Capítulo 10: Sangre (Violencia +18).

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*Meliodas*

Me levanto bien tempranito y observo que Liz no está por la casa. Qué cosa más rara.

Wandle: Tranquilo, se ha ido a dar una vuelta.

Wandle aparece ipso facto y se ve que estaba poniendo cara de preocupación y ya sabía lo que estaba pensando.

Meliodas: ¿Y por qué no la sigues?
Liz: Porque ya estoy en la puerta, acosador.

La miro algo enfadado.

Meliodas: ¿Se puede saber adónde ibas tan temprano? Se supone que habíamos quedado en que no ibas a estar sola en ningún momento.
Liz: Alto ahí, señorito cascarrabias, que sólo he ido hasta la plaza, no al otro lado del mundo.
Meliodas: ¡Me importa una mierda! ¡La próxima vez avísame!

Le he hablado como un imbécil. ¿Qué me pasa hoy? Estoy algo nervioso.

Liz: ¿Sabes qué? Paso. No quiero que me hables. Maldito enano.

Sube las escaleras para encerrarse en mi cuarto. Con llave.

Wandle: Deberías disculparte. Todavía puedes arreglar...
Meliodas: Cállate estúpido pájaro.

Le doy la espalda y me voy, cerrando de un portazo. Hoy hay entrenamiento. Seguro que soy el primero en llegar. Ni he desayunado. Me la suda. Soy un Demonio. Por suerte, podemos aguantar un par de días sin comer ni beber, antes de caer rendidos. Llego, y como predije, no hay nadie. Hace un poco de calor, así que me quito la parte de arriba del traje y solo me quedo en pantalón. Y también me descalzo. Cojo una espada de prácticas y empiezo a hacer toda clase de movimientos de esgrima. Al final, me desespero y la tiro al suelo. Y me lío a ostias con el muñeco.

Caín: Vaya, parece que alguien no ha desayunado hoy...
Meliodas: Cállate.
Caín: Niiiño, un respetooo.
Meliodas: ¿Quieres pelea? Mejor cierra el pico. No tengo ganas de sermones.
Caín: Muy bien. ¿Y Liz?
Meliodas: Indispuesta.
Caín: Ajá.

Miro a Caín y veo que ha pillado perfectamente el por qué estoy enfadado.

Caín: Es una lástima. Tenía muchas ganas de comer esa tarta de cumpleaños y beber toneladas de cerveza. Supongo que el año que viene.

Abro los ojos como platos. Ahora lo entiendo. Liz había ido a comprar ingredientes para hacer una tarta de cumpleaños...para mí. No recuerdo haberselo dicho.

Caín: Se lo dijimos Wandle y yo. También le comentamos que no te gustaba celebrarlo y se enfadó. Dijo: "¿Quién no celebra su cumpleaños? Ese enano tiene que tener una gran fiesta". Seguro que hasta te ha comprado un regalo con su sueldo, pedazo de bestia. ¿A que le has gritado?
Meliodas: Eeeeee... sí.
Caín: Maravilloso. Te has cargado el día entero.

Mierda. Tengo que ir a disculparme. Ahora mismo. Cojo mis cosas y me voy a las duchas (porque tampoco quiero llegar hecho un desastre) y me cambio. Me voy corriendo. No le digo nada a Caín, porque él sabe perfectamente que tiene que encargarse de los chicos. Corro por el bosque y de repente, noto algo raro. Como un presentimiento. Un escalofrío se adueña de mi espalda y sé que no es buena señal. Mi marca demoniaca se activa automáticamente. Vale, esto ya es otro nivel de presentimiento. Directamente es peligro. Llego a casa, pero aparentemente no hay nada raro. Hasta que llego a la puerta. Está abierta, aunque no de par en par. Entro dentro y todo parece estar en su sitio. Pero me pongo en alerta. Busco a Wandle con la mirada, pero no lo veo. Llego a las escaleras y me da por girar la mirada hacia el baño. Wandle está tirado en el suelo, inconsciente y algo desplumado. Pero vivo, al fin y al cabo.

Mientras voy subiendo las escaleras, ya noto un olor extraño. Uno de hombre. Y gemidos. Suyos, claro está. No puede ser. Dime qué no se está tirando a mi mujer. Bueno, sé que ahora mismo no somos nada, pero mi Eli es sagrada. Me pongo en un resquicio de la puerta y me inclino un poco para ver qué está pasando. Liz está tirada en la cama, mirando hacia la ventana. No emite sonido alguno, no porque el individuo le esté tapando la boca, simplemente está como una muñeca inerte. Y el imbécil está entre sus piernas. Dentro de ella. Embistiendola sin respeto alguno. Hay sangre en las sábanas. Ese idiota le ha robado la virginidad, a la fuerza. Y yo he llegado tarde. Él se viene dentro de ella, a lo que yo me sulfuro aún más y entonces entro al cuarto.

Meliodas: Hijo de...te vas a enterar de lo que es el puto infierno!!!!!

Me mira y se asusta. Le cojo del cuello y lo estampo contra la pared. Saco mi espada y empiezo a rasgarle el cuello, no de manera violenta, sino suavemente. Quiero que sangre, pero despacio. Sigo con las muñecas y sin avisar, le clavo la espada en una de sus manos. La clavo en la pared, de manera que queda medio colgando. Cojo otra de mis espadas y también se la clavo en la otra. Parece Jesucristo crucificado, sólo que con la leve diferencia de que no es precisamente un santo.

Meliodas: ¿A que ahora ya no eres tan gallito?
Padre de Liz: Puedes...matarme...ya no me importa...porque me la he follado y no has logrado impedirlo, enano.

Aprieto los dientes y frunzo el ceño. Cojo una estaca, pero de repente, Liz pasa a mi lado. No sé en qué momento se ha levantado de la cama y se ha cubierto con una bata. Sostiene lo que parece ser un puñal.

Liz: Hijo de puta. Te odio. Siempre te he odiado. Pero no vas a morir así. Tienes que sufrir, maldito cerdo.
Padre: Di que lo has disfrutado cielo. Ha sido la mejor corrida de mi vida. Es una lástima que éste haya llegado, sino te habría puesto en cuatro.

La cara de Liz es pura rabia, pero de repente, se empieza a reír. Sé qué no es el mejor momento, pero es que verla enfadada, me pone. Y mucho.

Liz: Es una pena, porque creo que ya no vas a poder usar tu mini herramienta. Tú lo habrás disfrutado, pero yo ni la he notado. ¿Seguro que la has metido bien?

Mi cara de malicia aumenta. Oh dios, pero qué repaso le está dando. La cara del imbécil torna en rabia.

Padre: ¿Qué estás diciendo zorra, que la tengo pequeña? Pero si te he destrozado.
Liz: ¿El qué, la sangre? Eres imbécil. Es que ayer precisamente, me vino la menstruación. Mi virginidad está intacta, puesto que como eres retrasado, no te has dado cuenta de que hice un hechizo de protección a mi parte íntima, que por cierto, si alguien osa tocarla o tratarla mal, rebota un poquito haciendo que se transforme en un hechizo de clonación y en un hechizo de envenenamiento lento. Muuuuuy lento. Exacto. Te has follado a una ilusión, porque eres tonto del culo. Gracias a que sé actuar y te lo has tragado todo.

Increíble. O sea que no le ha hecho nada. Ha sido puro teatro de su parte. Pero qué lista es mi Diosa. Siempre lo ha sido, pero ésto no lo he visto venir ni de lejos. Ja!
La cara del cabronazo se pone pálida.

Padre: ¿Me has envenenado?
Liz: Sí. Con el peor de los venenos, si tengo que decirlo. Te vas a ir pudriendo por dentro, hasta que sólo queden tus huesos. Pero es tan desagradable, que paso de verlo. Meliodas, si eres tan amable, ¿Lo puedes encerrar?
Meliodas: Por supuesto, tenemos una fiesta que celebrar, ¿No es verdad?
Liz: Exacto. Ah, pero antes...

Liz se acerca a él y se arrodilla. Coje el puñal y lo que hace a continuación, dolería hasta al más macho. Le corta el pene. Pero no de un sólo tajo, no, despacio.

Liz: Uy, vaya...parece que no está afilado. Qué pena.

Seguro que los alaridos del tonto éste se oyen en todos los Reinos, pero me la sopla. Cómo lo estoy disfrutando. Ahora se está desangrando. No es que tenga buena pinta. Pero ella le hace un hechizo curativo a la zona, porque ella quiere que sufra envenenandose.

Entonces yo lo bajo de la pared y me lo llevo a un torreón del castillo, el más alejado, sin que nadie se entere. Liz ha venido poco después, con lo que parece su pene...asado a la parrilla. Ouch.

Liz: No me iré hasta que te lo comas enterito. Ya puedes ir empezando o te lo haré tragar.

Y lo hace. Vaya si lo hace. Entre lágrimas y mucho sufrimiento.
Cerramos la celda con llave y Liz hace un hechizo insonorizador. Vale, eso ya son muchos hechizos.

Meliodas: Oye Liz...¿Dónde has aprendido esos hechizos?
Liz: Ya me los sabía, pero no los había practicado. Pero me han salido todos a la primera, fíjate tú.

Vaya, ese comentario me recuerda a cierta enana...cuando miro de reojo a Liz, me percato de la verdadera situación. Está medio despierta. El símbolo de la Diosa está en su ojo izquierdo. Oh, mierda.

Meliodas: ¿Hace mucho que tienes ese ojo así?
Liz: mmm, un par de meses. Pero no lo mires, me da vergüenza. Y ahora, vamos, tenemos que celebrar tu cumpleaños.
Meliodas: Hablando de eso...quiero que me perdones, no quería hablarte así ésta mañana.
Liz: No importa. Sé que lo hiciste porque estabas preocupado. Pero los dos somos demasiado testarudos.

Me sonríe y me da un beso en la mejilla y luego se va corriendo. Yo me quedo quieto, sonrojado y pongo mi mano en la mejilla del beso. El ambiente huele a lavanda. Y un poco a incienso. Como mi Diosa.

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora