Capítulo 47

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— Hmm, ¿Chicos? — El abuelo Grey Carraspea — Venimos a salvarlos.

Mierda.

Me aparto del regazo de Christian para ver a su abuelo y su abuela con un paraguas enorme. Él sonríe, pero ella tiene el ceño fruncido.

— Podrían haber esperado un poco, ¿Saben? — Ojos grises se ríe.

— ¿Para que intentaras hacer más bebés en nuestro cobertizo? ¡No señor! — La abuela le lanza una toalla para que se tape el torso.

Lo único que se me ocurre hacer es tomar la camiseta húmeda de Christian y volver a exprimirla, tal vez así puedan entender por qué su nieto andaba medio desnudo.

— Vamos a casa, muchacho — El abuelo se gira para abrazar a su esposa — Aunque deberías caminar bajo la lluvia, haber si el agua fría te refresca.

Vuelve a reír y ambos caminan hacia la casa. Dios, ¡Qué vergüenza! No es está la primera impresión que quería causar.

— Ven — Christian se seca el rostro y luego usa la toalla para taparnos.

— Creo que tu abuela no me quiere — Susurro.

— ¿Por qué lo dices? ¿Te dijo algo?

— No, es solo que me mira como si quisiera que me esfumara.

— Bueno, es entendible. Soy su nieto favorito — Sonríe divertido — Y soy la viva imagen de mi abuelo, así que me sobreprotege.

— Creo que todos hacen eso contigo, por eso eres tan...

— ¿Tan qué? — levanta la voz haciendo que sus abuelos nos miren.

— Tan simpático — Palmeo su mejilla — Obviamente todos te aman.

Entramos a la cocina detrás de sus abuelos. Creo que nuestro pequeño encuentro ha puesto algo de tensión en el ambiente, que incluso Christian lo nota.

— Será mejor que nos vayamos, Ana aún tiene que descansar.

— Ven conmigo, hijo — Su abuela estira su mano — Vamos a buscarte una camisa de tu abuelo para que te vistas. No querrás ir por ahí infartando a las vecinas.

Él se ríe del comentario, pero la sigue escaleras arriba. El abuelo me mira entonces con una sonrisa dulce.

— Tenle paciencia, su cerebro apenas echó a andar — Se ríe.

— Y creo que es gracias a usted, no se qué le dijo, pero gracias.

— Es un placer para mí, hija. Sé lo que él siente, pero dime, ¿Qué sientes tú?

Su sinceridad me deja inmóvil, pero siento que es una persona en la que puedo confiar. Casi como si fuera mi propio abuelo.

— Lo quiero, aunque nuestra relación sea poco convencional.

— Tal vez solo necesita un empujoncito, o un ultimatum.

— ¿Usted lo cree? No me gustaría presionarlo a hacer algo que no quiere.

— El chico es tonto, como su padre — Se ríe — Pero sabe lo que tiene qué hacer.

— Eso espero, y muchas gracias — Lo abrazo — Tal vez usted debería hablar con él sobre el nombre del bebé.

— ¿Por qué? — Se aparta confundido.

— Otto Grey no es una opción que me agrade en su totalidad.

— Descuida, linda, yo me haré cargo. Ese niño tendrá un nombre digno para cuando nazca.

— ¡Gracias!

Chillo de felicidad, pero el sonido de los pasos que bajan la escalera de madera me impiden dar saltitos. El abuelo me hace una seña para que guarde silencio y guiña un ojo.

— ¿Lista? — Pregunta Christian.

— Lista — Asiento — Fue un conocerla, señora Travelyan.

La abuela estrecha mi mano y luego tira de ella para abrazarme. El abuelo también me abraza una última vez antes de salir de su casa.

— ¡Vuelvan pronto! — Dicen cuando nos subimos al auto.

La lluvia continua con menor intensidad, pero es suficiente para que Christian conduzca a velocidad moderada. Dándome el tiempo suficiente para quedarme dormida en el asiento.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy en mi cama, con las cobijas sobre mi. Aún llevo mi blusa, pero mis tenis y mi pantalón desaparecieron sin que me diera cuenta. Rayos, de verdad estaba cansada.

Escucho los pasos de Christian venir hacia aquí, así que vuelvo a acostarme en la cama y cerrar los ojos para fingir que sigo dormida. Apaga la luz del pasillo y entra a la habitación, acostándose a mi lado como lo hace cada noche.

Me acurruco y me dejo mimar porque de alguna forma siento que las cosas irán mejor para nosotros. Estoy feliz de saber que hay más entre nosotros que un bebé en camino.

— ¿Ana? ¿Te vas a levantar?

— No — Digo sin abrir los ojos — ¿Qué día es?

— Día de trabajar, pero si no quieres ir puedo llamar a Mía sin problema.

— No, está bien, quiero ir.

Una pequeña onda de calor se instala en Seattle después de la lluvia del fin de semana, así que me levanto para reiniciar mi semana de labores.

— ¿Quieres ir al cine esta tarde? El día parece bastante agradable.

— Lo sé pero me gustaría que viéramos algo de ropa para el bebé, no quiero comprar cosas de último minuto.

— Si, está bien. Supongo que puedo ir a asegurarme que no compres cosas extrañas para Otto.

— ¡Que no se llama Otto, necio! ¿Y a qué te refieres con cosas extrañas?

— Pues no sé, las madres tienden a exagerar sobre la cantidad de cosas que compran para los bebés.

— ¿Y tú cómo sabes eso? ¿Cuántas madres con bebés conoces?

Su boca se tuerce en un gesto que no sé si describir como recuerdo o incomodidad.

— He visto los anuncios, ¿Por qué? ¿Estás celosa?

— No.

— ¿Crees que tengo otros hijos por ahí?

— Espero que no — Exhalo con molestia — Pero solo tú lo sabes.

— ¿Segura que no estás celosa? Conozco los celos y se ven más o menos así — Señala hacia mi rostro sonrojado.

— Tienes que ser un idiota todo el tiempo, ¿No?

Me bajo de la camioneta con un portazo y entro al restaurante por la puerta de servicio como todos los días.

Gruño un saludo a los chicos que no tienen nada de culpa, sintiendo mi enojo aún correr por todo mi cuerpo. ¿Serán las hormonas?

— ¡Ana! ¡Estoy de vuelta!

— Hola Giny, ¿Cómo te fue?

— Fue muy estresante, pero todo bien. Creo que pasaré con una nota alta.

— ¡Me da mucho gusto por ti! Lo mereces.

— Te lo agradezco. Pero en otros asuntos, hay un chico en el salón preguntando por ti.

— ¿Un chico? — Balbuceo cuando puedo ver la figura de Christian detrás de Giny.

— Si, dijo que se llama Tyler o algo asi. ¿Qué le digo?

Mierda.

Una Vida Contigo (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora