Capítulo 1

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— Tienen una casa preciosa.

— Gracias – dice Elliot.

— Y la cocina es... Asombrosa.

Los tres estamos sentados en el comedor, después de mi llegada. El esposo de Kate parece un chico agradable y muy atento, aunque por supuesto Luke también lo era al inicio.

— ¿Lo ves, cariño? La cocina necesita ser usada más seguido – dice Elliot con una risita.

— O podríamos contratar a una ama de llaves, sabes que ambos trabajamos hasta tarde y sería agradable llegar a casa y que la cena esté hecha.

Me levanto de la silla tratando de no hacer ruido y recojo los platos de la mesa. Creo que Elliot y Kate necesitan discutir su asunto de pareja sin mi, la incómoda amiga divorciada que acaba de aparecer en sus vidas.

Les hago una seña con la mano y voy por el pasillo hasta la habitación de invitados, que es mía temporalmente. Y lo digo así porque no me veo viviendo aquí mucho tiempo.

Apenas termino de darme un baño con agua caliente y me lanzo a la cama, exhausta. Manejar durante tantas horas, a pesar de las pequeñas paradas para dormir, me dejaron pulverizada.

Y ni siquiera me siento con derecho de quedarme todo el día a holgazanear. Tengo que dejar de llorar por un matrimonio fallido, sacar mi trasero de la cama y salir a buscar empleo.

Cambiada por un traje formal y mi currículo actualizado, recorro las calles de Seattle en busca de las editoriales. Todas. Hasta la más pequeña, donde la mujer de Recursos Humanos ni siquiera me hizo entrar a su oficina.

— No tenemos vacantes – me gruñe.

— Lo entiendo, pero ¿podría dejarle el currículo? Tal vez luego surja alguna oportunidad.

Le sonrío y le entrego (de nuevo) la hoja. Ella me mira de arriba a abajo y vuelve a fruncir el ceño.

— No prometo nada.

— Lo agradezco – vuelvo a sonreír y me alejo del mostrador.

Camino de vuelta hasta el callejón donde dejé estacionada mi cherokee y cierro la puerta con fuerza. Ahí adentro y sin nadie que me juzgue, me echo a llorar.

Enojo, frustración, coraje, tristeza, la sensación de haber fracasado y la impotencia de tener que volver a comenzar mi carrera desde cero.

Cuando se me ha pasado, enciendo la camioneta y voy de vuelta a la casa de Kate. Lo menos que puedo hacer por ellos es preparar la cena, así que debo darme prisa.

Realmente no sé que les guste, pero filete de pollo a la plancha con verduras y espagueti con crema parece algo bastante aceptable. No sé mucho de vinos, pero saco la botella del refrigerador y les sirvo dos copas.

— Huele delicioso – chilla Kate desde la puerta.

— Justo a tiempo – le sonrío – toma una copa.

— Aww se ve magnífico, Ana.

Su esposo entra detrás de ella, con el pantalón de trabajo lleno de lodo y tierra. Sus marcas sobre la madera del piso hace gritar a la rubia.

— ¡Elliot Grey! ¿Qué te he dicho sobre entrar a la casa todo sucio?

— ¿Que vaya directo a la ducha?

— ¡No! Que te quites las apestosos botas en la entrada y el pantalón... – luego se interrumpe a si misma – Bueno, el pantalón en la habitación.

Elliot pasa corriendo en calcetines por la sala hasta su habitación. Mi amiga rueda los ojos y apura el contenido de su copa mientras toma asiento.

Su esposo se acerca unos minutos después, con el cabello aún escurriendo y se sienta frente a Kate. Tengo las copas y los platos servidos, así que comienzan la cena.

— Esto sabe delicioso – dice Elliot.

— Lo sé, cocina incluso mejor que Mía.

Elliot frunce el ceño y mira a su esposa, que solo sonríe. Mi vista va de uno al otro, hasta que por fin me animo a preguntar.

— ¿Quién es Mía?

— Mi hermana, tiene un restaurante en el centro de Seattle.

— Estudió cocina en Francia – Kate hace una mueca de fastidio que no pasa desapercibida.

—Y ahora es de las mejores, no lo olvides – le advierte Elliot.

— Si tuviera talento para cocinar, no tendría que haber ido tan lejos. Además, creo que Ana es excelente, aunque lo suyo sean los libros.

Elliot aún observa a su esposa con una mirada furiosa, y lo último que quiero es traer problemas maritales a esta feliz pareja.

— Creo que en este punto, cualquier tipo de trabajo me vendría bien. Si espero a que me llamen de alguna editorial, terminaré viviendo en mi camioneta.

— ¡Oye no! Sabes que nos tienes a nosotros, puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, aunque comprendo que quieras trabajar y ganar tu propio dinero.

— ¿Entonces? – miro hacia Elliot – ¿Crees que tenga alguna vacante en su restaurant? Podría lavar platos, atender mesas, lo que sea que ella necesite.

— La llamaré – dice él antes de engullir otro bocado de espagueti.

Después de la cena, Kate y yo recogemos la mesa y lavamos los platos. Ella me cuenta sobre su trabajo  en la empresa de su papá, aunque no suena muy emocionada.

— Entonces, ¿De verdad quieres el trabajo en el restaurante de Mía?

Ambas giramos hacia su esposo, que aún sostiene el teléfono móvil en su mano. Una gran sonrisa de satisfacción se estira en sus labios.

— Si, por supuesto.

— Bueno, empiezas mañana. Preséntate con ella a las 11 de la mañana y te dirá qué hacer.

— Estupendo. Gracias Elliot.

Kate palmea mi hombro y toma el resto de su copa para ir a sentarse al sofá. Cuando su esposo se reúne con ella, comprendo que es el momento para mí graciosa huida.

Es temporal, Ana – me digo a mi misma cuando me paro frente al espejo, en la habitación – Solo hasta que puedas retomar tu trabajo como editora.

Los chillidos de Kate y Elliot que provienen del pasillo me recuerdan que necesito salir de su hogar para que tengan su privacidad de nuevo.

Un departamento pequeño, solo lo suficiente cómodo para mí y sobre todo que pueda pagar la renta sin problemas. Aunque lo haga lavando platos.

Exhalo ruidosamente una vez más, antes de arrastrarme hasta la ducha y dormir. Mañana será un día interesante.

Una Vida Contigo (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora