*HISTORIA DE LIZ. PARTE II*

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Los rayos de sol penetran por la ventana de mi habitación y voy abriendo los ojos poco a poco. Me cuesta un triunfo, puesto que de tanto llorar ayer, los tengo hinchados y seguramente, rojos. Todas las imágenes del día de ayer se suceden, una tras otra y las lágrimas vuelven a brotar por mis mejillas. Me cubro con la manta hasta arriba y me dejo llevar por la tristeza y este sentimiento de vacío y soledad.

Hawk: Liz? ¿Puedo entrar?

Ahora recuerdo. Ayer con todo el ajetreo de lo de mi madre y el shock que me provocó, acabé desmayandome y Hawk me trajo hasta su casa. Siempre es muy cariñoso conmigo. Una vez me confesó sus sentimientos, pero desgraciadamente, lo rechacé porque no le correspondía. Siempre lo vi como un amigo. Nada más. Pero en lugar de enfadarse conmigo, lo acepto sin rechistar y mantuvo algo de distancia. Hasta que volvimos a unir lazos. Y aquí estamos. Yo en su casa, en su cama y él preocupándose por mi, como un fiel amigo.

Liz: Pasa Hawk.

Hawk abre la puerta y siento un olor delicioso. Tostadas y café. Se sienta en la cama y empieza a quitarme la manta de la cara. Ve mis ojos hinchados y llorosos, pero sólo se dedica a sonreírme dulcemente.

Hawk: Es probable que no tengas hambre, pero aún así, aquí tienes. Tienes que alimentarte aunque sea un poco.

Me incorporo y cojo la bandeja. Empiezo a morder una de las tostadas. Está blandita y calentita. Parece que me sienta bien al estómago. O más bien...no. Me levanto de sopetón y corro hacia el baño para vomitar. Hawk espera pacientemente apoyado en la puerta del baño.

Liz: Lo siento...estaba muy buena, pero creo que mi estómago ha decidido no abrirse.


Hawk: Lo entiendo, Liz, en serio. ¿Qué tal una ducha? Tenemos cosas que hacer. Nada me gustaría más que dejarte en la cama, pero ya sabes...tu madre...

Tengo que preparar todo su entierro. Eso me cae como un jarro de agua fría en la cabeza. Pero tengo que hacerlo. Es mi madre, se merece una buena despedida.


Su novio llegó ayer, aunque no hablé con él, por el shock que me produjo toda la situación. Fue Hawk el que se encargó de todo mientras yo intentaba combatir contra mis demonios.

Cojo la fuerza necesaria y me pongo a trabajar: Necesito flores, al sacerdote, el lugar donde enterrarla, todo ese rollo. No me lo toméis a mal pero he dejado de creer en el de arriba, si es que existe tal divinidad. Aún así, mi madre nunca perdió la fe, así que la enterrare con todos sus ritos religiosos.

Me paso dos días preparándolo todo. Casi ni he comido y Hawk empieza a preocuparse por mi salud mental, porque además, duermo a tirones. Tengo la cara de un zombi ahora mismo y he bajado de peso.

Hawk: Liz, tienes que comer.


Liz: Sabes que lo intento, pero no me entra. Sólo sale.


Hawk: No creo que a tu madre le guste que te caigas redonda el día de su despedida. No quiero obligarte a nada, pero ese estómago ya puede empezar a abrirse. En serio.


Liz: Ahora que lo pienso, la nevera está medio vacía, no he ido al mercado.


Hawk: ¿Para qué comprar cosas que no vas a comer teniendo sobras de ayer? Tienes un recipiente con guiso en la nevera. Lo hice ayer.


Liz: Tú y las sobras. Qué espíritu más ahorrador.

Hawk me sonríe y yo me siento un poco mejor. Me ha distraído un poco de mi estado de tristeza.

Dos días después...

Ya está hecho. Mi madre ya descansa bajo tierra. Espero que haya podido irse en paz y esté en algún sitio seguro y feliz. Ahora la que tiene que intentar salir adelante soy yo. Patético. Me he dejado caer sobre el sofá, en casa de Hawk. No sólo tengo cansancio físico, también creo que mi espíritu está roto. Me duermo sin darme cuenta. Pasan los días, las semanas, los meses y mi estado de tristeza y de vacío sigue ahí. Pero al menos, como más. Hawk se conforma con verme más o menos sana. Él mismo se sienta conmigo en todas las comidas del día para comprobar que meto algo en el estómago y que no lo echo en el baño.

Empiezo a salir de casa a dar paseos. Los primeros días son paseos hasta el mercado, luego voy aumentando las distancias hasta que al final, recupero mi forma física y mi peso. Recupero mis rutinas. Ayudo a Hawk en su casa. La mía la tiré abajo, porque no me apetecía mantenerla y ni mucho menos quería volver a entrar allí.

He vuelto a trabajar. Soy una espía reputada en el Reino y me toca una misión importante: ir al Reino de Danafor, que por lo visto es un enemigo de mi propio Reino. Realmente, lo hago porque me pagan bien, no porque me guste cotillear, aunque a veces es gracioso ver algunas situaciones: traidores en el propio ejército, tontos que te lo cuentan todo sólo porque eres guapa e incluso, infidelidades para sobornos. La vida de espía es dura, pero merece la pena.

Me voy a Palacio a por el informe que explica la misión. Cuál es mi sorpresa que ésta vez, no sólo me toca observar, sino también actuar. Tengo que secuestrar al capitán del ejército. Vaya, esto puede ser divertido. Enrollo el pergamino y me preparo para iniciar la misión.

De momento, Hawk tiene otra misión y es una bastante larga en el tiempo, así que no lo veré en una temporada. Eso me entristece un poco, pero aún así, sé que lo hará bien. Es el mejor soldado del Reino.

Así que aquí me tenéis, sola ante la adversidad que se me avecina. Últimamente me encuentro mucho mejor, de salud y de ánimo. Esta misión será pan comido, seguro que al capitán éste le bastará caer con mis encantos. Volveré a casa en lo que se dice Liz.

Cómo me gusta equivocarme a veces.


*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora