Capítulo 30

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Me acuesto junto a Christian, que se retuerce de dolor pero no dice nada. Si tan solo pudiera dormir un poco se sentiría mejor.

Llevo mi mano a su cabeza para acariciar su cabello como mamá hacia conmigo, esperando que se relaje lo suficiente para dormir.

Al cabo de unos minutos, su suave respiración me indica que lo logró. Intento quitar la mano de su cabello, pero cada vez que lo hago se remueve, así que opto por seguir hasta que yo también me quedo dormida.

Me siento muy cansada, tanto que no siquiera quiero levantarme a pesar de sentir unas ganas horribles de hacer pipí. Dios, tengo que levantarme.

Intento quitarme las cobijas de encima, o lo que sea que me tenga aferrada a la cama pero no puedo. ¡Y necesito ir al baño!

— ¿A dónde vas?

Abro los ojos para darme cuenta que no es la cobija, sino el brazo de Christian lo que me aferra por la cintura.

— Quiero ir al baño, suéltame.

— Bien, pero no tardes, tengo frío.

— No tendrías frío si te hubieras puesto una pijama.

Lo escucho reír pero no se levanta, solo da la vuelta para dormir boca abajo. Después de liberar la presión de mi vejiga voy a la cocina por un vaso de agua, apenas ahora soy consciente de la hora.

— ¡Mierda! ¡Es tarde!

Corro de vuelta a la habitación para vestirme mientras ojos grises ronca suavemente.

— ¡Christian! ¡Es tarde! ¿Me llevas al restaurante sí o no?

Como no responde, me acerco por el otro lado de la cama para apoyar las manos sobre su espalda y sacudirlo.

— ¡Christian! ¡Se roban tu auto!

— ¡¿Qué?! — Se incorpora de un salto.

— Que si me prestas el auto, voy tarde al restaurante y no llegaré si tomo el autobús.

— No, no, yo te llevo — Balbucea desorientado — Sube al caballo.

— ¿Qué? — Ahora es mi turno de reír.

El chico odioso sacude la cabeza y golpea sus mejillas con las manos antes de salir de la habitación para ir a vestirse.

Otro vaso de jugo y mis vitaminas prenatales son suficientes por el momento, hasta que pueda llegar al restaurante y desayunar algo más.

Cuando Christian aparece, lo sigo en silencio hasta la acera del edificio donde dejó estacionado su auto.

— ¿Me dejas conducir?

— No.

— ¿Por qué no? — insisto.

— ¿Quieres poner las manos en mi auto? Necesitas darme algo a cambio.

Su sonrisa y la ceja arqueada me indican que se refiere a ese tipo de cambios. ¿No ha hecho suficiente daño?

— ¿Crees que dormiré contigo cada vez que necesite el auto?

— Si, eso suena bien.

— ¡Estás loco! Solo conduce.

Subo al auto sin esperar a que abra la puerta y cruzo los brazos para que sepa que estoy molesta por su estúpida propuesta. Christian sube el volumen del radio para tararear una canción.

Apenas llegamos al restaurante, voy directo a la oficina de Mía a ponerme al corriente con los pendientes que quedaron de anoche. Cuando mi estómago gruñe en protesta, me levanto para ir a la cocina.

— ¿Y esto? — Escucho la voz de Christian.

— Carne con chile.

— ¿Y esta otra?

— Papas rellenas con queso.

— Bueno, supongo que podría comer papas. ¿Que tienes como para Ana?

Eso no lo esperaba, ¿Esta siendo amable para disculparse? Christian sigue caminando entre las mesas revisando los guisos, Kim detrás de él.

— ¿Tienes jugo de naranja? Pero lo quiero natural, no de esos de botellas con montones de conservadores.

— ¿Eso es importante? — pregunta Kim curioso.

— Claro, no quieres darle nada potencialmente peligrosos a mujeres embarazadas.

— ¡Christian! — Chillo sin pensarlo — ¿Podrías venir un momento?

Deja a un lado la cuchara con la cosa roja que estaba comiendo para mirarme. Se limpia las manos en un trapo mientras Kim se ríe.

— ¿Que rayos haces?

— Trayendo el desayuno.

— ¿Pero por qué le estás diciendo eso a Kim? ¡No se supone que lo digas!

— ¿Por qué no?

— Porque... Porque... ¡Porque no quiero que se hagan malas impresiones de mi!

— ¡Eres mi novia! ¡Estás embarazada! ¿Cuál es el jodido problema?

Lo mato.

Lo juro que lo mato.

El muy idiota acaba de gritarle a todo mundo lo que yo quería mantener a discreción por lo menos uno o dos meses más.

Antes de que pueda gritarle alguna estupidez, Kim aparece con una bandeja con comida y jugos.

— Señora Grey — me dice y se ríe.

— Muy gracioso, Kim. Si no estuviera hambrienta iría a otro restaurante a comer.

— ¿Quieres por favor comportarte? — me gruñe Christian — Kim, ¿Trajiste de esas papas con queso?

— Si, y ahora empiezo a preguntarme cuál de los dos es el embarazado.

Su dedo nos señala del uno al otro, pero desiste de seguir interrogándonos para volver a la cocina con los chicos. Me siento en el escritorio frente a Christian para desayunar.

— Esto está delicioso — admito.

— Lo sé, la comida de Kim es muy buena, por eso cocina él y no Mía.

— Pensé que Mía no lo hacía porque era la dueña.

Christian rueda los ojos y se lleva otro trozo de papas a la boca. Por lo menos no es como Elliot, que defiende a su hermana a capa y espada.

Después del desayuno, puedo dedicarme tranquilamente a ayudar con la contabilidad y el balance de las cuentas mientras llega la hora de volver a casa.

— ¿Estás lista?

Christian asoma la cabeza por la puerta, pero lo que llama mi atención es el bote de crema batida y fresas que come tranquilamente.

— ¿Qué estás comiendo? — lo veo llevarse una gran cucharada a la boca — ¡Uy! ¡Yo quiero! ¡Dame!

Me levanto de un brinco para ir hacia él, pero como no me deja tomar el vaso o la cuchara, deslizo mi dedito por el borde para obtener un poco de crema batida.

— ¡Dios! Que delicioso, no sabía que vendiamos ésto.

— No lo vendemos aquí, fui a traerlo a la pastelería.

— ¿Solo para ti? Qué envidioso eres, Christian.

Intento de nuevo tomar el vaso, pero levanta los brazos para dejarlo fuera de mi alcance. No sé si él se inclinó hacia mí o yo me levanté de puntillas hacia él, pero puedo probar el sabor de la crema batida y las fresas en sus labios.

Una Vida Contigo (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora