CAPÍTULO 04

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Su mente, incansable, continuaba dándole vueltas al enigma torturador que se había adherido a ella más regular que su ciclo menstrual. Su estado emocional no era tampoco mucho mejor, y la mezcla de confusión y miedo la habían hecho sentirse físicamente enferma.

Preparaba algo para cenar, y para no acabar su pequeña incursión en el arte culinario en emergencias con algunos dedos menos, intentó deshacerse de la maraña de problemas que la perturbaban y centrarse en su quehacer de insulsa Chef.

Había percibido una presencia enorme y amenazadora justo en el umbral de la puerta que daba acceso a la cocina, y aun así, Jara descubrió que no se sentía en peligro.

—Déjame que te eche una mano con eso —reconvino, tajante, una voz masculina en el momento en que ella se disponía abrir una la lata de atún, que desapareció de sus manos.

Observó la silueta borrosa del roba tareas y fue incapaz de no sonreír cuando captó entre los fantasmas de su visión, a un cuerpo de interminable tamaño batallar con un diminuto e irrisorio abrelatas.

—Gracias Cael —dijo finalmente ella, pasándole el aceite y vinagre.

A esas alturas, el trato entre ellos era familiar, amable. En verdad, lo veía ya como un amigo. Se había acostumbrado a las inesperadas apariciones de ese hombre por la casa, prácticamente a diario. Más que un conocido de Rian parecía un guardia jurado que se aseguraba de realizar sin falta su rutinaria inspección para corroborar que un día más, ella permanecía intacta, respirando. Algo desconcertante, porque dudaba que Caelum tuviera luz verde para entrar y salir de esa propiedad, si Rian lo consideraba un enemigo. Y él sabía de sus visitas, es más, daba la impresión de respirar aliviado cuando las hacía. Como si Cael fuera el catalizador que ahuyentara del ambiente el estallido de una bomba nuclear que en el pasado, él ya había visto detonar.

Suspirando, dejó a su repentino invitado darle los últimos retoques a la ensalada y se apuró en disponer encima de la barra en forma de isla, dos servicios.

—Preparaba algo para cenar. Quizás quieras acompañarme.

—Rian no ha regresado —La en realidad inexistente pregunta de Cael, sonó con sequedad. Una sequedad que no iba dirigida a ella, sino a su amigo.

El corazón de Jara dio un vuelvo doloroso en su pecho. Desde que vivía ahí no compartía absolutamente nada con Rian. Ni siquiera una simple e inofensiva cena.

—No, apenas lo veo —comentó, ocupando un taburete—. Pasa todas las noches fuera y cuando vuelve… bueno, yo solo procuro dejarlo descansar.

Aquello comenzaba a sonarle a una relación rota, con una novia hundida llorando en casa la llegada de su infiel pareja, y quería mostrarse diplomática y no hacer de esos hechos una tragedia. Pero era complicado cuando en verdad, el abandono de Rian, sí que la afectaba.

—Y cuando coincidimos —continúo—, ya va de salida. Una madrugada más. Llevo aquí una semana y tengo la impresión de llevar años. —Descorrió otro de los taburetes y se lo ofreció a Caelum.

Él dejó sobre la barra la ensaladera y tomó asiento.

—Ni siquiera sé de lo que me escondo o por qué Rian parece tan… distante.

—Y te duele —resolvió, mascullando por lo bajo un improperio.

Jara puso cara de felina agraviada. Le disgustaba ser tan transparente y que leyeran sin dificultad en ella sus sentimientos.

—Yo… yo solo estoy un poco agotada por el insomnio —mintió—. Nada más.

—Sí, claro, el insomnio —resolló con cierta ironía mientras le servía ensalada en un plato a Jara. Era obvio que dudaba que su estado se debiera solo y únicamente por dormir mal.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora