LEO V

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Como todos los días, la chica estaba sentada en su lugar de siempre a la hora del almuerzo en el salón de clase, las burlas no había cesado pero de todas formas la castaña había ido a la escuela porque tenía algo importante que hacer, no le importaron todas las bromas e insultos que le lanzaban, ella estaba ahí para cumplir su último deseo. A los pocos minutos el chico rubio apareció en la entrada del salón para después entrar y sentarse junto a la chica como lo hacía siempre.

Lara estaba escribiendo en su cuaderno de bocetos, esta vez no dibujaría nada pero a cambio de eso haría algo más, su amigo la miraba con cierta curiosidad en sus ojos pero decidió no decir nada, al cansarse del silencio el chico hablo haciéndole saber a la castaña cuan preocupado estaba por ella

—No puedo seguir así, por favor Lara. ¿Estás bien? —pregunto en un grito desesperado mirando con angustia a su amiga

—Si, lo estoy. No debes preocuparte —dijo la chica sin apartar su vista de su cuaderno

—Se que no lo estas, déjame ayudarte, se que no me quieres cerca de ti pero enserio no puedo ver como te insultan, lo que te hizo tu hermano no tiene ni nombre, ni perdón —la rabia y desesperación invadían sus palabras.

—Tranquilo Leo, ya te he dicho, estoy bien —aclaró la castaña volteando su vista y mirando a la cara del chico

—Por favor, Lara... —suplico con cara de preocupación

—Enserio —dijo firme antes de regresar su vista a su libreta

La chica sabía que no podría mirar a los ojos a su amigo y mentirle, no a él, sería imposible para ella hacerlo y no comenzar a llorar pero no, no se mostraría débil ante nadie, no de nuevo. Se quedaron en silencio por un buen rato mientras Lara escribía algo en su cuaderno, él chico la miraba atentamente tratando de encontrar algún signo de que la chica estuviese mal, pero no encontró nada, Leo tenía muchas dudas pero sabía que no podría obligar a la castaña a hablar, y que esta lo haría cuando estuviese lista, el chico no podía hacer nada más que esperar, esperar respuestas que jamás llegarían.

Después de vario tiempo en silencio ya casi era hora de irse así que la castaña termino lo que estaba haciendo y guardo su libreta, después se dirigió a donde su amigo estaba parado observándola mientras esperaba a que hablase

—¿Puedo pedirte algo? —pregunto mirando fijamente al chico quien al instante supo que era algo importante

—Sí, lo que sea —contestó seguro

—¿Mañana podrías venir a la misma hora de siempre?, las 12 a.m aquí, por favor —pidió mirando a su amigo con una ligera sonrisa

—Claro, lo haré todos los días y podre verte pintar —dijo de la manera más sincera posible —Prometo que siempre estaré aquí esperándote.

Al terminar de hablar, la castaña se lanzo a los brazos de su amigo y lo abrazo fuertemente derramando una pequeña lágrima, el chico correspondió aquel acto, ambos cerraron los ojos tratando de hacer que aquel momento durase para siempre pero lamentablemente esto no sería posible, al separarse del abrazo Lara miro directamente a aquel par de orbes color miel que tanto le gustaban y les transmitían tantos sentimientos y emociones, la manera en que la chica lo veía era simplemente inefable, en sus ojos reflejaba; esperanza, amor, verdad, dolor... Dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero hasta tu propio reflejo puede romperse.

—Gracias por estar aquí siempre, te quiero Leo. Pero necesito irme —habló antes de acercarse a su amigo y dejar un beso en su mejilla para después dar media vuelta, tomar sus cosas e irse

Muchos le habían dicho que las despedida eran tristes pero nadie le había dicho que dolería tanto, sin saber, aquel día sería el último en que su amigo la vería, ese ultimo abrazo fue el más especial que había recibido y también sería el último.

Lara KlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora