Capítulo 15

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“La vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es fácil. Pero a pesar de todo, la vida es bella”.

- La Vida es Bella (1997)

Dulce

— Oye bella durmiente, despierta, llegaremos tarde — Claudia esta aún lado de mi cama, cuando consigo abrir mis ojos veo que me trajo el desayuno.

— ¿Que hora es? — bostezo y estiro mis brazos.

— Las nueve de la mañana— se siente a mi lado— desayuna y nos vamos. Los niños estan abajo con Kevin, ya desayunaron.

— Okey — agarró la taza de café, el olor que tiene es delicioso, y ya me pone de buen humor.

— Dulce, no quieras tomar solo ese líquido, come algo por favor— dice suavemente. Asiento y agarró una de las tostadas.

— Gracias por esto — digo después de tragar el primer bocado— no puedo creer que durmiera tanto, suelo estar despierta antes.

— Estabas cansada. Pero no importa, prepárate y te espero abajo.

Mientras términaba mi café, comencé a prepararme hoy sería una día largo. Decidí vestirme con unos pantalones de jeans, una camisa blanca metida dentro de este, acompañado con una campera de cuero negra, me claze con unas zapatillas cómodas y acomode mi pelo con unas hondas que me daban un toque fresco a mi look.
Cuando baje las escaleras ya no habia ruido en la casa, Claudia y Any aparecieron por la puerta de la cocina.

— Lista? — preguntó Any. Yo asenti.

No tardamos en salir, mientras ibamos camino a la Clínica, Any iba hablando con Alfonso. Claudia estaba concentrada manejando por la ciudad, era un caos esta mañana. Yo sólo miraba por la ventanilla rongando porque salga todo bien.

Un edificio pintoresco de color blanco, puertas de cristal y una gran cartel con letras plateada, indicaba que era la Clínica correcta.
Claudia estaciono en la entrada, no se porque, pero mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que dudaba que no fuera taquicardia. Any seguía prendida de su aparato. Mi hermana me tomo el brazo, y me dio un suave apretón seguido se una sonrisa pequeña.

Entramos al edificio, a una izquierda se veía una sala de fisioterapia, donde se podian ver a algunos ancianos haciendo ejercicios, acompañados de un terapeuta. A la derecha habia dos puertas que parecian consultorios, y a continuación el ascensor.
Miré hacia el centro, y habia un gran escritor donde se encontraban dos secretarias ocupadas en la computadora. Mientras me acercaba a  ella, una se percató de mi presencia y me miró.

— ¿En que la puedo ayudar?— dijo amablemente.

— Soy Dulce Maria...— dudé un momento pero termine diciendo su apellido — Uckermann.

— Señora Uckermann, la estan esperando en el piso 3, puerta 45— dijo mientras escribía algo en la computadora. Asenti, y nos dirigimos al ascensor.

El piso era elegante, con sillones en la sala de espera y un pequeño bar donde servian café, además que estaba todo decorado con flores, y una alfombra gris.
El consultorio 45 estaba apenas salías del ascensor, le pedí a Claudia que me esperará afuera. Golpeó la puerta, y en segundo sale una señora rubia, con un gran sonrisa.

— Adelante Dulce— me da el paso para que pueda entrar, el lugar era como un consultorio médico, con la diferencia que tenia unos par de sillones camas, unos aparatos grandísimos y al lado de cada sillon había sueros.

Me hizo algunas preguntas sobre mi vida, y los estudios que hice en México. Antes de comenzar con todo, me informó que este tratamiento traería algunas efectos secundarios, sinceramente no me preocupaba perder el pelo sin con eso podía tener más tiempo para ver crecer a mis hijos.
Luego de una hora, me pusieron una bata, y comenzamos con la radioterapia. La primera dosis de radiación comenzó, mientra esta se llevaba a cabo me comentaban que esto era para atacar las células cancerígenas.
Ni bien termino, uno de los efectos más comunes llegó, comencé a marearme y las nauseas fueron más fuertes. La doctora que me atendía estaba a mi lado, lo agradecí porque definitivamente este tratamiento era muy invasivo para mí.
Cuando salí del consultorio la cara de Claudia fue de preocupación, la doctora Carolina la despreocupado explicándole que estaba con el efecto de la radioterapia.
Any y Claudia me agarraron de un brazo cada una, y tomaron el recetario de alimentación para este tratamiento.
Agradecí al cielo cuando llegamos a casa, mi estado era de desgano, Claudia subió conmigo mientras Any me preparaba una infusión para las nauseas. Mi hermana me acomodó sobre mi cama, puso una almohada a la altura de mi espalda, y me arropo con el covertor que estaba a los pies.
A los minutos entró Any con el té, mi hermana se encargó de traerlo hasta mi mesa de luz. No se muy bien como o en que momento me dormí.

Cuando me desperté Claudia estaba a mi lado leyendo un libro, me trate de acomodar aunque aun tenía esas malditas náuseas y se le agregó una jaqueca horrible.

— Dulce ¿Necesitas algo? — Claudia dejo aún lado el libro, y rápidamente me ayudo a sentarme.

— No, nada. Gracias— sonreí vagamente— ¿Los niños llegaron?

— No, aún no— Claudia me acarició el pelo, y luego se quedo observandome.

— ¿Que tengo?— pregunté.

— Nada.... sólo que... — Mi hermana hizo una pausa— Perdón, por todo.— mi hermana tomó mi mano, y me sonreía— ¿Sabes algo? Cuando me enteré que llegabas a nuestra familia fui la niña más feliz Dulce. Eras como mi muñeca, amaba atenderte. Pero cuando crecemos nos volvemos envidiosos, la influencia de los de más o tal vez hasta la envidia, te convierte en un ser lleno de resentimiento.— Suspira— Con lo de mamá y papá no supe como reaccionar cielo — toca mi mejilla, mientras yo la escucho atentamente— Sentí que quedaba sola, tú tenías a tu marido y a tu hija, yo no. Yo estaba con mamá y papá todavia, sentí que no podía seguir, y Dios sabe que siempre fui feliz porque tú lo eras, pero tenía tanta rabia con la vida, que me salió todo ese veneno. Necesitaba lastimarte, para que sintieras el mismo dolor que tenia yo — Claudia se limpia una lágrima rebelde— Yo..

— Yo también sufrí— la interrumpo— Clau, escuche prácticamente como mamá y papá perdían su vida, y sufrí aún más cuando pensé que fue mi culpa. Pero lo que jamás me pude perdonar fue que yo los llame, y tienes razón tal vez si dormia esa noche y no los llamabas... — un nudo no me permite continuar, y sin previo aviso un sollozo sale de mi acompañado de un mar de lágrimas.

— Hermanita— Claudia también llora, y me tiende en sus brazo.— No fue tu culpa— me susurra una y otra vez.

— Yo creo que por eso estoy pagando con todo esto, merezco esta maldita enfermedad — digo entre sollozos que me sacan el aire de los pulmones, y con ellos se van armando cada vez más fuertes mis miedo.

— No, tú no lo mereces. Me oyes— dice tomando mi cara en sus mano— Vamos a ayudarte hermanita, ahora que te tengo otra vez, no te voy a perder— mi lágrimas no dejan de caer, y ya no aguanto más.

— Voy a morir hermana, lo sé. Se expandió— digo sin más. Claudia me mira atónita, su labio inferior tiembla y me abraza a un más fuerte.

— No, vamos a pasar tiempo juntas, no te irás. Perdóname Dul, por favor perdóname. No sabes cuanto me arrepiento de haberme alejado — Claudia acaricia mi pelo, mientras llora entre mis brazos.

— Perdóname tú a mi— digo al fin, es hora de dejar esto atrás y disfrutar de lo que me queda.

— Tú también a mi— ella me apreta fuerte, y besa mi coronilla. Luego me mira. — ¿Me perdonas?

— Eres mi hermana, como no hacerlo— limpió sus lágrimas.

— Prometeme que me dejarás acompañarte en esto.

— Esta bien — sonrió.

— Te amo hermanita, y no quiero que te vayas aún— Claudia se acuesta en mis piernas.
No sabemos cuanto tiempo permanecemos así, pero eso ya no importa. Importa que estamos juntas, que el amor de hermana es irremplazable, y me siento libre. Porque logré perdonarla, y ella a mí.

No podré estar sin ti ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora