Querido pueblo...

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Diana salió de su habitación sola, pues habían mandado que ella bajase las escaleras sola y Ewynor y los otros se fueran abajo.

Mientras caminaba, fue mirando por las ventanas y admirando la belleza del palacio.

Justo antes de llegar a las escaleras, Diana se paró y tomó aire y lo soltó una vez para relajarse, como le había enseñado a hacer Rodrigo cuando acababa un periodo de exámenes.

Al recordar todos esos momentos de su infancia, Diana sonrió y se sintió con fuerzas de salir y presentarse ante el pueblo.

Cuando comenzó a bajar, un coro de ninfas acuáticas comenzaron a cantar un alegre melodía, todo lo contrario de lo que Diana esperaba, pues ella esperaba un marcha formal.

Fue bajando los escalones muy despacio para que todos la vieran, y no pudo dejar de sonreír al ver los ojos de ternura y cariño de su madre y su pueblo.

Cuando llegó abajo las ninfas fueron menguando el tono hasta que callaron, que fue cuando Diana llegó al trono junto a su madre y pudo observar la sala que la rodeaba.

Toda la sala era de cristal, con muchos ventanales que daban a los jardines de palacio, la escalera era también de cristal, al igual que los tronos, que eran muy elegantes pero no tan fastuosos como los de los reyes de la Tierra.

En primera fila estaban sus amigos, amigos cercanos de su madre y la madre con su bebé, el que había tenido en brazos en la plaza.

Diana sonrió al ver que todos tenían un asiento, no estaban de pie, como era normal en las cortes terrestres y parecían cómodos y exultantes de alegría, pues su princesa perdida había vuelto.

Su madre la miró con orgullo, y le dijo en Dewöliun:

- Tienes que dar tu discurso.

Diana se puso nerviosa, no porque el discurso tuviera que estar en Dewöliun, pues había hablado en ese idioma desde que había llegado, sino porque no sabía que decir.

Esperó que la suerte le sonriera y comenzó:

- Mi querido pueblo, no sé cómo daros las gracias por vuestra espera, vuestro cariño y por no haber perdido la esperanza.

'' Estos últimos 16 años, han debido ser horribles para vosotros, pero, en cierto sentido, también lo han sido para mí pues no sabía cuan grande era el reino que me esperaba, el reino que me quiere aún sin apenas haberme conocido, no sabía que tenía una madre maravillosa que me quiere y un pueblo admirable.

No sé si la Dama Bliway ha vuelto ha aparecer o no pero, no creo que tarde al estar yo aquí. Pero, mi querido pueblo, os juro aquí, delante de todos ustedes, que no morirá una sola persona inútilmente, yo pienso luchar, pienso defender Ariwëy con todas mis fuerzas, para recompensaros de todos estos años de espera ininterrumpida.

No pienso permitir que la Dama Bliway ni nadie os dañe, prometo, que mientras esté aquí con vosotros, nada os podrá tocar, aunque defenderos acabe con mi vida, lo haré, pues a vosotros os debo la mía.''

Cuando Diana finalizó su discurso, todos comenzaron a aplaudir y Diana sonrió, pues lo había dicho de corazón.

La reina chasqueó los dedos y aparecieron en la sala flores y guirnaldas junto con enormes fuentes de comida para los invitados, después de eso se giró hacia su hija y le dijo:

- Ahora viene lo bueno

- ¿El qué?- preguntó Diana

- Hablar con todos los invitados

- Ufff- se quejó Diana

Su madre rio y dijo:

- Bueno al final te diviertes

- Eso espero.

Ambas se sentaron en sus tronos y comenzaron a recibir invitados y regalos hasta que por fin les toco el turno a los amigos de Diana que rieron al ver su cara de desesperación.

- ¿Qué tal tu primer día majestad?- dijo Ärysel con sorna

Diana le hizo una mueca y dijo:

- He escuchado la palabra ''majestad'' como quinientas veces al día- dijo Diana

- Pero te han regalado un montón de cosas- dijo Ärysel.

- Ya pero la mitad son inútiles- dijo Diana

- Pero bonitas- replicó Ärysel

- Pues coge lo que quieras, quedamos en mi habitación cuando esta tortura acabe ¿vale?- dijo Diana

Arwin le guiñó un ojo y dijo:

- Como quiera majestad

Diana cogió una pulsera de que le habían regalado y se la lanzó con una risa. Arwin recibió el impacto con una carcajada y dijo:

- Has jurado que no vas a proteger y así me lo demuestras

-No tengo porqué proteger a la gente que me protege a mí

Todos rieron y se fueron, dejando sola a Diana con su interminable fila de invitados esperando para hablar con ella.

Era ya de noche cuando Diana despidió a su último vasallo y suspiró aliviada.

Su madre se giró hacia ella y le dijo:

- Lo has echo genial, ahora solo quedan los regalos nínficos y acabamos

- ¿Qué son los regalos nínficos?

- Espera y verás.

Diana fue paciente y pudo distinguir, al fondo de la sala, un grupo de ninfas que avanzaban hacia ella.

El bosque de AriwëyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora