Capítulo 28 ''¿Que haces tú aquí?''

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Narra James

Ignoré el sonido de mi móvil por decimosexta vez. No tenía ni idea de quien estaba llamándome, o puede que tal vez sí, pero no me importaba. No quería levantarme de la cama, no tenía ni la mínima intención de mover un solo dedo. Seguía mirando el techo de mi habitación como si hubiera algo fascinante en ella, como en las últimas dos horas, desde que Sam salió de casa para presentarse en su cita.

Me sentía destrozado por dentro, quería gritar de la rabia, quería darle puñetazos a la puerta de mi habitación hasta que me saliera sangre de los nudillos, quería correr y darle patadas a algo, mas no sentía ninguna fuerza en mi interior para levantarme y hacerlo.

La melodía que empezaba a aumentar mis nervios volvió a sonar de nuevo. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, cuatro, cinco, seis...

Suspiré de alivio y relajé mis hombros cuando la canción termino, ya estaba cansa...

Un pitido, dos pitidos, tres pitidos...

Me levanté ya harto sintiendo como la sangre me hervía, aunque en realidad sabía perfectamente que ese no era el principal motivo de mi cabreo.

—¿¡Si!? —casi grité.

—¿James? —sollozó.

Al instante me relajé sintiéndome peor de lo que ya me sentía.

—¿Sam? ¿Que te ha pasado? ¿Estas bien? Dime donde estas y voy a buscarte ahora mismo —hablé rápido.

Sentía mi pecho oprimiéndose lentamente, no quería ni imaginar que es lo que le había pasado, solo esperaba que el estúpido imbécil con pocas neuronas no le hubiera hecho nada, sino sabía perfectamente que no sería consciente de mis actos.

—Tranquilo, estoy bien —sonó algo mas relajada. La oí respirar hondo antes de hablar —Quería ir a mi casa, a dormir un rato, pero necesito verte y olvidarme de todo —sentí como una corriente recorrió todo mi cuerpo y mi estómago dar un vuelco.

—¿Que a pasado Sam? Me estas asustando —sujeté el móvil entre mi hombro izquierdo y mi mejilla mientras me ponía los zapatos —Dime donde estas.

—Abre la puerta —dijo con un hilo de voz.

Al instante tiré el móvil hacia mi cama sin importarme si en realidad había aterrizado en ésta, bajé lo más rápido que mis piernas lo permitieron y abrí la puerta como si mi vida dependiera de ello.

—Hola —susurró. 

Fruncí el ceño en cuanto me fijé en su aspecto. Llevaba el pelo completamente mojado y pegado a su cara, supuse que sería por que hacía unos diez minutos empezó a llover, tenía los ojos completamente hinchados y rojos, al igual que su nariz. Por sus mejillas recorrían gotas de agua sin parar, aun que sabía que no solo era agua lo que desprendían sus ojos. Llevaba todo el maquillaje corrido. Su ropa estaba llena de barro, como si se hubiera tirado de plancha sobre un charco de estiércol, y estaba descalza, de un solo pie.

Me acerqué a ella y la abracé con todas mi fuerzas, sabiendo que esto era lo único que Sam necesitaba en estos momentos. Rompió a llorar de nuevo, sobre mi hombro.

La levanté del suelo provocando que ella enrollara sus piernas al rededor de mis caderas, cerré la puerta con el pie y me dirigí al salón. 

Se me rompía el corazón al verla así, ella era lo que más quería en este mundo, mi estado de ánimo siempre había dependido totalmente de Sam, verla así era como si me clavaran mil cuchillos en el pecho mientras me atropellaba un camión. Odiaba esto, pero lo que más me dolía era pensar que el motivo por el qué ella estaba así podía ser el estúpido de Chad. Ella estaba llorando por otro, y eso rompía mi corazón en mil pedazos, destrozándome por dentro.

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