34.- CARICIAS.

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No comprendía, tampoco lograba procesar y al parecer a mis pulmones se le olvidaron expulsar el aire de ellos por mis fosas nasales, ¿acaso seguía teniendo pulso? Mi cabeza repetía una y otra vez "muévete" pero al parecer el contacto con mis diferentes campos eléctricos que recorrían cada centímetro de mi cuerpo, no contestaban al mensaje neuronal.

Pero de lo que si estaba completamente segura es que el rubio luego de aquellas palabras, me había callado toda aquella curiosidad por saber a qué sabia eso finos labios.

Mis ojos de par en par mientras juntaba sus labios con los míos haciéndome quedar como una mala besadora por culpa de la sorpresa, además de no saber si continuar aquel beso oh no ¿cómo hacerlo? Estaba entre la espada y la pared, yo deseaba locamente a Meliodas, pero también sabía que no era la única en este lugar. El agarre de aquel se hacía más fuerte y en el momento en el que lo iba a alejar de mí, este comenzaba a hacer un pequeño espacio personal para así juntar nuestras frentes.

-______, solo pido..... Esta noche, por favor- rogo con su voz carrasposa mientras yo tragaba en seco, sin esperar mi respuesta volvió a juntar sus labios a los míos en un rápido movimiento.

Luego de esto sabía que habría arrepentimiento, pero también cabía la posibilidad de que jamás volviera a sentir lo que es un beso de la persona de la cual suspiraba día y noche; haciendo que en esta ocasión si siguiera aquel lento y suave beso que comenzábamos a formar en el balcón.

Mis manos curiosas descendieron de su mejilla hasta llegar a su cuello para finalmente terminar en su nuca y cabello rubio sedoso, este en un movimiento rápido situó su mano en mi cintura apegándome a su cuerpo.

Malditas hormonas.

El beso ya no era lento y experimentador, este se tornaba apasionado, deseoso y competitivo por quien acapara más del otro en menos tiempo y con un solo sentido, el tacto, sus labios tomaban firmante mi labio inferior pues era el más carnoso, la acción fue repetida una y otra vez haciendo que el rubio sintiera todo de mi pequeña boca de malas palabras.

Rápidamente me di cuenta que el balcón ya no era un buen lugar para la guerra de los besos en las que nos encontramos porque el chico hizo que comenzara a avanzar hacia el lugar de la cama blanca en la cual la mayoría de las noche pasaba sola, mientras me preguntaba en que momento todo dio un giro inesperado y que en estos momentos el capitán de los siete pecados me depositaba lentamente en la inmensidad suave y de un exquisito aroma a jazmín aunque a mi parecer el aroma masculino que desprendía el de orbes esmeraldas era mucho más tentador que el mío.

Meliodas dejando mis posibles labios hinchados, poso sus ojos en mis manos las cuales en estos momentos descansaban a la par de mi cabeza, este embelesado por una marca que yo creía notable en mi muñeca derecha.

-No me di cuenta de esto-carraspeo sorprendido y meloso mientras sentía todo aquel aire caliente que expulsaba sobre mi piel desnuda que proporcionaba la extremidad.

-No es el único tatuaje que tengo y eso lo sabes- comenté sin entender, pues recordaba bien que yo misma le mostré un pedazo de mi nuca en la cual la marca roja del pecado se centraba.

-Entonces tendré que explorar- beso delicadamente la marca negra en forma de una pequeña y tímida luna, llenándome de besos toda mi extremidad hasta llegar a mi cuello en el cual aspiro el aroma proveniente de mí persona.

Definitivamente esto podría ser un sueño reconfortante por todo aquel masoquismo ignato que poseía cada vez que miraba al rubio con la chica de perfecto cuerpo, pero en mí interior rogaba a todo aquel ser celestial de que, si lo fuera, no despertara.

Rápidamente aquel ser celestial me escucho porque pude sentir el dolor mezclado con ese calmante llamado lujuria de una pequeña mordida a mi clavícula cayendo en cuenta de que esto era la realidad, una caliente, pero real.

No quería que las cosas se salieran de control, tenía que admitir que su calor, su cuerpo tan cerca se sentía maravillosamente bien, pero esto no era lo correcto. Y aunque el chico me allá llevado a un increíble momento en el cual me sentía plena he infinita, no podía permitir de que avanzara a algo más que simples besos.

Al parecer mi razonamiento hizo que Meliodas parara la sesión de caricias y me mirara fijamente, al parecer comenzó a procesar todo lo sucedido en estos minutos porque su cara era una maraña de emociones pasando de impacto y deseo a nuevamente impacto además del miedo, el cual este último fue el causante de su reacción.

Sin decir nada el chico se paro se acomodo los cabellos y me dejo, sola en mitad de la noche sobre la cama que había adquiero un poco su olor.

Y creo que era lo mejor para ambos porque yo también tenía miedo.

Pero este sentimiento se derrumbó horas más tarde cuando en la madrugada de aquel día lleno de pasión, el hombre rubio había entrado a mi habitación como un gato sigiloso para colarse en mis sabanas mientras me abrazaba fuertemente, mientras que nuevamente me apegaba a él para aspirar ese aroma tan propio que poseía.

Un pequeño "lo siento" escapo de sus labios.

y comprendí que iba a aprovechar esta última noche para pasarla con él.

El pecado de la venganza (Meliodas & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora