Capítulo 9: El príncipe Meliodas

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AVISO: Violencia algo explícita.

*Meliodas*

Llego al castillo y ya están todos los soldados a la espera de órdenes. Liz está sentada al fondo. De momento, no se relaciona demasiado con los chicos, no sé si por miedo o porque realmente es tan arisca como parece.

Meliodas: Bien, chicos. Hoy hace un día estupendo para correr. Moved esas piernas e id corriendo a la entrada de la ciudad y volved. Los tres primeros se ganarán un día libre.

Los chicos se alegran y se ponen en posición. Liz hace lo mismo, pero la cojo del antebrazo para apartarla y poder hablar con ella.

Meliodas: Un segundo, chicos, ahora vuelvo.

Ponen cara rara. Alguno hasta deja ver que está molesto. Me importa poco.

Meliodas: Oye Liz, ¿Seguro que estás bien?
Liz: Meliodas, si me entretienes, van a pensar que tienes favoritismos hacia mí. Empecemos de una vez, por favor.
Meliodas: Que se esperen.
Liz: Siiii, estoy bien.

La dejo ir y entonces se pone detrás de todos los demás y doy la señal.

Meliodas: Preparados...listos...ya!!!

Todos salen escopetados. Se ve que tienen ganas.

Meliodas: Wandle, síguelos...y vigila a Liz.
Wandle: Entendido!!

Wandle sale volando. No necesita demasiada premura, ya que desde el aire tiene una vista perfecta de todos y cada uno de mis soldados.

Caín: Si no te importa, voy a desayunar. Sabes que estos entrenamientos no me interesan.
Meliodas: Y luego se piensan que tengo favoritismos hacia Liz. Maldito viejo...
Caín: Un respeto, niño, no te pases un pelo.
Meliodas: Sí, sí, ya.

Caín se va tranquilamente a desayunar y yo me quedo sólo. Ante mí aparece lo que parece una bola de cristal con la situación de la carrera. Cuál es mi sorpresa que Liz va tercera y no para de acelerar.

?: Anda que buena la has hecho. Sabes que ella siempre ha sido la más rápida.
Meliodas: Con sus alas, no con sus piernas. Estoy gratamente sorprendido.
?: Venga, Meliodas, ya lo sabías. A mí no me engañas con tus caras de sorpresa y tus mentirijillas absurdas.

Sonrío. Claro que me conoce. Ella y Elizabeth son las únicas que parecen saber leerme.

Meliodas: Hacía mucho que no nos veíamos. ¿Dónde has estado?
?: Aquí y allá.
Meliodas: Investigando eh? Cotilla.
?: Enano.
Meliodas: Mira quién habla. No has crecido ni un centímetro, señorita sabelotodo.
?: Eso es parte de mis investigaciones.
Meliodas: Mira que eres suertuda. Siempre te llevas lo mejor.
?: Mira, Liz va en cabeza.

Miro hacia la bola de cristal y veo que es cierto. Y encima lleva ventaja. Parece hasta cabreada. Qué competitiva. No necesito la bola para saber que está cerca, así que miro hacia la entrada del castillo. Viene como una bala.

?: Será mejor que me largue. Hasta luego... capitán.

Desaparece dejándome con las palabras en la boca. Siempre hace lo mismo. Pero eso me hace reír. Liz llega y toca el poste desde donde ha salido antes.

Liz: He ganado!!

Se tira al suelo y se estira cual gatita mansa.

Meliodas: Has venido tan deprisa, que nos da tiempo hasta a hacer un picnic. ¿Tenías hambre o qué?
Liz: No. Correr me ayuda a no pensar en ciertas cosas.

Me pongo serio y cierro mi bocaza. Y el tío ese me viene a la mente. Me doy cuenta de que me he ablandado con el paso del tiempo. Que me he hecho más humano. Eso no habría pasado entonces. Me acuerdo aún de aquella vez...

-Flashback-

Soldado: Mi señor Meliodas, su padre ha mandado ejecutar a esa diosucha.
Meliodas: No tiene que mandármelo. Sé hacerlo yo sólo.
Soldado: Ehhh... sí, claro, perdone alteza.
Meliodas: No me llames así. Lo odio.
Soldado: Pero usted es nuestro príncipe, señor.
Meliodas: ¿Y? Anda, vete por ahí y déjame trabajar inútil.
Soldado: Sí... perdón.

Aggg, cómo odio a esos soldaduchos. Ni siquiera sé por qué tenemos soldados rasos. Yo puedo sólo con todo lo que me echen. Voy hacia el patibulo y cuál es mi sorpresa que hay gente. Mierda, es una ejecución pública. Odio que mi padre haga éstas gilipolleces. Le gusta hacerse el chulito, ver quién tiene el poder. A la mierda. Subo las escaleras y ahí está mi padre, sentadito, riéndose cual bárbaro. Mi madre no está. A ella no le gustan esas cosas, supongo que estará en su lugar secreto.

Luci: Por fin has llegado, hijo. Te haces de rogar.
Meliodas: Hago lo que me da la gana. Ya lo sabes. No tengo por qué seguir tus malditas órdenes.
Luci: Mientras yo sea el Rey, sí. No te hagas el chulo conmigo. Mira a esa diosucha. Es una prisionera.

Me acerco hasta ella. Ya está hecha polvo, así que lo justo sería ejecutarla de manera rápida. Pero mi padre no se va a confirmar con eso.

Rey: ¿Sabes qué? Voy a dejarte que la ejecutes tú a tu manera. Con una condición: que sufra. No quiero una ejecución rápida.

Lo que yo decía. La mayoría de las veces me gusta torturar a la gente. Pero en este caso, no me gusta un pelo. Pero es mi superior. Y por mucho que me joda, tengo que obedecerle.
Me acerco a la Diosa y me agacho. Le cojo el mentón y le levantó la cara, para mirarla de frente.

Meliodas: ¿Cómo te llamas?
?: Cleo.
Meliodas: Muy bien. ¿Quieres decir unas últimas...
Cleo: Tu eres...¿Meliodas, el príncipe oscuro?
Meliodas: Soy Meliodas, hijo del Rey Demonio y Líder de los 10 Mandamientos. Y te sentencio a morir.
?: Oye, Meliodas, antes de que la mates...
Meliodas: ¿Y ahora qué, Estarrosa?
Estarrosa: Es una pena desperdiciarla, ¿Me la dejas?
Meliodas: ¿Desde cuándo violamos a...?
Luci: Adelante hijo, tienes mi permiso. Vamos a reírnos un rato.

¡¡¿Qué coño?!! Nunca hemos violado mujeres, por muy Demonios que seamos.
Veo a Estarrosa rompiendo el vestido de esa Diosa y la deja totalmente desnuda.

Estarrosa: Ven, hermano, adelante.
Meliodas: No pienso violarla!!!
Estarrosa: ¿Quién ha dicho nada de violar? Coge tu espada y ya sabes qué hacer.
Cloe: Por favor...matame ya. Te lo suplico, príncipe de las tinieblas.

Eso me da mucha rabia. Odio que me llamen príncipe. Lo odio. Y las odio a todas. Cojo mi espada y empiezo a hacerle cortes por todo el cuerpo, de manera que se vaya desangrando poco a poco. Mi sonrisa aparece y entonces, mi malicia se desata. Estarrosa me acerca un hierro ardiente y yo lo poso en el trasero de la chica, que grita con horror. Luego, le saco un ojo de manera muy rápida, pero ella no para de gritar. Con mi gran espada, le corto una de sus alas. Sé que están unidas con su médula espinal, así que eso tiene que joderle a horrores. Hago lo mismo con la otra. Cuando estoy a punto de hacerla rebanadas, alguien aparece y le corta el cuello, matándola en el acto.

Lil: Hijo, por Dios!!! Ya basta!!! No había necesidad de ésto!!!
Luci: Aquí está la aguafiestas. Lilith, estabas mejor en tu rincón secreto.
Lil: No me toques los ovarios, viejo carcamal!!
Luci: ¿A quién llamas viejo, arpía?
Meliodas: Ya basta los dos!!! Me piro.
Lil: Y yo también. No aguanto éstas bestialidades.

Mi madre desaparece y yo me voy rápidamente de allí. Me apoyo en una pared y sonrío malévolamente.

-Fin del fashback-

La verdad es que ese día fue glorioso. Pero como he dicho, no soy ni de lejos igual a esa persona. Salvo en ciertos momentos. Lo siento, ese tío me saca de mis casillas. Se va a enterar quién es el príncipe de las tinieblas.

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora