CAP. 39

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Mentiría si dijera que estaba en calma, no estaba preparado para la situación que se avecinaba, y el no tener ni idea de que es lo que le esperaba al bajar del carruaje o al cruzar las grandes puertas de esa enorme "casa" le ponían de nervios.

La puerta del azabache fue abierta por el conductor. Fallacy bajó con tranquilidad manteniendo su semblante severo como ya era de costumbre; se apartó un poco del carruaje dejando paso libre a Encre. Este último se deslizó hasta el final de su asiento, quedando en la entrada de la puerta, estaba pensando en cómo rayos bajar del carruaje. Desde su punto de vista, él se encontraba demasiado alto y no había los típicos escalones que ayuden en su descenso ¿y si saltaba? No, no sería muy propio de una "dama", además de que había la probabilidad de rasgar el vestido o de que su crinolina se atrape en algún sitio.

Fallacy regresó su vista hacia el coche ya que el contrario estaba tardando en aparecer. Sus orbes observaron a un esqueleto titubeante, era similar a ver a un gato preparándose para saltar. Resopló al verlo en aquella situación absurda, no podían tardar más por lo que se acercó para ayudarlo.

Encre no se había dado cuenta que el moreno estaba frente a él, y cuando lo notó, se asombró al verlo ofrecer su mano en señal de ayuda. Sus orbes pasaban rápidamente del azabache a la palma de éste y viceversa. Pese a que su mano aún se mostraba dudosa, cedió. Cuando sintió su tacto, una corriente recorría velozmente todo su cuerpo, su alma latía inquieta y no sabía si era porque estaba nervioso o por bochorno, además de que sus mejillas habían adquirido un leve rubor.

Sentir la mano del contrario era tan extraño. Claro que otras veces había sentido su tacto, un claro ejemplo era cuando el albino había sido maltratado, sin embargo, sentirlo de manera consciente, centrándose específicamente en este y saber de que este podía ser delicado le provocaba un sentimiento diferente. Tardaron un par de segundos en alejar sus manos, y pese a que el momento había sido fugaz, la sensación parecía no tener la intención de irse de sus falanges.

Un mayordomo apareció enfrente de ambos esqueletos, les dio la bienvenida al mismo tiempo que realizaba una reverencia; cuando éste emprendió camino, ambos invitados empezaron a seguirlo. Esta vez el menor se mantenía al lado del azabache y no detrás de él como antes, ese era el lugar en donde se sentía, de alguna manera, seguro y cómodo.

Las enormes puertas fueron abiertas de par en par, siendo recibidos por varios empleados al igual que la primera vez que Encre llegó. Continuaron siguiendo al mayordomo que los había recibido en un inicio, siendo guiados por los extensos pasillos; hoy Encre no se sentía nada alentado a curiosear con la mirada las pinturas y jarrones que decoraban las paredes y sus alrededores. No pasó mucho hasta que quedaron en frente de una gran puerta de madera con elegantes figuras talladas. El hombre que los había estado guiando se movió a un costado, dejándoles libre paso. Ambos esperaban a que las puertas fueran abiertas. De repente se escuchó una voz que los anunciaban:

— Han llegado Lord Fallacy y Sally Comyet

Comyet. . . jamás pensó que el causante de toda esta situación sería su apariencia y no su apellido; Qué curioso.

Las puertas fueron abiertas de par en par, su corazón latía apresurado, sentía una especie de presión sobre sí mientras sudaba en seco. Le habían abierto las puertas a lo inesperado y estaba asustado; respiró hondo y cruzó el umbral.

Pudo observar a 3 personas vestidas con ropas finas y a un par de mucamas.

Habían 2 mujeres, una mucho más joven que la otra, también se encontraba un señor bastante mayor el cual fumaba un puro un tanto alejado del resto. Sentía las miradas sobre él. Observó cómo las expresiones de aquellas extrañas personas pasaron de asombro a curiosas.

Corazón de tinta || FallacyxEncreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora