Capitulo XII En la misma sintonía.

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Sakura

—¿Hay algún río cerca? —inquiero incómoda y con un poco de vergüenza.

El ocaso está a punto de caer, he descansado toda la tarde, y me siento un poco más repuesta, aun así, necesito más tiempo para reponer mi chakra.
Sasuke está puliendo su espada. Un acto simple y sencillo, pero que él lo hace ver como si fuera la tarea más complicada, esa que necesita de mucha sutileza y cuidado al llevarla a cabo. Me lamento internamente por interrumpirlo, espere lo más que pude para preguntarle, pero quiero ir a darme un baño antes de que caiga la noche; aún me siento vulnerable y prefiero no arriesgarme tanto.

—Si —contesta, aún perdido en los últimos detalles que le daba a la espada, —no muy lejos hay un lago de aguas cristalinas, ¿quieres ir?

—Sí, necesito refrescarme y relajar mi cuerpo antes de que oscurezca.

—Tienes razón —posa su atención en mí, se pone de pie y enfunda su espada. Sonrío a medias, y tomo mi mochila para colgarla de mis hombros.

Camino detrás de él, la cueva está a una altura considerablemente alta, para salir necesito dar saltos sobre las rocas, sin embargo, mi condición me lo complica demasiado. Me detengo al borde, dudó en que acción realizar, no quiero forzar mi cuerpo y retardar la recuperación.

—Apóyate de mí —ordena afable. Me sonrojo. Pasa su mano alrededor de mí cintura y yo mi brazo detrás de su cuello. Respiró hondo y asiento. Sasuke se impulsa y da brinco habilidoso. Mis brazos se enredan en su cuello y recargo mi cabeza sobre su hombro, él se toma su tiempo y repite el movimiento cuatro veces más. Una vez en tierra, me separo de él de forma inmediata y le agradezco por su ayuda.

Caminamos por un sendero detrás de la cueva, poco a poco el camino se va cubriendo por árboles y grandes arbustos, el cielo está pintado de anaranjados y los pájaros vuelan en parvadas de regreso a sus nidos.

Sasuke aguarda paciente, me he retrasado un poco, pero la vista del paisaje frente a mis ojos es hermoso, me es difícil no embelesarme con la vista. Pronto el aire fresco pega en mi rostro sacándome de mi ensimismamiento, creo que por fin hemos llegado.

—Te esperaré aquí. Tomate el tiempo que necesites —indica. Asiento y sigo de largo hasta perderme entre los árboles.

El lugar es realmente bello. Sonrío.

Dejo mis cosas sobre las rocas y comienzo a quitarme las prendas. Desenredo las vendas de mis pies y dejo caer la última prenda. Entro con cuidado al lago hasta sumergirme por completo, tomo aire y vuelvo a hacer el mismo procedimiento. Siento como el alma me regresa al cuerpo poco a poco, había estado metida en una cueva casi dos días, y ahora por fin puedo agasajar a mis pulmones con aire fresco y limpio. A pesar de la temperatura fría del agua, estoy disfrutando cada minuto en este lugar, no quiero salir de aquí en un buen rato, pero eso es imposible, podría enfermar y justo ahora no es el momento ideal. —¿Pero, cuándo es un buen momento para enfermar?

Doy un último respiro antes de salir. Camino con sigilo y saco las cosas que tengo en mi mochila: una muda completa de ropa y varias vendas que necesito utilizar, además de algunos ungüentos que todo shinobi debe llevar consigo. No había prestado mayor atención a explorar mi cuerpo, pero algunos dolores no son internos. Comienzo a bajar la vista a mi pecho ayudándome de mis manos, tengo algunos moretones en mis brazos y uno algo grande en mi abdomen. Mis piernas parecen estar bien, y mi espalda es imposible revisarla. Sé lo que tengo que hacer, pero muero de la vergüenza. Me resigno, comienzo a vestir mi ropa interior y aplicó ungüento dónde yacen los hematomas. Visto un capri negro y calzo mis sandalias. Me pongo la blusa, sin en cambio no la ajusto y la levantó por debajo de mis senos dejando al descubierto mi espalda baja, coloco mi capa por el frente y decido llamarlo.

—Sasuke-kun —muerdo mi labio después de pronunciar su nombre. No obtengo respuesta inmediata. Puedo oír el crujir de las hojas y sus pasos acercarse. Me siento nerviosa y eso hace que me ponga alerta. Mis latidos se aceleran.

—¿Necesitas algo? —. Su voz me regresa la calma. Respiro hondo.

—¿Podrías ayudarme con algo?

—¿Ahora?

—Sí, estoy lista. Puedes venir.

Su figura no tarda en aparecer frente a mí, creo que estoy sonrojada y me siento ahogada en vergüenza. Él espera en silencio.

—Estoy un poco lastimada, he tratado algunos golpes que encontré en mi cuerpo, pero necesito... —mascullo las últimas palabras, —que me ayudes a revisar mi espalda, siento dolor cuando me presiono, pero me es imposible asegurar si tengo algún hematoma ahí, ¿podrías...?

Su silencio no me ayuda a recuperar la calma, su mirada es inescrutable y yo me pongo cada vez más nerviosa. Da un paso, y después otro con calma, así hasta posicionarse detrás de mí. Sus dedos están tibios, su toque me estremece y espero que no se haya dado cuenta, sus yemas apenas rozan mi piel y mis piernas tiemblan.

—¿Tienes ungüento?

—Si —confirmo y se lo doy sin soltar la capa que me cubre al frente. Da un ligero masaje y vuelvo a estremecer.

—Necesito una venda.

—Están dentro de mí mochila.

Poso mi vista en el horizonte, no quiero encontrarme con sus ojos, no quiero verlo. Podría delatarme, si no es que ya lo he hecho antes. Poco a poco comienza a pasar la venda alrededor de mí cintura,  mientras le ayudo sujetandola, él la ajusta con precisión y cuando termina simplemente pasa de largo. Suspiro. Acomodo mi blusa y me cubro con la capa. Ha sido demasiado por hoy.

—Gracias Sasuke-kun —le digo una vez que ya estoy con él.

—No hace falta q lo hagas —responde seco e inexpresivo, como siempre.

No he podido conciliar el sueño, y tampoco me he atrevido a dirigirle la palabra desde que regresamos del lago. Él sigue en la entrada de la cueva cómo todas las noches, tranquilo y guardián.

Decido levantarme. Tal vez me arrepienta de lo que haré, pero siento que debo hablar con él, aunque quizá salga peor para mí. Estar con él, es como echar un dado sobre la mesa, nunca sabes lo que va a salir.

—¿Cómo te sientes Sakura? —pregunta tomándome por sorpresa. Estoy parada a unos pasos de él, ni siquiera hice algún ruido como para que se percatara de mi presencia, pero así lo hizo.

—Mucho mejor —contesto, acortando la distancia entre ambos. —De verdad te agradezco todo lo que has estado haciendo por mí.

Me posicionó a su lado de pie, Sasuke está sentado y recargado sobre la pared rocosa, yo frente a él admirando el anochecer.

—Te dije que no es necesario —replica, con la mirada perdida entre las nubes que danzan lentamente a lo alto, —me... agrada hacerlo.

—¿Qué cosa? —pregunto en calma a pesar de que su respuesta me ha parecido peculiar. Ambos estamos perdidos en la inmensidad de la noche, por primera vez siento paz al estar en este lugar. Por primera vez, él está conmigo en la misma sintonía.

—Cuidar de ti. 


Espera por miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora