, pero siempre se esforzaba en ser la mejor. Su título, su padre y la KGB se lo exigía, aunque su vida siempre pendiera de un hilo. La rusa se había acostumbrado a callar y obedecer órdenes, por lo que ya le parecía tontamente normal ese tipo de vida, no importaba si moría, vivía, sufría o salía herida, no importaba lo que pensara, creyera o sintiera, nada importaba, simplemente era una maquina creada para asesinar.

Natalia salió de sus pensamientos al parar su paso frente a la entrada del despacho. Nerviosa tocó, para luego tomar el pomo de la puerta y abrir.

-привет дорогая дочь, Добро пожаловать домой! (Hola, mi quería hija, bienvenida a casa).

Dijo el hombre frente a ella, caminando hasta su lugar y depositando un beso en cada una de las mejillas de la pelirroja, para luego soltarla y regresar a su asiento frente a ella.

-Привет папа (Hola, padre) -Respondió ella, parándose frente a él en posición de soldado en descanso con la cabeza gacha.

Iván era alto, fornido y con el semblante totalmente serio. Sus ojos eran aceitunados, en su rostro una barba abundante en forma de candado cubría su cara, dándoles un aire de poder y maldad.

-Padre, yo, yo... Lamento lo sucedido en la misión. Fue un descuido mío. Acepto las consecuencias que mi error traiga consigo. -Dijo nerviosa, aún sin mirar a su padre, con la cabeza dirigida al duro y frío suelo.

-Olvida eso Natalia, mi gente ya se encargó de aquello. Te mande hablar porque tengo algo muy importante que mostrarte, una nueva misión para ti y quiero que me acompañes ahora mismo.

La rusa no respondió solo asintió con la cabeza, mostrando seriedad y firmeza en la mirada.

-Lo encontramos... Después de tantos años de búsqueda, fuimos los únicos en dar con él. Ahora no habrá organización que pueda derrocar nuestro imperio. -Le dijo Iván con una sonrisa ensanchada, mirando a la chica con los ojos enloquecidos de poder.

Natalia frunció el ceño sin entender una sola palabra. Asintiendo simplemente a su padre quien se dirigió a la puerta para salir de aquel lugar. Ambos bajaron por un ascensor hasta lo más profundo de la base, descendiendo finalmente por unas escaleras hasta el laboratorio. Una vez ahí, la gente de Petrovich los recibió con una reverencia para darles paso hasta aquél lugar.

Detrás de un gran vidrio blindado se observaba un hombre dormido sobre una camilla de hospital. Lucía joven, quizá entre 25 y 30 años, alto, de cabello rubio, cuerpo fornido, piel clara. Yacía conectado a unas máquinas que lo ayudaban a respirar.

-¿Quién es él, padre?

-El será tu nuevo aprendiz Natalia, tu misión de ahora en adelante. -La chica lo miró extrañada.

-¿A qué se refiere?

-Te encargaras de preparar, entrenar y enseñar todo lo que necesite al gran Capitán América, al súper soldado americano que viene de otro tiempo. Steve Grant Rogers... -La rusa dirigió su mirada hasta Iván algo confundida, frunciendo las cejas sin entender aún.

-De ahora en adelante él servirá a la madre Rusia, le pertenecerá a la KGB, me pertenecerá a mí.

Explicó aquél ruso soltando una carcajada realmente maliciosa. La pelirroja observó a su padre con un semblante serio y en silencio, para luego dirigir su mirada aquél hombre sobre la camilla. ¿Preguntándose cómo demonios yacía vivo frente a sus ojos?

Muchas veces había escuchado historias sobre él, pero nunca creyó que fuesen reales, sino que se trataba de una leyenda estúpida creada por Yankees idiotas, más bien que se trataba de un simple cuento para niños, pero al parecer aquel cuento pretencioso se había vuelto realidad.

El súper soldado existía y yacía ahí frente a sus ojos.

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