CAPÍTULO 23

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La puerta del dormitorio se entreabrió primero con sumo cuidado. Una vez corroborado que el malhumorado inmortal que reposaba en la cama continuaba deambulando entre los diversos senderos de Morfeo como todo un encantador recién nacido, se abrió por completo y las discretas figuras que aguardaban en el en el pasillo, cruzaron el umbral entremezclándose con las sombras de la noche.

Sigilosas, caminaron hasta el lecho y estudiaron en silencio al formidable varón envuelto en sabanas.

—Y bien, ¿cómo lo haremos? —comenzó diciendo Sanara.

La mirada grisácea de Atteneri la escudriñó con una expresión burlona.

—No te preocupes, muñeca, yo me sacrificaré por las dos. Como he hecho estos dos últimos días, al encargarme de desnudar y asear al Rubiales molido.

—Tú no te has sacrificado por las dos —evidenció la otra, poniendo los ojos en blanco y empujándola con ella nuevamente fuera, al corredor—. Prácticamente me has echado a patadas de la habitación cuando recordabas tu vena de abnegada samaritana con Rian. Que mira por dónde y casualmente, era cuando no llevaba nada encima que lo cubriera.

La belleza rubia se echó a reír llevándose las manos a la boca para ocultar el sonido de su carcajada.

—¿Es resentimiento lo que escucho en tus palabras? —Haciendo un mohín, justificó—: Ni te imaginas lo mal que lo he pasado viendo al Rubiales en todo su esplendor. —Se detuvo con un gesto elocuente de las manos—. ¿Sabías que tiene un enooorme súper ego?

Sanara apretó los labios para no reírse.

A fin de cuentas, alguna de las dos tenía que ser seria.

—Déjalo ya, Attie. Tenemos que quitarle el colgante que lleva puesto y estar en la menor brevedad posible en el lugar ese que, el ente, la ouija, Casper o quién fuera, nos dijo que nos estaría esperando.

—Recuérdame por qué narices debemos hacerle caso.

Sanara respiró hondo.

—Porque prometió darnos información sobre Jara y porque además de todo, y creo que es lo más importante, ¿por qué nos amenazó?

—Ah, sí, ya recuerdo. Nos soltó ese rollazo sobre que algún inocente pagaría las consecuencias si declinábamos su estupenda invitación. —Dejando escapar un suspiro, mencionó también—: El numerito de cuchillos como sonido ambiente fue espectacular, lo reconozco, pero San…

—No hay peros que valgan —La interrumpió—. No tenemos más opciones o, ¿sí?

Atteneri negó con la cabeza, dándole la razón, y ella prosiguió:

—El sitio indicado es un centro nocturno, así que estaremos rodeadas por muchas personas. Ojos. Sea quien sea, no creo que quiera exponerse abiertamente en público.

—Visto de esa manera… —dijo encogiéndose de hombros mientras giraba el pomo para entrar nuevamente al cuarto—. Vamos allá.

Atteneri finalmente pudo desabrochar como toda una ratera profesional el cierre de la cadena, pero justo cuando empezaba a retirar del cuello de Rian el trofeo saqueado, este se removió inquieto entre sueños. Durante unos segundos se quedaron mudas, paralizadas, negándose incluso a respirar, y con la ladronzuela mano congelada a escasos centímetros de la garganta masculina, rehusando a abandonar el botín que acariciaba entre los dedos.

Sanara que vigilaba la posible reacción del “Bello Durmiente” miró a su amiga con el rabillo del ojo y con expresión suplicante.

“¿Lo tienes?”

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora