𝕻𝖗𝖔́𝖑𝖔𝖌𝖔

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En un largo verano, hace muchas lunas, el sol iluminaba el castillo de la roca con sus rayos, donde los sirvientes corrían de un lado a otro, atareados por el acontecimiento que se avecinaba.

Joanna Lannister se encontraba por cuarta vez en labor de parto, a pesar de los pronósticos de los maestres, que advertían de su segura muerte si daba a luz a esa criatura, la matriarca Lannister siguió adelante y decidió traer al niño o niña al mundo.

 La dama estaba acompañada por su familia esa mañana, en cuanto la pequeña Cersei, de 14 años de edad, había escuchado los alaridos de su madre, corrió a despertar a su mellizo para informar a medio castillo. 

-Lo siento mi lord, pero no pueden estar aquí.- argumentó el viejo maestre, indicándoles la salida de la habitación.

Tywin asintió con su rostro impasible y empujó levemente a su hijo menor para poder salir de la habitación. Los tres niños lo siguieron, hasta escuchar como las bisagras de la puerta sonaban al cerrar.

-Padre, ¿Madre estará bien?.- inquirió un inocente Tyrion.

No obtuvo respuesta por parte del mayor, pero si que pudo escuchar los desgarradores gritos de su madre al otro lado de la puerta. 

-Madre estará bien.- consoló Jaime a su hermano menor.

-Si es que esa cosa no la mata primero.-  Cersei Lannister  habló con ira en su voz.

-Cersei...- reprendió con dureza su padre , sin siquiera mirarla.

Cersei colocó una mueca en su rostro y cruzó sus brazos.

La espera era eterna y cada vez más insoportable para la familia real de la roca. 

Tywin estaba perdido en sus pensamientos, probablemente analizado la situación, y el como sería de ahora en adelante. El hombre oraba a los 7, para que su nuevo hijo o hija, no naciera con las mismas características del último. Un pensamiento muy oscuro cruzó por la cabeza del hombre mayor, si la criatura llegaba a nacer con algún defecto, él mismo iría al borde de la gran roca y lo dejaría caer directo al vacío.

Mientras tanto, Cersei seguía furiosa con su hermano, o hermana, que aún no abandona el útero de su madre.

Jaime consolaba con discreción a su hermano menor, que se encontraba desconcertado por la extraña situación, nadie podía culparlo, ya que apenas era un crío de apenas 7 días del nombre.

Cuando creyeron que la agonía de la dama de la roca nunca acabaría, sus gritos cesaron, dandole paso a unos sonidos diferentes:  llanto, era el llanto de un recién nacido. 

El viejo maestre abrió la gran puerta de madera con dificultada y dio paso a la familia noble al interior de la habitación, que olía a una extraña combinación de vida y muerte. 

-Felicidades mi lord, es una niña, y bastante sana debo añadir.- alardeó el cano maestre sosteniendo entre sus brazos a la niña, aún manchada de la sangre de su madre.

<<Porque se la robó a su madre viejo estúpido>> 

El maestre le extendió a su hija, dejando que observara la belleza de esta. Bueno en realidad, ¿Qué belleza podía tener una bebé recién nacida?, pero para los ojos de su padre fue suficiente.

-¿Podemos verla?.- inquirió un rubio niño jalando la túnica de su padre.

Tywin no se los negó e inclinó a la bebé para que sus hermanos pudieran observarla.

-Mi lord...- Llamó el maestre con tono apagado. Tywin ya sabía lo que significaba.

-Cersei, sostén a tu hermana.- Tywin le pasó el pequeño bulto a la niña. Esta la observó fascinada, imaginando que tal vez así se verían sus futuros hijos. 

Tywin se acercó a su fallecida esposa, que aún se encontraba con sus orbes verdosos abiertos. 

-Rowena, esas fueron sus últimas palabras, mi lord.- Tywin se arrodilló ante el lecho de muerte de la dama de la roca y cerró para siempre los ojos de la mujer que alguna vez amó. 

-Entonces Rowena será.-  

Se levantó y viró en dirección del maestre.

- 𝑅𝑜𝓌𝑒𝓃𝒶 𝐿𝒶𝓃𝓃𝒾𝓈𝓉𝑒𝓇 .-

-Alabados sean los 7, que nos ha bendecido con el nacimiento de Rowena primera, de la casa Lannister.- Bendijo el anciano maestro, avanzando hacia la bebé, colocando su mano sobre la frente de la niña.- Que la madre te llene de su misericordia, el padre te de el don del discernimiento, la vieja derrame sobre ti su sabiduría, el guerrero y el herrero te de fuerza y valentía  para avanzar entre las tinieblas, que la doncella proteja tu virtud, y que el desconocido te lleve cuando sea tu hora. Que los siete derramen sobre ti sus bendiciones Rowena de la casa Lannister.- terminó el hombre sobando la frente de la niña.


Ese día las plegarías habían sido escuchadas por los 7, los cuales derramaron sus dones sobre la niña, la cual obtendría la valentía del guerrero, la fuerza del herrero, la misericordia de la madre, la belleza de la doncella, pero sobre todo, obtendría la sabiduría de la vieja,  que haría de esa inocente y adorable niña, una de las más feroces adversarias en el juego de tronos.




𝕽𝖔𝖜𝖊𝖓𝖆 𝕷𝖆𝖓𝖓𝖎𝖘𝖙𝖊𝖗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora