Capítulo 13: Silencio

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* Meliodas *

Me despierto de sopetón. Cuando empiezo a darme cuenta de la realidad, una sonrisa aparece en mi rostro, pero también la preocupación. Creo que ayer me pasé de la raya y eso no me gusta. Liz parece que sigue durmiendo, así que la suelto del abrazo despacio para no molestarla.

Me siento y me pongo a pensar. ¿Realmente es ésto lo que quiero? Las últimas veces que intenté acercarme de más, íntimamente, todo se fue al carajo. Mi felicidad se rompió 105 veces. No creo que sea buena idea tener una relación amorosa otra vez. No aprendes, Meliodas, sólo sabes joderte la vida. Espabila. Déjala ser feliz. Pero sin tí.

Me visto y me voy, dejando a Liz dormir plácidamente. Hoy lo necesita.

Caín: ¿Qué tripa se te ha roto, Meliodas? Has madrugado.
Meliodas: Necesitaba estar sólo.
Caín: ¿Qué hiciste ayer? ¿Cómo fue esa fiesta?
Meliodas: No quiero hablar de ello.
Caín: Jo,¿ tan mal fue?
Meliodas: No, la cosa iba bien...pero soy un imbécil. No puedo tener nada con ella.
Caín: Pero si hay química entre los dos...no te entiendo Meliodas.
Meliodas: Con que yo lo haga es suficiente, créeme, no quieras saber nada más.
Caín: Muy bien.

Se va sin decir palabra y yo me siento, cerrando los ojos y respirando el aire puro. Hoy hace un día espléndido.

*Liz*

Me despierto por la luz que entra por la ventana. Parece tarde. Me doy cuenta de que no estoy abrazada a Meliodas, así que me doy la vuelta y veo que no está en la cama.

Wandle: Buenos días, princesa. No busques al enano, se ha ido hace un buen rato.
Liz: Oh, mierda, el entrenamiento!!!
Wandle: Eh, eh, quieta parada. Hoy es tu día de descanso. Meliodas me dijo que no se te ocurriese aparecerte por el castillo. Necesitas descansar.
Liz: Estoy descansada.
Wandle: A la bañera, está calentita y te he echado hierbas aromáticas. Huele bien, pero no me gusta mucho el agua caliente.

Me río. Wandle tiene miedo al agua caliente porque un día, a Meliodas no se le ocurrió otra cosa que cogerlo mientras dormía la siesta y meterlo en una cazuela con agua hirviendo. El salto que pegó fue épico, pero los lloros y los gritos con sus pesadillas me los comi yo.

"Meliodas: Venga, no ha sido para tanto. Sabes que en realidad te aprecio, pelotita mullida".
"Wandle: Pelotita mullida, tú madre"
"Meliodas: Lo he intentado, Liz, ¿Ves como no se puede hablar con él? Pollo maleducado".
"Liz: Ya vale...Wandle, Meliodas te quiere, pero no te lo va a decir nunca porque es un orgulloso, que se hace el macho y tú también lo quieres, pero tanta pluma nubla tu cerebro. Al próximo que haga el imbécil se queda sin        
postre...o me voy de casa."
"Wandle: No, eso no, por favor, Liz. Perdón".
"Meliodas: Lo que ha dicho el saco de plumas X2".
"Liz: 🙄"

Me sigo riendo recordando el momento, pero me voy hacia el baño y me meto en el agua calentita. Se está muy bien, qué relajada me siento. Aunque no me vendría mal alguien que me diese un masaje. Parece que Wandle me ha leído el pensamiento y está masajeandome los hombros con sus patas. Se las ha cubierto para no arañarme con las uñas. Oh dios, esto es el paraíso.
Cuando salgo de la bañera estoy en pleno Nirvana y bajo super feliz a la cocina para hacer la comida.
Cuando Meliodas entra por la puerta, ya está todo listo y yo estoy sentada en el sofá, leyendo un libro raro.

Meliodas: ¿Qué haces?
Liz: Estaba esperándote para comer, y me he puesto a leer este libro...de hechizos, que no sé por qué está aquí.

Meliodas pone cara de saberlo pero no me dice nada.

Meliodas: Es de Wandle, seguro. Las cosas raras le van.
Liz: ¿Desde cuándo un pájaro hace magia?
Meliodas: Sabe hablar...yo no me fiaría de su carita de palomita blanca.
Liz: Meliodas...
Meliodas: Comamos, tengo hambre.
Liz: ¿Podemos hablar...de lo de ayer? Es...
Meliodas: No. Sentemonos a comer.
Liz: Pero...
Meliodas: He dicho que no. Quiero comer.
Liz: Lo sabía, estás enfadado. De veras que siento lo de...
Meliodas: No tenía que haber pasado, pero pasó. Asumamoslo como adultos y ya ésta. No podemos estar juntos Liz, seamos amigos. Punto.

Guau...parece que se ha preparado el discurso. Pero ayer había sido tan cariñoso...¿Qué lo habrá hecho cambiar? Prefiero no preguntar. Estoy algo frustrada, pero me voy a aguantar.

La cosa no va a mejor los días siguientes. Es más, algunos días ni siquiera aparece por casa y me siento sola y enfadada. ¿Qué demonios le pasa? Un día lo cojo por banda y me lanzo. No me da la gana de ser una despechada. Le espero una de las noches y entra en casa, a altas horas, aunque no parece que haya bebido mucho. Perfecto, lo necesito cuerdo.

Liz: Meliodas!
Meliodas: ¿Qué haces despierta?
Liz: Hablemos.
Meliodas: Tengo sueño, me piro a...
Liz: ¡¡Que te sientes, pedazo de enano imbécil!!

Se queda mudo y hace lo que le dice.

Liz: ¿Se puede saber qué te pasa conmigo?
Meliodas: Nada.
Liz: Nada...ya. Por eso me ignoras y ni siquiera apareces por aquí. Si tanto te molesto, me voy y punto.
Meliodas: Espera un...
Liz: No, estoy harta!!! Ya te dije que lo sentía. Me dijiste que no pasaba nada. Y de la noche a la mañana, no quieres saber nada de mí. Pensaba que me habías dicho que tú no me harías daño.
Meliodas: Liz...créeme. No te conviene estar conmigo. Es lo mejor. El error ha sido mío, perdóname. Olvídalo, por favor. Y siento haberte dejado sola. No volverá a pasar.
Liz: Ya...¿Y qué hago con mis sentimientos?
Meliodas: ¿Sen...timientos? Liz...ni se te ocurra decirlo.
Liz: Pues te vas a fastidiar. Porque te amo, maldito rubio enano. Has entrado en mi corazón como una puñalada. Y para una vez que me siento bien y tranquila con alguien, ese alguien me rechaza.
Meliodas: No, estás de broma. No puedes estar enamorada, ni de coña. Lo del otro día fue algo sexual, nada más.
Liz: O sea, que eso es lo que soy para tí...estupendo. Voy a hacer la maleta. Me voy.
Meliodas: No, no, espera, no era eso lo que...

He subido corriendo las escaleras y estoy recogiendo las cosas, cuando él me coge por detrás y me sienta en la cama. Miro hacia otro lado e intento rechazarlo, pero él se agacha. Se arrodilla y me coge una mano.

Meliodas: Maldición...Liz, esto no debería pasar. Desde hace tiempo rechacé la idea de enamorarme de nadie.
Liz: No puedes controlar tus sentimientos voluntariamente, sino sería todo muy fácil.
Meliodas: Lo sé...(me tendré que arriesgar otra vez, mierda).
Liz: ¿Qué has dicho?
Meliodas: ¡Que te amo, maldita testaruda! ¿Te vale o también vas a cortarme mi orgullo viril?

Me sonrojo. Ese comentario sobraba.

Liz: Me valdría si...

Me levanto y él se levanta conmigo.

Meliodas: ¿Si...?
Liz: Madre mía, ¿no las pillas eh?Qué me beses, maldito enano.

Abre los ojos sorprendido. Los tiene algo tristes. Pero no me besa. Me abraza. Y las lágrimas corren por sus mejillas. Jo, sólo le he pedido que me bese, no que me compre un castillo. Le devuelvo el abrazo y le acaricio el pelo.
Me mira a los ojos y empieza a acercarse a mi.

No hay palabras, sólo un beso tan puro, que las mariposas de mi estómago se agitan inquietas y por primera vez en mi vida, siento lo que es la verdadera felicidad. Al fin.

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora