Confesiones de última hora

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-¿Asustada?- preguntó Marta

-Pues justo asustada no pero completamente confundida sí.-dijo Diana con un cierto reproche en la voz, pues ella pensaba que lo sabía todo sobre sus amigas y, en realidad no sabía nada.

-Me da a mí que alguien se ha enfadado...-dijo Valeria con tono burlón.

Ese comentario fue la gota que colmaba el vaso de esa noche tan extraña, y Diana explotó:

-¡Pero como quieres que no esté enfadada, llevamos siendo mejores amigas 15 años y no me decís nada de que soy una princesa, que vengo de un mundo mágico, que una señora oscura ha intentado raptarme y, por si fuera poco, no me decís que mis supuestas dos mejores amigas en realidad son parte de todo esto y me llevan vigilando años como si fueran mis haditas madrinas!

Todo esto lo dijo Diana no sólo para que se dieran cuenta de su enfado, sino para expulsar todas sus dudas, las dudas que le hacían cuestionarse toda una vida.

-No somos hadas madrinas Diana, somos tus ninfas protectoras- dijo Marta, tratando de calmar la situación.

-¿Y qué diferencia hay?-preguntó Diana que todavía tenía mucho que aprender sobre el mundo de Ariwëy.

-Pues que las hadas madrina cumplen los deseos de su cliente, y nosotras tenemos la tarea de protegerte con nuestra magia. La reina Twüley te entregó a nosotras cuando naciste.

-Y, ¿las ninfas protectoras tienen nombres tan normales?-preguntó Diana, aunque pensó que le sería muy difícil llamar a sus amigas por otro nombre

- No, lógicamente las ninfas tenemos nombres mucho mas extraños- dijo Valeria que estaba a punto de llorar de la risa.

-Y ¿cuales son los vuestros?- preguntó Diana.

-Yo en realidad me llamo Ärysel- dijo Marta- me gusta mucho más que ''Marta''.

-Y yo soy Tellywëis- dijo Valeria- que mola mucho más que ''Valeria''

-Y ¿voy a poder volver a Ariwëy?- ésa era la mayor duda que Diana tenía. Supuso que le tendría que responder su guardián, por lo que se giró hacia Ewynor con ojos suplicantes rogando que le permitiera volver a su hogar.

-No, no puedes- la voz que había hablado no pertenecía a Ärysel, ni a Tellywëis, ni a Ewynor, y Diana no podía creerlo cuando se dio cuenta de quién era el dueño de la voz. Era Rodrigo, su padre.

- Zalith auncalem- dijeron todos menos Diana.

-Zalith wentyriol gyardinemiol - les respondió Rodrigo en el mismo tono formal.

¡Pero bueno, es que todo el mundo sabía hablar en ese idioma tan raro!

Diana ya no podía más y se marchó, cuando iba a salir por la puerta, Ewynor la agarró por el brazo y le dijo:

-Debes de sentirte un poco apartada pero, si quieres, puedo enseñarte ha hablar nuestro idioma, el Dewöliun.

-Vale, pero, estoy cansada, me voy a dormir.

El bosque de AriwëyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora