*HISTORIA DE LIZ. PARTE III ( ÚLTIMA)*

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Estoy galopando en mi caballo de camino a Danafor. Me he despedido de Hawk y le he deseado mucha suerte en su misión. Él me ha sonreído como siempre y me ha dicho que coma y que siga como hasta ahora. Hace algo de frío y de vez en cuando, parece que van a caer copos de nieve, pero hasta ahora parece que el clima me ha acompañado. Voy vestida como una chica normal, para no levantar sospechas. Me instalaré y haré vida allí. Y cuando menos se lo esperen, ZAS!

Llego a Danafor cuando ya es prácticamente de noche. Entro por la puerta del castillo y las luces iluminan el camino. No hay demasiada gente en las calles, debido a que hace bastante frío. Huele a comida por todos los rincones. Mi estómago empieza a rugir y me doy cuenta de que tengo hambre. Había cogido provisiones para el camino y de hecho, me han sobrado algunas. He aprendido del mejor ahorrador de sobras. Sabía que tarde o temprano se me iba a pegar su costumbre. Pero tenía razón, las sobras saben bien, no hay por qué tirar algo en buen estado. Llego a la plaza del pueblo, hasta el hostal principal. Tiene establos, así que puedo dejar a Mael allí.

Mael...la verdad es que no sé por qué le he puesto ese nombre a mi caballo, pero me trasmitía mucha ternura, como si hubiese conocido a alguien que se llamara así. Llamadme rara, pero en ocasiones tengo estos lapsus espirituales. Y luego voy diciendo que no creo en el señor de arriba. Hay que ver.

Dejo a Mael bien atado y entro en el hostal. Un señor con bigote lo regenta, así que me acerco hasta su mesa.

Dueño: ¿Qué desea señorita?
Liz: Me gustaría pernoctar en una de sus habitaciones, si es tan amable.
Dueño: Como no. ¿Nombre?
Liz: Rhitta.
Dueño: Muy bien. Por aquí, milady.

Milady? No visto como una pija de esas, pero si él lo dice...ya me gustaría ser tan ricachona y gastarme dinero en chorradas. Y tener un hombre en cada puerto. Sería gracioso. Pero yo no soy así de superficial, gracias a Dios. Mi madre me inculcó buena educación.

El dueño me lleva hasta mi habitación. No es una suite, pero al menos está limpia y se puede dormir en su cama. Le doy las gracias, le pago y cierro la puerta. Con llave. No me fío que entre un rufián por aquí.

Despliego todo mi material sobre un escritorio y vuelvo a repasar la estrategia para el día siguiente, hasta que me duermo.

Cuando despierto, está amaneciendo. Hoy no he soñado nada, gracias a Dios y hasta he descansado, aún por la mala postura de dormirme sobre un escritorio. Entro en el baño para bañarme, acicalarme y vestirme. Cojo todo lo necesario, lo guardo bien en mi armadura y me voy, cerrando de llave. No puedo dejar que nadie me descubra.
Paseando por la plaza hay muchas mujeres y niños. Supongo que los hombres estarán en la armería o en el propio Castillo en la sala de entrenamiento. En Danafor, la mayoría de los hombres son soldados, luego tienes a algunos que regentan tabernas y hostales y por último, los que ignoran el luchar para dedicarse a la vida de campo: los granjeros.

He de decir que siempre he pasado desapercibida en los sitios. Debe ser por mi cara de mala uva, así que me cuelo sin esfuerzo en el castillo, en la plaza principal.
Miro a los alrededores por si veo a algún soldado, pero está todo desierto. Qué raro.

Entro al castillo para ir directamente a la sala de entrenamiento y esconderme. Veo a los soldados entrenando. Y su capitán está con ellos. Va con la armadura puesta, así que no puedo verle cara a cara. Empiezo a apuntar en una pequeña libreta todo lo que veo: el momento del día, el sitio de la sala, etc.

Un pájaro sobrevuela la plaza y pasa justo por encima de mi cabeza, mirándome. ¿Desde cuándo un pájaro te mira fijamente? Bueno, qué más da.

Oh bueno, parece que sí importa, porque ese mismo pájaro se posa en el brazo del capitán y lo mira. Mueve el pico como si estuviese hablando y...señala hacia mi posición. ¿Pero qué diablos...?

El capitán mira hacia donde estoy y se quita el casco. Cuál es mi sorpresa, que me doy cuenta de que no es quien andaba buscando, sino alguien que usa su misma armadura.
Intento escapar sin llamar la atención, pero al dar la vuelta a mi cabeza, dos soldados están ahí. Mierda.

Me levanto de sopetón y decido emprender mi huida a puñetazo limpio. He entrenado mucho el combate cuerpo a cuerpo, soy muy flexible. Pero sigue faltandome fuerza. El soldado que se ha hecho pasar por el capitán se acerca a mí y los dos soldados aprovechan que le estoy mirando para cogerme de las muñecas.

Los demás soldados hacen un círculo, por si se me ocurre zafarme o hago alguna acción estúpida. El impostor está enfrente de mí y por fin, se decide a hablar.

?: Vaya, vaya...¿Qué tenemos aquí? Una espía bonita. No abundan las beldades precisamente.
Liz: Váyase a la mierda vejestorio.
?: Menuda lengua...¿Es que tú madre no te ha enseñado lo que es la educación?

Me pongo seria de repente y mi cara se pone blanca como la pared. Mi madre sigue siendo mi debilidad. Él parece darse cuenta.

?: Igual me he pasado un poco.
Soldado 1: ¿Qué hacemos con ella, comandante?
Soldado: Deberíamos ejecutarla, aquí y ahora.
?: Un momento, que no somos bestias. Esperad un segundo. Wandle, ve a por Meliodas. Él decidirá qué hacer.

El pájaro asiente y alza el vuelo. Caray, tiene que ser muy inteligente para saber lo que le ha dicho. Pero la que se me viene encima. ¿Cómo he podido fallar? Lo tenía todo calculado...bueno, todo, menos el pájaro. Maldición.

Miro con mala cara a todo el que está allí, pero no me sueltan. Después de un rato, alguien aparece. Pero yo le estoy dando la espalda.

?: Por fin Meliodas. Tenemos a una espía. Esperamos órdenes.
Soldado: Capitán, deberíamos ejecutarla.
Meliodas: Debería daros vergüenza el querer matar a una dama como ésta.
Soldado: Pero, capitán, es una espía.
Meliodas: ¿Y por eso merece morir? Está claro que no habéis entendido lo que os he enseñado.

Yo tengo la vista clavada en el suelo. Él me rodea y se pone justo enfrente de mí. En ese preciso instante subo la mirada y un bucle de sensaciones recorren mi cuerpo. Sus ojos son verdes esmeralda, su cabello rubio y alborotado como el sol y...un momento, si parece un crío. Él se queda tan sorprendido como yo, como si nos hubiésemos visto antes. Otra vez esa sensación espiritual. Me sonríe.

Meliodas: Soltadla, yo me encargo de ella. Me la llevo a mi casa.

Frunzo el ceño, pensando que es muy raro que quiera llevarme con él. ¿Para qué exactamente? No parecía un pervertido mientras lo miraba a los ojos. Pero todos los hombres al final son iguales. Qué lástima.

Los soldados me quitan los grilletes y le ayudan a levantarme.

Meliodas: Ven, acompáñame.

Le sigo. Con tal de salir de aquí, me vale cualquier cosa. Mientras caminamos fuera ya del castillo, se da la vuelta y pone las manos detrás de la cabeza sin parar de caminar.

Meliodas: ¿ Y bien, nombre?
Liz: No pienso decírtelo. Tú no me has dicho el tuyo.
Meliodas: Deberías saberlo, eres espía, ¿No?
Liz: Meliodas, ¿No?
Meliodas: No te hagas la tonta, que lo sabes de sobra 😁. ¿Tu nombre?
Liz: Liz...me llamo Liz.

Anda, le he dicho mi nombre real. Como si confiase en que no me va a cortar en cachitos. Aunque extrañamente, tengo la sensación de que es un buen tipo. Como si conectaramos.

Liz, no seas ingenua. Ya te la han jugado más veces. No tires a la mierda tu coraza de chica dura. El enano éste me está llevando a su casa. Lo que yo decía, seguro que quiere hacerme guarradas.

Liz: Te aviso. Ni se te ocurra tocarme un pelo. Sé cómo defenderme.

Me mira pero no dice nada. Llegamos a su casa, pequeñita pero acogedora y me invita a entrar...

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora