Diana por fin estaba en casa. En el lugar donde había nacido y dónde debería haber crecido.
Observó lo que la rodeaba y pudo ver muchas casas, que suponía que pertenecían a los lugareños, hechas de mármol y cristal. Unos materiales que en la tierra se consideraban muy caros pero que aquí tenía todo el mundo.
Había varias personas en la calle que se giraron hacia ella, pero no la reconocieron, excepto una.
Era una señora mayor, de unos 70 o 80 años. Tenía la espalda algo encorvada y su cara estaba surcada de arrugas. Pero con todo esto, tenía una expresión cariñosa en el rostro.
Nada más ver a Diana, se llevó las manos a la boca con sorpresa y, poco a poco, se fue acercando a Diana. Cuando estuvo en frente suyo, le cogió la mano y le dijo:
- ¡Has vuelto! Yo sabía que volverías, desde el momento en que te vi supe que serías fiel a tu pueblo.
- ¿Cómo me ha reconocido?- preguntó Diana
- Cariño, yo te vi nacer, fui la comadrona de tu madre durante mucho tiempo y atendí su parto. Nunca en mi vida olvidaré ese día.
A Diana esa palabras la conmovieron y, en un impulso de cariño, abrazó a la mujer. Ella se sobresaltó un poco al principio pero luego se tranquilizó y le devolvió el abrazo.
Ese gesto llamó la atención de muchas personas que se acercaron a ella y por fin la reconocieron y comenzaron a gritar ''¡ La princesa, la princesa perdida ha vuelto!''
Mientras Diana caminaba por las calles de la ciudad, más gente se le iba uniendo y la saludaba, ella trataba de hablar con todos y darles las gracias por su paciencia y su cariño.
A mitad del camino a palacio, una mujer joven se le acercó con un bebé casi recién nacido en los brazo y le dijo:
- Princesa, mi bebé nació hace tan solo un día, me gustaría que lo tuvierais en los brazos como muestra de nuestro cariño.
Diana no podía creerlo, pero cogió al bebé, entre el silencio de la multitud, lo acunó en sus brazos y lo besó en la frente antes de devolvérselo a su madre, que estaba llorando de la emoción y que casi no pudo articular un débil gracias antes de que la multitud se la llevara.
Diana continuó caminando por la calle hasta que llegó a un patio, lleno de rosales en flor en el que la gente se paró, pues al fondo, estaba la figura de una mujer que corría hacia la multitud pero especialmente hacia Diana. Esta dio un paso hacia delante y contempló a la mujer que se había detenido a pocos pasos de ella.
La mujer era muy guapa. Tenía el pelo rubio y la cara blanca, algo que Diana claramente no había heredado de ella, pero también tenía esos ojo verdes con los que Diana había hecho mil combinaciones para imaginar el rostro de su madre.
La mujer continuó avanzando hacia ella, muy poco a poco y cuando estuvo a la altura de Diana, cogió la cara de su hija entre sus manos y dijo:
- Mi niña, mi niña.
- ¡Mamá!- gritó Diana
Y ambas se abrazaron entre sollozos mientras la multitud estallaba en aplausos y vítores.
En ese momento Diana dejó de sentir todo lo que ocurría a su alrededor, no oía los gritos, ni los vítores, ni siquiera sintió las manos de Tellywëis en las suyas que la arrastraban dentro de palacio, en ese momento solo tenía ojos para su madre.
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El bosque de Ariwëy
FantasyLa voz había vuelto, Diana ya la había olvidado pero ahí estaba. Esa voz susurrante que provocaba en Diana una sensación de familiaridad estaba otra vez allí, después de 5 años había vuelto para traer de nuevo a su memoria recuerdos que no eran suyo...