CAPÍTULO 02

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#Extractos #Lecturas #ÁnimaSeducida #RomanceParanormal 

Quedándose erguido con su sobrecogedora e intimidante presencia a los pies de la cama, el hombre la estudió en un silencio sepulcral y con aire incendiario.

Había clavado la vista con indisimulada lujuria en los picos rosados que erizados y provocativos invitaban a degustarlos. Y cuando su lascivo escrutinio siguió más abajo y reparó en la braguita color marfil, él pareció fulminar con odio a la única prenda que poseía y, que además, resguardaba su más secreta intimidad de su visión.

Sus largos dedos, con los nudillos ligeramente blancos, descansaron a ambos costados apretados en dos puños.

Estremeciéndose con violencia, la muchacha retrocedió a gatas, sin darle la espalda en ningún momento, hacía el cabecero de la cama. Chocó con la traidora madera.

Los acontecimientos la habían tomado de forma sorpresiva.

Cuando despertó, su paladar sabía a sangre, algo que la desconcertó y aterró, pero aún más asombroso fue comprobar cómo todos y cada uno de sus sentidos parecían estar en perfectas condiciones, sanos. Así que en lo que menos había pensado era en lo expuesta que estaba su casi desnudez, ante ese individuo.

Achicándose en un reducido espacio y tapándose rápidamente los pechos con los brazos, la joven observó al hombre como un animalillo asustado, dispuesta a protegerse del ser despreciable que le había dado caza.

Tenía una belleza siniestra que quitaba el aliento, convirtiéndolo en la reencarnación de un ángel oscuro. Desterrado a morar un mundo en el que jamás pasaría desapercibido.

Sus cabellos rubios como los centelleantes rayos del sol, inusuales en un día de invierno, eran largos y los llevaba atados en un cordel de cuero. Su piel morena contrastaba intensamente con unos ojos azul grisáceo que la miraban con descarado gesto de crueldad y victoria.

—Que… que quieres de mí —masculló entre tartamudeos, imaginándose la posible respuesta.

Acongojada, abrazó sus piernas haciéndose un ovillo como sí eso pudiese protegerla estúpidamente de algún modo.

Él esbozó una trémula sonrisa.

—¿Acaso no lo adivinas? Protegerte, como te prometí.

Los ojos del asaltante se recrearon con una intensidad casi hipnótica en cada centímetro de la silueta femenina, al tiempo que se quitaba la camiseta negra.

Cuando él comenzó a desabrocharse el cinturón del pantalón, ella cerró los parpados, rehusándose a mirar. Agradeció no oír caer al suelo los pantalones porque eso significaba que los conservaba puestos.

—No te me acerques… Te lo ruego.

La muchacha apenas podía absorber lo que le estaba diciendo porque estaba devastada por la cruel realidad de lo que presumiblemente podría pasar entre ellos.

—Ojalá algún día pudieras entenderme, pero eso jamás sucederá, ¿no es cierto, hermosa? —añadió él con voz ronca. Lanzó un juramento al ver las lágrimas que pugnaban por salir de los ojos de la chica.

Las reacciones sucedieron demasiado deprisa para digerirlas de inmediato.

En un santiamén, el descomunal cuerpo del hombre la aprisionó contra el colchón con su gigantesco tamaño.

—¡No! ¡No quiero que me toques!

—¡Deja de afilar tus uñas de gata en mí! —la avisó, tomando las pequeñas manos con una de las suyas y colocándoselas por encima de su cabeza. Evidenciando nuevamente ante él, la muy poca ropa que la cubría.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora