Capítulo 8: Encuentro fortuito

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*Meliodas*

Me levanto como casi todos los días cuando sale el sol. Siempre he sido muy madrugador. Supongo que el vivir en oscuridad perpetua ayudó a ello. No es que el inframundo sea un lugar lleno de florecitas y conejitos. El mundo humano me gusta bastante. Quizá por eso también soy más alegre.

Liz: Buenos días, Meliodas.

Liz ya ha bajado hace rato. Noté cómo se levantaba pero yo soy mucho más perezoso. Otra costumbre que he cogido.
Liz y yo hemos dormido juntos aunque no ha habido roces ni nada por el estilo, simplemente he dormido con ella, porque se siente más protegida y ella me lo agradece sólo con la mirada.

Meliodas: Buenos días. Qué hambre tengo...

Ésta mañana, Liz se ha encargado de hacer el desayuno: Zumo de naranja, tostadas con mermelada y café. Para un soldado como yo, es bastante poco y para ella también.

Meliodas: Liz, acuérdate que tenemos que entrenar muy duro, este desayuno es...

Me sonríe y saca algo de la nevera. Tarta de fresa. Tiene una pinta que me la zamparia entera. Parece que falta un trozo y sólo queda la mitad.

Liz: El otro trozo es para Caín y Wandle, que se lo repartan.

Me corta un cuarto para mí y otro para ella. Está de muerte. Siempre ha cocinado mejor que yo. Supongo que es por su poder de Diosa, que mejora los sabores. Fue gracias a ella cuando yo empecé a comer bien. Yo en cambio, soy un desastre. Por mucho que me esfuerce, todo lo que hago sabe a basura. Maldito poder demoníaco. Porque sí, el secreto de por qué mi comida es la peor del mundo es simple: mi poder demoníaco es un poder oscuro y negativo y todo lo que toco, se marchita o pudre. Aunque no huela, sabe asqueroso, de ahí que aunque me empeñe y la comida parezca deliciosa por fuera, por dentro es una bazofia nada más empezar a tocar los ingredientes. Qué le vamos a hacer. Alguna cosa mala tenía que tener yo.

Liz: ¿Está rica?
Meliodas: Me comería otra entera...u otras dos si me las dieses.
Liz: No sabía que fueras tan goloso.
Meliodas: El dulce me encanta. Cuanto más me eches mejor.

Liz se sonroja porque mi indirecta es un poco directa. Pensaba que no se iba a dar cuenta, pero soy imbécil. Es Liz, no Elizabeth, son distintas. Eli no lo hubiese pillado, se hubiese reído y me habría hecho otras dos tartas, literalmente. Y yo me las habría comido, riéndome mucho por dentro.
Recogemos la mesa, fregamos y nos vamos hasta el castillo. Hoy hemos madrugado, así que no hay prisa por llegar. Además, alguna ventaja tiene ser el capitán de esa panda de inútiles. El único que hace algo bien es Caín, que es un profesional. Los demás necesitan paciencia. No son malos chicos, pero a veces me desesperan. Nos paramos en el mercado porque a Liz le ha gustado un vestido que ha visto. Wandle se nos ha unido hace un rato. Se había quedado dormido encima de una papelera. Hay que ser bobo para quedarte dormido mientras comes.

Wandle: Meliodas...¿Me das dinero?
Meliodas: ¿Para...?
Wandle: He visto unas gominolas super ricas y brillantes, las quiero.
Liz: No son gominolas, son gemas, bobo. Eso no se come, se talla.
Wandle: Oh...vaya.
Liz: ¿No tendrás una amiguita por ahí, eh?
Wandle: Tú nada más. No conozco a más chicas.
Liz: Eeeeee....
Meliodas: Déjalo Liz, no lo va a pillar, su cerebro también está cubierto de plumas.
Wandle: Soy mucho más listo que tú, enano.
Meliodas: Te he dicho que no te pases un pelo, gordo plumoso.

Mientras Wandle y yo nos picamos, alguien choca conmigo por la espalda. Me doy la vuelta y me doy cuenta de que es Liz. Está mirando algo y no me gusta un pelo cómo lo mira. Me pongo delante de ella de manera automática para ver qué es lo que está mirando. Parece un hombre de mediana edad. Está sonriendo y mirándola...de manera bastante lasciva. Se va acercando poco a poco. Parece que no le importa mucho que yo esté delante.

Liz: Tú...
?: Vaya nena, qué coincidencia. Tú por aquí. ¿Qué tal si te portas bien y vienes con papá?
Wandle: Usted es...su papá? Liz, no sabía que tuvieses familia.
Liz: No la tengo. Él no existe para mí.
?: Qué dura eres hija. Vamos, dame un abrazo.
Meliodas: Como te acerques más a ella, no respondo, señor. Sea usted bueno y larguese. No quiero hacer un escándalo aquí.
?: Oye niño, no te metas en asuntos familiares. Quita de en medio.
Meliodas: ¿Niño? Soy Meliodas, Capitán de la Orden de Caballeros Sagrados de Danafor. Se ve que acabas de llegar, novato.
?: ¿Capitán? Ja! Esa sí que es buena. Quítate de...

Le pongo una mano en el estómago y lo empujo suavemente. Bueno, suavemente para mí. Porque él sale disparado hasta el puesto más lejano. No controlo la fuerza con los humanos. Es inevitable.

Wandle: Jo, Meliodas, mira que te he dicho que entrenes esa fuerza. No le has roto la cabeza de casualidad.
Meliodas: Lo he hecho aposta totalmente. Si hubiese querido, podría haberle torcido el cuello sin hablar con él siquiera.

Wandle pone cara de susto y traga saliva. Ala, seguro que así deja de tocarme las narices una temporada.

Caín: ¿Qué ha pasado?
Meliodas: Ese señor estaba molestando a Liz. Le he empujado sin querer.
Caín: ¿Sin querer? ¿Hasta donde lo habrías mandado queriendo, so bestia?
Meliodas: Lo he hecho despacito...
Liz: ...Gra-gracias, Meliodas.
Meliodas: No hay de qué.

Mientras Caín se lleva a Liz hasta el castillo, el señor se levanta del suelo. Me acerco a él y le cojo del cuello de la camisa para hablarle al oído.

Meliodas: Vuelve por aquí, cabron y no lo cuentas, ¿me oyes? Estás muerto. Te lo aviso.
?: No me toques los huevos, enano. Esa es mi hija y tengo todo el derecho a verla.
Meliodas: Y una mierda. No tienes derecho ni a mirarla. Lo que le hiciste no tiene nombre. Repito: no te conviene cabrearme.
?: Esa putilla caerá como su madre. Pienso comerla enterita y cuando entre en ella, me encantará oírla gemir.

Ya está, me ha tocado lo que no tenía que tocarme. Lo cojo del cuello y lo estampo contra la pared.

Caín: eh, eh, Meliodas, basta, basta!!!

Caín me aparta de ese desgraciado y eso me cabrea más. Tanto, que casi le pegó a él.

Meliodas: Encierralo!! Ahora!!!

Caín obedece y lo coge para encerrarlo en las mazmorras del castillo. Ya iré a hacerle una visita. Cierro los ojos, respiro hondo y disimulo delante de la gente.

Meliodas: Bueno, bueno, bueno...parece que alguien me ha cabreado de más. No se preocupen, está todo controlado. Si me disculpan, llego tarde a entrenar a mis chicos. Buenos días.

Me voy corriendo y entro por el bosque, dónde me desahogo con un pobre árbol, antes de entrar en el castillo para seguir con el día, que ha empezado en la mierda.

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora