Capítulo 14: Enamorada (Lemon)

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* Liz *

Meliodas me besa suavemente en los labios y yo soy feliz de la vida. Mis mariposas se agitan inquietas. Pero no sigue más allá, sólo se aparta.

Liz: ¿Qué pasa?
Meliodas: No...nada.
Liz: Ayer estabas más animado...
Meliodas: Liz...no vayas por ahí, en serio.
Liz: Vale...pues a dormir, ya es tarde.

Me voy subiendo las escaleras.

Meliodas: No te enfaaades...
Liz: No estoy enfadada. Los dos estamos agotados, vamos a dormir.

Meliodas no dice nada más y me sigue. Nos ponemos los pijamas y lo de que teníamos sueño y que estábamos ahogados era totalmente real. Caemos los dos en sueño profundo.

Al día siguiente, me despierto poco a poco. Los pájaros cantan y entra una brisa fresca y agradable. Con la tontería, ayer se me olvidó cerrar la ventana...😅
Menos mal que yo al ser friolera por naturaleza, me tapo con la manta sin darme cuenta, pero al observar a Meliodas, veo que se la he robado toda. Pero el tío duerme a pierna suelta, no parece que le moleste en absoluto.

Aprovecho para levantarme e ir a bañarme, porque necesito agua templada. Se ve que hoy va a hacer calor. Me desnudo y me sumerjo en el agua. Después de un rato, me doy cuenta de que alguien está detrás de mí, masajeandome los hombros. Meliodas.
No te digo yo que éste necesita motivación para tirarse a mi...si no lo conociese ya...

Liz: Meliodas...¿Qué haces?
Meliodas: Masaje ultra personalizado, señorita. ¿Está bien así?
Liz: Estoy en la gloria, pero estaría muchísimo más arriba si hicieses lo mismo con mis pies.

Meliodas se ríe y va hasta allí. Oh dios, que bien se le da ésto. Después de trabajar mis pies, Meliodas se para.

Meliodas: Bueno, voy a dejarte intimidad para que salgas de ahí, voy a hacer la cama.

Jo, qué corte. Se estaba súper bien. Pero me enjabono de arriba a abajo y me aclaro. Salgo del baño con una simple toalla. No sé por qué, Meliodas está sin camiseta y yo me pongo colorada.

Meliodas: Liz, respira hondo, sólo estoy buscando una camisa en el armario.

Pero si no he dicho nada...y ni siquiera me está mirando.

Liz: ¿Eres brujo o algo así?
Meliodas: Te conozco de sobra, sé que estás como un pasmarote, roja como un tomate porque tus hormonas están subiditas. Lo noto en el ambiente.

¿Que lo nota? Ahora va a ser un experto y todo.

Liz: No estoy subidita, deja de decir cho...

No sé cómo lo ha hecho pero ha llegado hasta mí y me está besando. Me tiene cogida de la cintura y me ha quitado la toalla de la cabeza. El pelo húmedo cae sobre mis hombros. Y se aparta. Pero yo no dejo que me suelte.

Meliodas: ¿Lo ves? Loca perdida estás.
Liz: Cállate, enano pesado y no dejes de besarme.

Soy yo quien toma la iniciativa y le acaricio el pecho desnudo. Él profundiza el beso y baja sus manos de mis caderas a mis nalgas para acercarme más a él. No es que podamos estar más juntos. Bueno, sí podemos. Me va empujando hasta la cama y yo quedo sentada. Él se agacha y empieza a besarme una de mis piernas. Mi zona íntima reacciona de repente. Pero si ni siquiera está ahí, ¿Por qué demonios me he agitado?

Sube y me vuelve a besar en los labios y yo quedo acostada en la cama. Yo aprovecho para bajarle el pantalón y queda totalmente desnudo. Entonces, él tira de mí para que me levante y se queda mirándome. Yo admiro su cuerpo escultural. Éste tiene de niño, lo que yo de Reina, así que me quito la toalla que tenía puesta alrededor de mi cuerpo. Ni siquiera me había puesto ropa interior, así que me he quedado también totalmente desnuda. Aunque me sonrojo, porque Meliodas no para de mirarme de arriba a abajo.

Meliodas: Liz...eres una Diosa, en serio.
Liz: Qué... qué cosas dices, tonto.

Me siento en la cama y le espero. Viene hacia mí y los dos nos acostamos. Se pone encima de mí y empieza a besarme dulcemente los labios, para acabar bajando por mi cuello, mientras me acaricia las caderas y roza mi parte íntima. Yo gimo sin querer y él se enciende un poco más. Me lame el cuello con pasión y me toca suavemente en mi parte baja. Yo doy un pequeño bote, pero empiezo a respirar más deprisa y una de mis manos agarra las sábanas. No porque me duela, sino porque lo estoy disfrutando. Este hombre me tiene loca perdida, en un sinvivir de emociones.

Liz: Meliodas...
Meliodas: Mmmm?
Liz: Ni se te ocurra parar.
Meliodas: No pensaba hacerlo, mi dulce señorita.

Sube un momento para mirarme a la cara y me sonríe, dándome un beso en la mejilla.

Meliodas (susurra al oído): Te amo (mi querida y dulce princesa).

Yo me derrito y las lágrimas se derraman por mis mejillas.

Meliodas: No te preocupes, no voy a hacerte daño, te lo juro. No pienso soltarte. Nunca más.

Asiento y le beso con pasión, con amor. Las caricias y los besos dan paso a los movimientos rítmicos. Mis caderas se mueven al compás de su adoración hacia mi cuerpo. Y aún no hemos llegado a la mejor parte. Pero no tarda demasiado. Mete uno de sus dedos en mí. Estoy húmeda desde hace un buen rato, así que estoy más que lista para recibirlo. Él está muy encendido, así que se apoya sobre mí y estamos cara a cara, mirándonos a los ojos. Frota su nariz con la mía dulcemente y se va metiendo en mi, suavemente. Yo voy doblando las piernas. Me duele un poquito y él se para.

Meliodas: ¿Estás bien? No tengo prisa.
Liz: Sí, sí, estoy bien. Sigue un poco más.

Él sigue entrando en mí. Y llega al fondo del..."asunto". Y yo suspiro de placer. Pensaba que me iba a doler, pero lo he confundido totalmente. Me ha roto los esquemas. Esto es mejor de lo que me imaginaba. Tenerlo dentro de mi, amándome, era lo que necesitaba. Yo empujo un poquito su espalda baja para que empiece a moverse y lo hace muy despacio. Esto es una tortura, seguro. Mis manos se van automáticamente hacia atrás y él entrelaza las suyas con las mías, para poder llegar hasta el fondo todas las veces. Yo me muevo con él. Los gemidos pasan a ser gritos desesperados de pasión y eso lo lleva a moverse más rápido. Noto como mi bajo vientre tiembla y el clímax llega sólo. Literalmente. Porque me vengo yo sola antes de tiempo.

Sé qué Meliodas se ha quedado a la mitad, y eso no me gusta. Y yo necesito más, así que no me lo pienso dos veces y me doy la vuelta y me siento. Empiezo a moverme sobre él, primero despacio y luego, de manera más desbocada. Él agarra las caderas y me incita a moverme aún más. Yo me agarro al cabecero. No sé como no se rompe algo, porque esto no es hacer el amor, es lujuria absoluta. Él llega a su límite y se viene. El sudor empapa nuestros cuerpos, pero todo nos da igual. Nuestras miradas son puro fuego. Los dos queremos más. Queremos venirnos juntos, no por separado. Se sienta y empieza su movimiento de nuevo. Yo tengo un orgasmo pequeño pero le sigo el ritmo. Le cojo del pelo y le susurro que le quiero. Nos besamos, de manera irracional. Su lengua busca la mía, se enreda. Nuestros movimientos se vuelven más potentes y yo le suplico que nos vengamos juntos. Los dos temblamos. Es la señal. Abro más mis piernas y grito. El orgasmo viene solo y es absolutamente mágico. Por un segundo me ha parecido ver cómo nuestros espíritus se entrelazaban y eran uno. ¿Eso eran alas?

Los dos nos derrumbamos en la cama, agotados con tanta pasión y nos quedamos dormidos. Menos mal que es nuestro día libre y no hay prisa. Aún podemos repetir...

*Nanatsu No Taizai : Reencarnación* (Libro II). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora