CAPÍTULO 06

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Cuando Jara al fin mordió el anzuelo y siguiendo sus indicaciones, comenzó a deshacerse del camisón, lo hizo totalmente cohibida, convulsa.

Rian silenció un gemido cuando la contemplo a escasa distancia sin aquella odiosa prenda que llevaba.

Dios, cuanto la deseaba.

—Jara…

Sobresaltada, instintivamente cubrió con los brazos sus pechos. Parecía perdida, sin saber bien que hacer.

—Jara —repitió—, termina de desnudarte y métete conmigo en el agua. Te… necesito.

 Aunque no se vanagloriaba de su mentira, había algo de cierto después de todo en aquel engaño: el dolor físico que sentía era real. Solo que no tenía que ver con las heridas de una guerra, sino con la frustración de no encontrar alivio entre los muslos de esa mujer.

La muchacha asintió, y ablandada ante la idea de que él pudiese estar sufriendo, descendió las manos de sus senos hasta las braguitas de algodón azul claro y mordiéndose el labio inferior, se las quitó.

Verla desnudarse para él de esa manera tan apocada y completamente ruborizada, lo había excitado al máximo, pero cuando finalmente la contempló desnuda de arriba a abajo, recreándose en la cremosa piel blanca, en la estrechez de su cintura, en la redondez de sus caderas al igual que las de sus pechos generosos… sencillamente creyó que perdería la poca paciencia que le quedaba y en un estado de febril obscenidad, tumbaría a la joven sobre el suelo y saciaría su lujuria en ella como todo un bárbaro. Sin dedicarle deferencia ni amabilidad. Solo puro y duro sexo mientras se la follaba como un auténtico animal.

La incomodidad de su abultado miembro lo hizo removerse en el jacuzzi, así que decidió apartar esas ideas para no caer en la tentación de llevarlas a cabo.

Claro que quería tirársela, pero deseaba enseñarle que también podía ser atento, generoso y delicado con ella.

Así que con cada centímetro de su cuerpo marcado por la tensión y con una polla a punto de estallar, miró a la joven paralizada e insegura, y con voz melosamente enronquecida por el apetito sexual, dijo:

—Ven aquí, cariño.

Dando unos pasos, ella extendió una mano temblorosa y él la recibió.

—Déjame ser complaciente también conti…

Un estruendo inesperado surgió desde el exterior, en el vestíbulo principal que daba acceso a la vivienda, y como un huracán demoledor se iba abriendo paso poco a poco hacía donde se encontraban ellos.

Atónitos, habían ladeado la cabeza y miraban hacia la puerta.

Rian con la velocidad de un rayo, se incorporó de la bañera y atrapando una gigantesca toalla envolvió a Jara rápidamente y después de anudarse él otra alrededor de sus caderas, se colocó a modo de escudo protector ante la joven. Preparado para una posible lucha sí no era irremediable allí mismo.

Pero lo que interrumpió en el cuarto de baño en un gran saltó y ágil zancada fue…

Unos ladridos jodidamente familiares retumbaron en la estancia.

—¿Guanchi?

—Guanche —lo corrigió Jara mientras se despegaba de la segura custodia del cuerpo alto de Rian y avanzaba incrédula hacia su mascota—. ¡Oh, Guanche! —clamó rebosante, con lágrimas de alegría cuando se acuclilló para reconocerlo—. ¿Eres tu pequeño?

El perro moviendo la cola prácticamente se le echaba encima entre lametazos, y ella lloraba pero reía. Era feliz.

—¡Sí, eres tú! ¿Dónde has estado? Me tenías tan preocupada —continuaba regañando dulcemente al animal en su papel de madre—. ¿Tienes hambre chiquito?

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora