Capítulo cuatro: Decisiones.

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     El olor del café recién preparado me hizo volver a mis pensamientos. El edificio lucía totalmente desierto. No había rastro de ningún empleado, salvo el del personal de seguridad que había decidido tomarse un café para mantenerse despierto. Luego de haber entrado por una ventana de la planta baja (vaya seguridad que poseían me lo encontré vigilando cerca de la puerta exterior. Por supuesto, traté de no hacer ningún ruido para no sospechar.
   No podía pedir el ascensor en ese piso. Lo lógico era que subiese las escaleras y luego, en el piso final, el 19, pedirlo para ir al piso 20. Pero antes, necesitaba hacer una parada.
   Subí varias escaleras y caminé. Ya me sabía el recorrido de memoria, había ido miles de veces. De todas formas, se encontraba bastante oculto. Si mi madre no me hubiese enseñado el lugar, no tendría idea de que estuviese ahí.

     Abrí las puertas de par en par: la oficina del señor Kelin.

     Tomé aire y caminé, luego de cerrar la puerta despacio. La luz de la luna entraba por los grandes ventanales, iluminando la sala y a las grandes bibliotecas llenas de carpetas que se encontraban a los costados.
    Miré el reloj. Las 5 de la mañana. No me quedaba demasiado tiempo.
    Caminé observando las grandes carpetas ordenadas por secciones hasta que encontré lo que estaba buscando; la sección de pisos.
    1.2.3...9...19. Nada más. Vamos, tendría que haber algo escondido. Pero sólo había un hueco con polvo donde perfectamente hubiese entrado otro libro. Por un instinto, me di vuelta. El grupo de 3 personas que había visto el otro día me miraban fijamente.

     - Con que buscando algo, ¿Eh?

     No sabía cómo sentirme con respecto a eso, se suponía que era yo quien iba a buscar a ellos, no ellos a mi. Debía enfrentarlos.

     - Necesito respuestas. Rápido. - Dije, cruzándome de brazos. Debía evitar sus preguntas.
     - ¿Qué tipo de respuestas? - Empezó a decir la mujer, pero en seguida la evité.
     - Y también estaba buscando la carpeta del piso 20, que supongo que han robado de aquí.
     El que llevaba lentes levantó la carpeta con la mano. - Aquí.
     - ¿Cuáles son sus nombres?
     - Yo soy Mary. - Dijo la mujer, con su expresión fría. - El es Paul - señaló al que llevaba la carpeta en la mano, el más joven de los tres. -, y él es Carl. - Señaló al otro hombre.
     - Bien. La última pregunta. ¿Qué quieren de mi? - Dije con tono cansado. - Estoy cansada de correr, de ocultarme, de los reemplazos, de las sorpresas, de todo. Basta.
     - ¿Te gustaría participar en un reality? - Dijo Carl, que por primera vez en el día habló. - Es una gran oportunidad. Estarás con otros participantes. Deberás sobrevivir a los ojos de los demás. El que más sobreviva y llegue a la meta, gana.
     Mi mente no llegaba a ordenar las cosas. - ¿Y qué... Qué pasaría si no acepto?
     - Tus seres queridos no lo pasarán de lo mejor. - Asintió encogiéndose de hombros, despreocupado. - Recuerda que tenemos el reemplazo manejado por nosotros. Podemos hacer cualquier cosa.
    Asentí. No debía pensarlo dos veces. No quería que las únicas personas que me importaban sufrieran. Si ellos sufrían, yo sufría. Siempre era así. No podía dejar que eso sucediera, sabiendo lo que eran capaces de hacer. Costara lo que costara, la desición era una sola.

     - Entonces... Adelante.

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     La puerta del ascensor se abrió más lento de lo que recordaba. Nos dirigimos a la puerta de prohibido el paso, y avanzamos por el pasillo. Nadie pronunciaba palabra.
     Cuando llegamos a la sala mi estómago parecía vacío. Se acercaron todos al ventanal, que al parecer era una gran puerta hacia el tejado. La abrieron, y salieron afuera. Cuando llegaron, me miraron para que avanzara, y eso hice, luego de dar una gran bocanada de aire para llenar mis pulmones de valentía.
     Cuando llegué al borde del tejado, ellos retrocedieron. Di un último vistazo a las luces de la ciudad y el sol que asomaba. El amanecer estaba apareciendo.
     Salté.
     Lo último que vi fue una gran capa negra que me envolvía y me llevaba hacia otro lugar. Un lugar impensado.

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