Toc. Toc. Toc. Paso por paso. Fueron seguramente segundos, pero para mi fue como una eternidad. Cada paso que subía era infernal. Hasta que, ya llegando aparentemente al último escalón, dejó de hacer ruido. El silencio que había era total. Salimos del armario en silencio y de la misma forma nos acercamos a la puerta.
Mala decisión.
Cuando miramos atrás, una figura de aspecto no humano, al parecer mujer, nos miraba fijamente desde la ventana, desde el lado de adentro. Comenzamos a correr escaleras abajo. Eso era lo que ella quería, sacarnos de ahí. No nos importó todo el esfuerzo que nos había costado recolectar la comida, ni todo lo que nos había llevado hacer la fogata; lo único que importaban eran nuestras vidas. Cuando llegamos a la planta baja, ella nos esperaba ahí, a varios metros de distancia, en el salón principal. Había llegado más rápido que nosotros. Me sorprendió la capacidad de velocidad que poseía.
Corrimos lejos de la escalera hacia la salida de atrás, que estaba en la cocina. La habíamos visto. Sentía sus pasos seguirnos atrás nuestro, y ella sentía nuestro miedo. Y lo peor era que, gracias a la oscuridad, no veíamos casi nada. Sebastián se tropezó, y por una miléisma de segundo casi ella lo alcanza. Pero logré levantarlo a tiempo, y seguimos nuestro camino, a oscuras.
Por eso suspiré aliviada cuando llegamos afuera y cerramos la puerta con llave. Seguimos corriendo algunos metros más y, cuando miramos atrás, la mujer, del lado de adentro, se acercaba hasta la puerta rápidamente y chocaba, fundiéndose en una nube de polvo negro y desapareciendo.- ¿QUÉ ERA ESO? - Dijo Sebastián, alzando la voz, enojado. Pateó una de las piedras que había en el suelo. Yo sólo me senté, mirando hacia la casa. Un rato después, Sebastián se calmó e hizo lo mismo.
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Llegada la mañana, estábamos sentados en el patio de juegos destruído que se encontraba afuera. Cuando levanté la mirada hacia la casa, un niño pequeño de unos 5 años de edad nos observaba. No había notado su presencia antes. Su mirada era desenfadada, tenía el aspecto mucho más recuperado que el de la mujer, pero de todas formas desapareció al cabo de unos segundos, y consigo su osito de peluche que llevaba bajo el brazo. Era muy pequeño, y estaba muerto. Era un fantasma. Al igual que la mujer que nos había perseguido antes.
- No podemos quedarnos aquí. - Dije en voz alta, sin saber que no lo había pensado. Pero Sebastián había visto lo mismo y asintió. Lo más importante ahora era nuestra seguridad y, dentro de la casa, nunca la íbamos a encontrar. Y menos con espíritus tratando de acechar los de nosotros.
- Vamos. - Se levantó.
- ¿A dónde iremos? - Le dije. Los rayos de sol iluminaban su pelo rojizo algo despeinado y sus ojos. Era muy lindo, y no podía dejar de pensar en eso.
- No lo sé. - Sonrió levemente, porque la situación no podía ser más complicada de lo que era.De todas formas, sin saber qué rumbo tomaríamos, asentí sonriendo de la misma forma, me levanté del suelo y comenzamos a caminar hacia el bosque, alejándonos de la casa que nos había refugiado por un par de horas.
- El problema no debe ser la casa, el problema debe ser la gente que vivía allí. - Me dijo cuando estábamos casi llegando a la primera línea de árboles.
- Exacto. - Dije asintiendo, pero "en realidad el problema somos nosotros" que había pensado, se perdió entre tantos otros de mis pensamientos y nos metimos dentro del bosque otra vez.Un rato después, como esperaba, el manto negro nos vino a buscar y nos llevó, alejándonos del lugar donde estábamos. Ya lo conocíamos, y conocíamos la sensación que nos provocaba viajar ahí. Pero era nuestra única alternativa. Cerré mis ojos, otra vez.
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Sobreviviendo.
ParanormalUn descubrimiento. Una carta. Un reality que se vuelve una pesadilla. 3 lugares. 3 personas. Un fraude. Una investigación. Marianela se encuentra en graves problemas al encontrarse con un grupo de gente que tratará de hacer su vida imposible. Deberá...