Percatándose que ella siempre había estado ahí, presente en cada uno de sus dibujos. Steve deslizó sus dedos sobre el contorno de su dibujo, estudiando cada detalle cuando una idea no tan estúpida pasó por su mente como una revelación.
Debía ingenia...
Esta vez Rogers no iba permitir que sus miedos le arrebataran el amor de las manos, no otra vez. No dejaría ir a su linda pelirroja, no ahora que tenía claros sus sentimientos por ella, así tuviera que dejar su vida en el intento.
El capitán buscaría la forma de conquistarla, recuperar su confianza nuevamente, sanar sus heridas, pero sobre todo le enseñaría que tanto ella como él merecían una segunda oportunidad... Le enseñaría amar, amarse si fuese necesario.
Ese lunes por la noche Steve salió apresurado de la base de los vengadores, necesitaba calmarse, pensar y aclarar sus pensamientos, pero sobre todo analizar todas las palabras que le había dicho Stark. El filántropo no estaba tan equivocado.
Natasha se comportaba diferente con él, sonreía más de lo normal, era graciosa, bromista, tierna e infantil cuando estaba a su lado, se permitía ser sincera y transparente con él, al grado de llegar a compartir un poco de su vida, de su pasado. Steve no podía creer lo ciego que había sido en no darse cuenta que entre ellos había más que una amistad, pero los cambios de humor tan repentinos de la rusa siempre lo hacían retroceder un poco, su actitud fría, su indiferencia en algunas ocasiones.
-Tal vez estoy mal interpretando todo y ella no siente nada por mi. -Pensó el blondo mientras se sentaba sobre el sofá de su sala.
Ahí estaba la inseguridad de vuelta.
-Pero debo intentarlo. Estaría muy loco si por mi cobardía pierdo a Natasha aunque estoy dispuesto apartarme de su lado si ella no corresponde mis sentimientos. -Concluyó el capitán esa noche para después disponerse a dormir.
A la maña siguiente Steve despertó un poco más seguro de sí mismo... Por lo que aún si levantarse de su cama se sintió lo suficientemente inspirado como para dibujar, dejándose llevar por sus emociones matutinas, deslizando su lápiz sobre el papel de su viejo cuaderno.
Percatándose que ella siempre había estado ahí, presente en cada uno de sus dibujos, Rogers admiraba la belleza tan peculiar de Nat, amaba disfrutar de la vista tan hermosa que le daba su cabello pelirrojo, el brillo de sus ojos selváticos bajo sus pestañas rizadas, admiraba su valentía y rebeldía, no había absolutamente nada que no le gustara de ella. Steve deslizó sus dedos sobre el contorno de su dibujo, estudiando cada detalle cuando una idea no tan estúpida pasó por su mente como una revelación.
Debía ingeniar un plan de ataque o más bien un plan de conquista, debía escribir una lista infalible para enamorar y recuperar a su linda pelirroja y así lo hizo, justo a un lado de su última creación, Steve enlistó cada una de la cosas que debería llevar acabo, pero esta vez necesitaría ayuda.
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Y sí... sólo pudo pensar en el nombre de alguien que estaría dispuesto y feliz de entrometerse, además de ser un experto en el tema.
Tony Engreído Stark.
Steve entornó sus ojos con fastidio, pero estaba dispuesto a todo, incluso a dejar su orgullo de lado y pedir su ayuda. Si había alguien que nunca perdía una pelea con las chicas... era él. Aunque en el fondo temía que lo empeoraran todo, pero como había dicho Tony. No había nada que perder, pero si mucho que ganar.
