Capítulo 28

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— Vámonos, estoy cansado.

— ¿Cansado? ¿De qué? ¡Dormiste toda la mañana!

— Pues estoy cansado de dormir en ese escritorio incómodo, me duele la espalda.

Christian termina de estirar sus brazos por encima de su cabeza y se levanta. Idiota. Después de desayunar se volvió a quedar dormido.

— Bien, supongo que Mía no tardará en llegar.

Ojos grises me hace una seña para que lo siga hasta la cocina, grita una despedida y se detiene en la puerta para esperarme.

— Los veo mañana, chicos.

— ¡Hasta mañana!

Subimos al auto para ir de vuelta al departamento y que Christian pueda dormir.

— ¿Por qué tienes tanto sueño? La que está embarazada soy yo.

— No lo sé, seguro me pegaste algo, ¿Será contagioso?

— Qué tonto eres — Sacudo la cabeza — ¿Cómo podría contagiarte el embarazo?

— Ahora que lo recuerdo, hay un lugar al que debemos ir.

— ¿Lugar? ¿Cuál?

Pregunto, pero no me contesta. Mira por el retrovisor antes de girar el volante para retornar por la misma calle en la que conduce.

— ¡Christian! ¿Qué haces? — La fuerza me impulsa contra la puerta.

— Ponte el jodido cinturón, no lo voy a repetir — gruñe.

— ¡Deja de conducir como un loco!

— Te llevo a la clínica.

— ¡Pues vas a matarme antes de que lleguemos ahí!

Modera la velocidad de su auto hasta que llegamos a una intersección, gira a la izquierda y sigue por la calle hasta un elegante edificio de color blanco.

— Es aquí, baja.

Me dice cuando estaciona frente a la clínica. Lo sigo por el vestíbulo hasta el mostrador, dónde una enfermera joven nos mira de arriba a abajo.

— ¿En que puedo ayudarlos?

— Queremos una cita con la ginecóloga.

— ¿La doctora Greene? Ella está de vacaciones, pero el doctor Anderson está disponible en este momento.

Christian gira para mirarme y encojo los hombros. No me importa quién me consulte, siempre que pueda darme las vitaminas o lo que sea que ocupe.

— Bien, deme la cita con el doctor Anderson.

— ¿A nombre de quién?

— Anastasia Steele — Dice ojos grises.

— Bien, señores Steele, pasen por aquí.

Una pequeña risita se me escapa cuando Christian mira a la enfermera con el ceño fruncido. No te lo esperabas, ¿eh?

La enfermera abre la puerta del consultorio 4 y nos hace una seña para que entremos, yo por delante.

Un hombre de bata blanca nos mira con una gran sonrisa, su cabello castaño en pequeños rizos y ojos del mismo color. No parece más grande que yo, ¿O si?

— Buscamos al doctor Anderson — dice Christian, probablemente dudando igual que yo.

— Soy yo, tomen asiento.

Señala las sillas frente a él y es entonces que puedo ver bordado en su bata Dr. Ryan Anderson.

— ¿Qué puedo hacer por usted, señora Steele? — Sus ojos van de Christian a mí.

Qué vergüenza.

— Estoy embarazada.

— Bien, ¿Tiene ya control médico? ¿Es su primer chequeo?

— Si, es el primero.

— ¿Y usted es...? — Pregunta a ojos grises.

Christian no responde, así que hablo por él.

— Él es mi... Christian.

— Es mi bebé — Dice él.

El doctor arquea las cejas, sorprendido y probablemente confundido. Aunque dudo mucho que seamos la única pareja que va a tener un bebé sin estar en una relación.

— Bien, siganme de este lado.

Sale de la habitación hasta otra más pequeña con una camilla y un ecógrafo. Señala la camilla para que me acueste mientras trae el gel y guantes.

Christian asoma la cabeza por la puerta, así que extiendo mi mano hacia él para que se acerque.

— Así, sostenga su ropa aquí para que yo pueda poner el gel — me muestra la botella — Voy a presionar un poco para poder ver la imagen.

Cuando nos muestra la pantalla, lo único que distingo es un círculo negro con algo gris dentro, que el doctor señala como el feto.

— Es muy pequeño — balbucea el chico a mi lado.

— Le calculo ocho semanas, así que aún es pequeño. Pronto comenzará a crecer con más rapidez y los malestares podrían empeorar.

— ¿Debo tomar vitaminas?

— Por supuesto, le haré la receta y agendaremos una cita para el próximo mes.

— ¿Cuándo podríamos saber el sexo del Bebé?

— A partir de la semana 12, la 16 con mayor claridad, Señor... Christian.

El doctor sonríe divertido, pero conozco a mi vecino y sé que no está contento con la actitud juguetona del doctor.

— ¿Tienen alguna duda?

— No.

— Bien, entonces los veo en un mes.

Estrecha nuestras manos y salimos de su consultorio. Me acerco a la enfermera para que me entregue la receta mientras Christian va al mostrador, probablemente a pagar por la consulta.

— Vamos a casa.

Subimos de nuevo al auto y conduce, ahora sí, con calma hacia nuestro edificio.

— ¿Tienes hambre? — pregunto cuando llegamos.

— Si, ¿Qué vas a preparar para mí?

— No sé que tengas en tu refrigerador, pero seguro encuentro algo decente para preparar la cena.

— Bien, tomaré mientras un baño.

— ¡Por favor! — me río.

Lo único que encuentro para preparar es un montón de cajas de macarrones con queso, una botella de vino a la mitad y que no puedo tomar, y un paquete de galletas saladas.

Supongo que si voy a vivir aquí, tendré que hacer algo de despensa para alimentarme, al bebé y al otro niño que vive aquí.

— ¿Cómo vas?

Escucho la voz de Christian, así que volteo hacia él para mirarlo. Mierda. Acaba de salir de la ducha, con el agua escurriendo por su cuerpo y nada más que una toalla envuelta en la cadera.

— ¿Te gusta lo que ves? — Dice con ese tono arrogante que odio.

— ¿Ahh? ¿Qué?

— ¿Por qué no vienes aquí y te dejo tocar?

— ¿To- tocar? — Balbuceo.

No me muevo, así que él se acerca despacio, sus ojos brillan divertidos y eleva una de las comisuras de su boca para lucir más sexy de lo que es.

— No tengas miedo, nena.

Intento parecer tranquila, pero con cada paso que da más cerca, el corazón se me acelera.

— No, no... — intento decir de nuevo.

Se acerca tanto que topo contra la encimera para alejarme. Pero se inclina hacia mí, su nariz rozando con la mía.

— Te ves preciosa cuando te sonrojas, tomatito.

Una Vida Contigo (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora