CAPÍTULO 26

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Rian parecía estar dispuesto a quedarse toda la noche de pie, contemplándola.

De improviso, y ahogando un jadeo, notó que le faltaba el aliento y como teniendo vida propia, su polla se endurecía aún mucho más contra la bragueta.

Los cabellos caían esparcidos sobre los almohadones, su piel nívea relucía inmaculada, sus curvas visibles, despertaban calambres en sus manos por las ganas de sentirlas bajo el tacto de sus dedos.... Pero cuando también reparó en las manchas oscuras que tenía bajo los ojos, la ira que pensaba que tenía bajo control se apoderó de él nuevamente.

 Un tic nervioso palpitó en su mandíbula y sin perder ni un solo segundo más, comenzó a deshacerse de los pantalones y los tiró al suelo. Desnudo, se tocó y acarició el erecto miembro y caminó hasta un lateral de la cama. Luego, dejó caer su cuerpo sobre el cómodo lecho y se colocó encima de la silueta que dormía en el.

Uniendo y garrando las dos pequeñas manos de la mujer, las llevó por encima de su cabeza y las mantuvo allí, encerradas con una de las suyas. Coló una rodilla entre los muslos y los separó.

La joven se removió y desorientada se despertó.

Unos agrandados y atónitos ojos impactaron con los suyos, y antes de que pudiera proferir cualquier palabra, le devoró la boca, silenciándola, e introdujo con dureza y de un solo empujón su miembro en la secreta intimidad de la muchacha. La joven echó la cabeza hacia atrás y se arqueó por la cruda y poco gentil invasión. Quiso chillar de dolor pero la boca de Rian cubriendo la suya no se lo permitió.

Inmóvil dentro de ella, interrumpió el beso y su mano libre tomó posesión del lugar que acaban de abandonar sus labios, impidiéndole de ese modo hablar, y le espetó con fría voz:

—En estos momentos debería tumbarte sobre mis rodillas y zurrarte como un auténtico energúmeno el trasero hasta verlo enrojecer. ¡Cómo demonios te has atrevido a elegir por los dos, Jara! ¡Por mí!

Ignorando las lágrimas de la joven, como si no atendiera a razones y solo escuchara al animal que era,  comenzó a penetrarla una y otra vez sin pausa, tan dura y profundamente que su miembro pesado y grueso parecía estar a punto de desgarrarla.

Empalándola como un bárbaro, en un momento dado, pareció reconocer a la joven que le sostenía la mirada con ojos vidriosos, llenos de estupor. Sus violentas embestidas se congelaron automáticamente.

—Por todos los infiernos, que estoy haciendo —exclamó Rian, de repente y horrorizado.

Cerrando los ojos y apretando la mandíbula con fuerza, luchó para regularizar su agitada respiración y sobre todo, luchó para no continuar moviéndose dentro de la joven. Algo complicado cuando Jara estaba estrangulando a su jodida polla en su apretadísimo interior.

—Estoy abusando de ti… de nuevo —murmuró incrédulo, quitándole la mano de la boca—. Como aquella noche en la que te forcé a ser mía…

Con un rugido plagado de desprecio por sí mismo, estampó el puño al cabecero de la cama y lo agrietó con el impactó de su frustración.

—¡Maldita sea una y mil veces! ¡Cómo he podido hacerte esto de nuevo! Yo…

¿Qué podía decirle? No tenía ninguna justificación. Él ni siquiera merecía respirar el mismo aire puro y limpio de Jara.

Rian alzó la cabeza y la miró fijamente atormentado antes de recorrerle la frente, los ojos cerrados y las mejillas con besos cargados de silenciosas disculpas. Luego, liberando sus muñecas de la prisión de su manaza, se incorporó y se sentó en el borde de la cama, tirando de una de las sábanas, ocultando de ese modo la prueba de su delito.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora