CAPÍTULO 07

907 47 0
                                    

La impotencia que sentía al ver a Jara llorar, era muchísimo peor que encontrarse en el mismo ojo de un apocalíptico ciclón, desprotegido.

Él, una terrorífica pesadilla para sus enemigos y un asesino letal, fuera del campo de batalla, unas invisibles ataduras lo incapacitaban para luchar y solventar situaciones tan críticas como aquella a la que se enfrentaba en esos momentos. En donde él, solamente él, era el responsable del dolor que acosaba a Jara últimamente.

No había sabido protegerla. Ni siquiera de él mismo.

Cuando el llanto de la joven se transformó en sollozos y finalmente se convirtió en entrecortados hipidos, Rian, regresando a la vida, a la cruda realidad que lo golpeaba acusadora, se levantó completamente en silencio y secándose con una toalla, se dirigió al dormitorio en una actitud impávida, de adormecimiento.

Se movió por la habitación como un autómata. Buscó unos pantalones limpios y se los puso, y con la misma parsimonia e enfrascamiento regresó al baño. Aferró una larga toalla y se acercó hacia el jacuzzi donde instó a Jara a erguirse. No necesitó ningún tipo de persuasión o embuste para tener a la joven obedientemente desnuda frente a él.

Sin romper el silencio, Rian secó la desnudez de la muchacha sin prisas. Acariciándola con cada toque y perdiendo su mirada por cada centímetro de su piel. Analizando los pequeños detalles de su cuerpo. Pero en aquella acción no había nada libidinoso e impúdico. Solo quería cuidarla, cerciorarse de que estuviera bien.

Cuando terminó, tiró la toalla mojada al suelo y la tomó en brazos.

—Vamos, cariño —murmuró, enfilando hacia el dormitorio—. Te llevaré a la cama para que puedas descansar.

Con sumo cuidado, la depositó sobre el colchón y se arrodilló en el borde para acomodarla con ternura, tapándola con una única y fina sábana.

—¿Mucho mejor? —quiso saber, acariciando con el dorso de su mano la mejilla de la joven, que sin abrir los párpados, asintió—. Ahora trata de descansar. Yo estaré cerca por sí me necesitas —le aseguró, poniéndose de pie.

—No, espera. —La pequeña mano de la chica lo sujetó por la muñeca antes de que se alejara—. Quédate conmigo, Rian –pidió apenas con un hilo de voz—. Por favor.

Él cerró unos segundos los ojos e inhaló hasta llenar sus pulmones mientras la tensión y el autocontrol se reflejaban por cada uno de sus músculos.

—Rian, no… no quiero estar sola.

Oírla pronunciar de nuevo su nombre, rogándole que no se marchara de su lado, bastó para que tomara una decisión.

—Shhh… —Se recostó en la cama de espadas a Jara y la abrazó por detrás fuertemente contra su cuerpo—. Estoy aquí, cariño. No me iré a ninguna parte sin ti.

La sábana que la cubría caía descuidada sobre su figura, lo que dejaba gran proporción de su cuerpo al descubierto, así que Rian era muy consciente de su desnudez y de su adictivo tacto y calor.

—Rian… lo siento mucho.

Él agradeció la interrupción. No debería fantasear con poseerla en momentos como ese.

—¿Por qué deberías sentirlo, preciosa?

Dejó caer la mano sobre la cadera de la chica, como sí quisiera retenerla, como si temiera que fueran a separarlos para siempre.

—Yo realmente quería estar co.. contigo. —Los nervios la hacían tartamudear—. No sé lo que me ocurrió. Solo son pesadillas. —Pegada a él como lo estaba, pudo percibir perfectamente su alterada agitación. Y cuando volvió hablar, pareció más una súplica que no tenía intención de mencionar en alto, pero que se le escapó—: Tienen que serlo. Solo eso: unas pesadillas.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora