CAPÍTULO 15

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—Así que lo recuerdas todo —se limitó a murmurar un impertérrito, Rian—. O casi todo —corrigió.

Jara sintió como su espalda chocaba contra la firme pared. No tenía escapatoria.

Ese inmortal podía volver a someterla, a desnudarla y maniatarla, a imponerle que realizara acciones deplorables con él, para por último, concluir apoderándose de su cuerpo, forzándola.

“Me duele.” Le había dicho ella entre sollozos aquella aciaga noche.

“Estás muy cerrada y no te permites disfrutar.” Contestó él ralentizando un poco sus embestidas dentro de ella, pero sin tener intención de parar. “Relájate, preciosa. Yo haré que te guste.”

“¿Cómo puedo hacerlo?” Refutó ella, pensando que la desgarraría por su inmenso tamaño. “Estás abusando de mí.”

 

Jara cerró los párpados y tomó una larga bocanada de aire.

No quería recordar justo en esos instantes, donde se sentía nerviosa, intranquila y sobretodo sola, enjaulada en la misma habitación con él, al Rian enfurecido que la había poseído con crudeza, rozando incluso hasta el rencor por su indocilidad.

—Jara —dijo la voz seria de él, haciéndola dar un respingo y abrir con sorpresa sus ojos marrones—. Ven aquí y no compliques las cosas —Hubo un silencio hasta que él exhaló cansado y avisó, como si no tuviera otra elección—: No quiero luchar contigo, no en esta ocasión.

La muchacha tragó saliva notando un nudo en la garganta.

La luz irónicamente romántica, iluminaba tenuemente el dormitorio y ella podía adivinar algunas sombras, como por ejemplo, la posición en la recámara de la alta e intimidante figura masculina.

—Jara —Volvió a insistir él, pero esa vez acortando distancias entre ellos.

Asustada, la joven intentó esquivarlo y correr hasta la puerta. Pero fracasó.

—¡No! ¡Déjame salir de este dormitorio! —protestó ella, desesperada cuando los brazos implacables de él la atraparon por detrás, alzándola, reteniéndola. Asumiendo que derribar un bloque de cemento era una tarea ardua e inútil, apeló al diálogo—: Rian, no quiero ponerme a gritar y que… —Dudó—. Y que…

—¿Y qué entren por esa puerta la policía, un escuadrón de SWATH o el mismísimo FBI? Quizás prefieras que aparezca Guanchi —se burló cariñosamente—. ¿Y qué les dirías, pequeña?

—¡Cualquier cosa con tal de que te largues! —Se retorció en sus brazos sin éxito, quedándose paralizada cuando él ahuecó desvergonzadamente con su mano uno de sus pechos.

Jara apretó los labios con fuerza, reprochándose ser tan estúpida.

Y es que a esas alturas debería conocer a la perfección las estratagemas que ese canalla empleaba siempre para derribar su rebeldía, que no eran otra cosa que sobarla y meterle mano dónde y cómo fuera. Mientras que con otros pelearía hasta la muerte, con él simplemente no podía, y por eso sus lascivos gestos siempre obtenían resultados positivos en ella.

¡Y todo por culpa de un alevoso y desleal cuerpo traidor!

—Entonces será mejor que comiences a pedir ayuda —dijo cerca de su oído, paseando despreocupado y repetidas veces el pulgar por su pezón hasta dejarlo erecto a través de la finísima tela del camisón rosa—. Aunque te advierto que será mejor que no malgastes tú dulce vocecilla, porque dudo mucho que puedan impedirme pasar esta noche con mi mujer.

ÁNIMA SEDUCIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora