Capítulo 18

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“No necesitas a alguien que te diga «las cosas van a salir bien», necesitas a alguien que te vea mal y diga «yo me quedo aquí contigo»”.

—Redry

Dulce

— La radioterapia no funcionó como esperabamos— dice la doctora Carolina.— Lo siento.

— Pero ¿Cómo? Hice todo lo indicado— digo sorprendida. Mientras escucho sus palabras, siento que floto en el aire, no puede ser que la vida me este jugando así.

— Lo siento, Dulce. Lamentablemente las células cancerígenas han avanzado. Esto puede demilitarlas o en su defecto, no hacerlo.

— ¿Y ahora?— pregunto.

—¿ Recuerdas que la semana pasada me hablaste del doctor Farjat en México?— Asiento— Hable con él, esta dispuesto a arriesgarse para ver si podemos extraerlo.

— Esta bien, lo haré— digo decida.

— Dulce— Carolina se acerca, y se apoya en la punta de su escrito— esta ve el riesgo es aún mayor.

— ¿Cuánto tiempo me queda si no lo hago?— levanto mi rostro, y miró a Carolina.

— Calculamos... — hace una pausa— entre un año o seis meses.

Me levanto de mi asiento, ella toca mi barzo en un gesto de apoyo. Y sólo pienso que tengo que decirle lo antes posible esto a mis hijos, no puedo seguir esperando para decirle la verdad a mis hijos.
Claudia esta esperándome como siempre, le sonrió solo por inercia; hoy estoy quebrada no puedo sentir, en realidad si siento. Siento miedo, no a la muerte, sino miedo al dolor.
Nadie sabe lo invasivo que fue este último tratamiento, baje aproximadamente 10 kilos en menos de un mes, mis fuerzas no son las mismas. Y lo peor es que esto afecta a mis hijos, ya no puedo pasar tanto tiempo con ellos.
En momentos como estos aprendes a apreciar lo que tienes, antes de que el tiempo y el destino te enseñen a apreciar lo que tuviste.

— Dulce ¿Que pasó ahí adentro? — Claudia me conoce muy bien.

— Me dejas ducharme, y después te cuento— respondo desganada. Ella asiente y subo a mi habitación.

Entro y me siento en mi cama, no pienso en nada pero a la vez pienso en todo. Creo que es un buen momento para hacer un recuento de toda mi vida, aunque tal vez me este apurando. Queda una posibilidad, que es la operación. Pero cuando pienso en ello, los pelos se me ponen de punta.
Quedar en la camilla, es también un miedo imposible de ignorar o evitar, aunque lo bueno es que demuestra que luche hasta lo último. Mi mamá siempre me decía "Nunca  pierdas las ganas de lucha y aprender, y la capacidad de tratar!", supongo que mamá estaria orgullosa de mi, porque no me di por vencido.

Me dirijo a la ducha, miró al techo y una congoja se hace presente en mi pecho.
Siempre me imaginé envejeciendo, arrugada, con el pelo gris y rodeada de la hermosa famila que planee y tengo con el amor de mi vida. Los amo tanto que duele. Así es la vida. Es frágil, preciosa e impredecible y cada día es un regalo, no un derecho adquirido. Y hoy lo veo.
Juro que No me quiero ir. Amo mi vida. Soy feliz. Pero siento que esto ya está fuera de mi control.
Una vez más me derrumbo sola, por lo que seguro quedará en el camino y por lo que no podre vivir.

Salgo de la ducha y me encuentro con Claudia. Creo que ella sabe que pasa.

— No funcionó— logro decir antes de quebrarme.

— Ay no!! — dice tampandose la boca, dejando caer un par de lágrimas.

— Sólo queda arriesgarme con la operación— digo con un hilo de voz.

No podré estar sin ti ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora