CAPÍTULO 08

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Rian había escuchado una vez que el amor encubre todas las transgresiones.

¡Menuda mierda de cursilerías!

Hacía una hora que había dejado a Jara descansando en el dormitorio con Guanchi velando su sueño. Había tenido una pequeña concesión con el Scooby-Toca-Pelotas, y así, él poder preparar algo de comer.

No es que le gustase de repente el enervante perro lobo, pero sí algo tenía que admitir, era la fidelidad y el receloso cariño que ese animal le procesaba a su pequeña.

Interrumpió sus cavilaciones pero no su actividad en la cocina, cuando una poderosa presencia colapsó el ambiente, lo que le permitió saber de antemano de quién se trataba.

—Y, ¿Jara? —dijo sin más preámbulos una voz a su espalda: Caelum.

—Y no hay un: toc-toc. Hola, qué tal, ¿puedo pasar? —replicó cínico, sin levantar la vista del desorden que había regado en la encimera y recogía—. Este sitio se parece cada día más a un garito con puertas abiertas las veinticuatro horas.

Caminó hasta el frigorífico para sacar unas bebidas y mirando hacia al Arcángel, preguntó:

—Dime, Cael, ¿qué te pongo? ¿Un Martini o un Daiquiri de fresas? —Disfrutaba vacilándole—. Aunque te recomiendo mí especialidad: un Morena Ardiente. Licor de café, brandy de cereza y vodka. Qué me dices, comilón —semofó, guiñándole un ojo—, ¿te ánimas a probarlo?

La mirada que le echó Cael estaba llena de mensajes implícitos del tipo: “Te arrancaré la cabeza maldito hijo de puta. Lo juro.”

Y aquello, sencillamente, lo entretenía aún mucho más.

—Creo que siento más curiosidad por saber por qué coño estás impregnado del olor de Jara. —Y como no obtuvo respuesta, sonrió con cierta superioridad y añadió—: Tal vez sea mejor preguntárselo a ella directamente.

El demonio desertor, uno de los mejores y más letales supremos con el que había contado el Inframundo, tiró con brusquedad al fregadero la fuente y hoya utilizadas para la elaboración de una aceptable cena, y secándose las manos en un trapo atravesó con la mirada a la nenaza chivata, y le avisó, en tono patibulario:

—Está durmiendo. Necesita descansar.

—¿A estas horas? —interpeló Caelum, ladeando la cabeza hacia la ventana de la cocina. En el exterior anochecía—. No es usual en ella.

El Arcángel había cruzado los brazos sobre su pecho, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para no pegar a nadie… O para ser más exactos; a él.

—¿Qué demonios le has hecho en esta ocasión, Rian?

Comenzaba a estar harto de ese tono autoritario del Arcángel. Jara no era de su propiedad y no tenía por qué proclamarse su protector, y aún mucho menos, ser su carabina.

Así que encogiéndose de hombros y con exasperante malicia, apostilló:

—Querrás decir: qué-nos-queda-por-hacer. De momento, hemos tenido un día realmente entretenido y agotador. Primero, me la folle contra la pared. Después, pasamos a la cama y ahí repetimos la faena con las típicas posturas convencionales. —Suspirando con fingida melancolía, se apoyó contra la encimera y siguió con su obsceno recital—: Pero somos insaciables, así que cuando terminó de cabalgarme un poquito, la puse a gatas y me la tiré por detrás. Comprenderás ahora por qué aún continua durmiendo tras semejante maratón sexual —determinó con una amplía y descocada sonrisa—. En cuanto despierte y coma algo, retomaremos los juegos —Y bajando el tono, a modo de burlona confesión, expresó—: Me quedé con ganas de estrenarle y darle por su hermoso culito. Así que de esta noche no pasará.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora